Capítulo 6

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Sentí el nerviosismo aumentando em mi interior.

Estaba considerando estar en una pesadilla porque de todas las cosas que podían pasar en este día, tenía que quedarme atrapada en el baño con el príncipe de Dinamarca.

─¿Así que piensas culparme? ─insistió en el tema haciendo que toda mi atención se dirigiera a él.

─¿A quién más debería? ─me crucé de brazos y miré el lugar. Askel bufó.

─Vamos, no me molestes con eso.

─¿Perdón?

─Es evidente que ambos somos culpables aquí ─decidió decir y rodé los ojos. No tenía caso ponerme a discutir al respecto, era en parte innecesario.

─¿Qué haremos ahora?

Me vi preguntándole con la esperanza de que él tuviera una solución.

Frunció los labios por unos segundos y después volteó a verme.

─Harry ─dijo como si fuera obvio para ambos─. Intentaré llamarle y pedirle que venga a buscarnos.

Asentí levemente y observé cada uno de sus movimientos, desde como sacaba el celular de los bolsillos de su pantalón, buscaba su contacto, que daba la impresión tenerlo en los contactos de emergencia y después llamar.

Un gruñido escapó de él en cuanto se llevó el celular a la oreja.

─¿Qué pasa?

Sus ojos me miraron preocupados.

─No hay señal.

─No...

Mi cuerpo se tensó ante ello y me apresuré a sacar mi celular y comprobar si lo que decía era cierto.

Efectivamente no teníamos señal.

─Maldición ─dijo con un suspiro pesado y comenzó a caminar por la habitación de un lado a otro─. ¿Se te ocurre algo?

Preguntó en mi dirección, me estaba mordiendo las uñas de los dedos con nerviosismo y me detuve en cuanto su mirada se posó de nuevo en mí.

Observé la habitación con claridad intentando encontrar una salida.

Esta era una de las peores situaciones de mi vida, ni siquiera había de esas ventanillas de emergencia que normalmente suelen haber.

─Oh Dios ─me recargué en la pared y poco a poco deslicé mi cuerpo hacia abajo hasta quedar sentada, ya imaginaba que íbamos a pasar aquí un buen tiempo.

Askel por otro lado, no parecía darse por vencido tan rápido, escudriño la habitación un par de veces y caminó de un lado a otro por un tiempo más hasta que volvió a dirigirse hacia la puerta e intentar abrirla, pero todo lo que intentaba hacer parecía ser en vano.

─Acéptalo, no tenemos manera de salir ─mi voz sonaba como toda una pesimista. Él gruñó.

─Aún podríamos intentarlo.

Al menos alguien en la habitación era optimista.

No sé cuánto tiempo transcurrió, pero Askel terminó rindiéndose y sentándose a mi lado con un suspiró pesado.

─Es ridículo ─se quejó.

─Lo sé.

Precedió a checar la hora en su reloj de mano.

─Tengo un discurso que dar en diez minutos.

─¿Qué si te lo pierdes?

─No me lo puedo perder.

Dulce CoronaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora