Charles estaba inseguro, siguiendo a Lando por todo el supermercado, mientras el rizado parloteaba sobre sus amigos, contandole de cada uno de ellos.
— Pero sin duda tu mayor fanática es Caro, te juro, tiene 3 años y ama todas tus canciones. — rio. — Ya sabes, las que son apropiadas para su edad.
— ¿Tengo canciones apropiadas para su edad? — Charles tambien rio, fijando su vista en unos chocolates.
— ¿Te gustan esos? Podemos llevarlos. — Lando sugirió, dandose cuenta de la mirada en los ojos del menor.
— No, los odio en realidad. — murmuró ausente, eran los chocolates que su madre y su esposo compraban para el, los premios que recibía cuando se portaba bien.
— No puedes odiarlos, son deliciosos. — Lando sonrió. — A Carlos le encantan, llevaré algunos.
— ¿Sabes? Creo que tal vez no es correcto que vaya sin avisar, podría ser de mala educación ir a la casa de alguien sin que el anfitrión te invite. — suspiró, jugueteando con sus manos.
— Claro que no, ya te secuestré, no puedes volver a casa. — negó, restandole importancia. — ¿Prefieres vino o alguna otra bebida?
— En realidad no consumo alcohol. — negó. — Nunca lo he probado.
— Mmm tal vez te vendría bien un trago. — rio. — Pero seguro Sergio solo va a llevar tequila y Carlos solo tiene té en su casa, llevaré vino, algo suave para ti.
Las compras siguieron, con Charles arrepentido, tratando de huir y volver a casa, y con un Lando impidiendolo, diciendole que estaba secuestrado y que volverían hasta la madrugada.
Así siguieron todo el camino, en donde Lando condujo hasta las afueras de la ciudad, llegando a una bonita casa al lado de un lago.
— Llegamos, ¿quieres ayudarme con las compras? — sonrió el rizado, bajando del auto antes de que pudiera responderle.
Charles había entrado en panico, estaba en un lugar lejos de casa, con personas que no conocía, personas que no sabían de su presencia ahí.
¿Y si a Carlos no le gustaba la idea de el en su casa? ¿Y si sus amigos ya habían visto la entrevista y habían creído todo lo que Mark dijo? No debió haber ido, debió negarse y quedarse en casa, donde estaba seguro, donde nadie lo juzgaba.
Un golpecito en la ventana lo sacó de sus pensamientos, mientras su puerta era abierta por un Lando cargado de compras.
— Quedaron un par de bolsas en la cajuela, ¿puedes traerlas? — preguntó sonriente, yendo con dirección a la puerta.
El monegasco suspiró, tratando de controlar sus nervios y bajó del auto, tomando las dos bolsas restantes y acercandose a la puerta tambien, la cual ya se encontraba abierta.
Apenas puso un paso dentro de la casa, lo recibió una serie de carcajadas, mientras un par de niños correteaban por la casa, hasta que la niña chocó con sus piernas, cayendo hacia atras en un sonoro golpe.
Charles entró nuevamente en panico al ver eso, soltó las bolsas que traía en la mano y se agachó a la altura de la pequeña, quien solo lo miraba con grandes ojos curiosos, dejando a un lado las lágrimas.
— Lo siento. — murmuró apenado, sin saber que mas decir, nunca había estado cerca de un niño antes, no sabía como tratarlos.
— ¡Charlees! — sonrió la pequeña, soltando un chillido. — Papá Max, Charles vino al cumpleaños del tio Carlos.
¿Cumpleaños? ¿Por qué Lando no le dijo eso? El no había traído un regalo y tampoco había sido invitado, estaba tan fuera de lugar en ese momento.
Max apareció frente a el, trayendo a otras personas tras el, quienes lo miraban de forma curiosa.
— Oh por dios, el en verdad está aquí. — murmuró Alex.
— Lando, ¿lo secuestraste? — Max preguntó con duda, no quería estar involucrado en un delito contra su artista favorito.
— ¿Que? No por supuesto que no. — negó ofendido. — Solo lo invité a venir y dijo que si.
— Oh. — el rubio sonrió. — Entonces bienvenido Charles, wow, es fantastico conocerte.
— Gracias, igualmente. — sonrió apenado al tener tantas miradas sobre el.
— Alex ¿por qué no traes las bolsas a la cocina? Y Max trae la carne, el carbon está listo. — Sergio trató de calmar el ambiente incómodo, por suerte lograndolo pues Charles dejó de ser el centro de atención.
— Carlos, muestrale la casa a nuestro invitado. — Lando sonrió con complicidad, mientras el español asentía.
— Claro, ven, la casa es simple y aburrida, seguro que el lago te gusta mas. — Carlos sonrió, animándolo a seguirlo.
— Lamento venir sin ser invitado. — el monegasco sonrió apenado.
— Oye, si fuiste invitado, Lando te invitó. — sonrió de vuelta. — ¿Seguro que no te secuestró?
Ambos rieron ante el mal chiste del mayor, que por suerte disipó un poco la tensión.
— Tampoco traje un regalo de cumpleaños...
— Uh, eso si es un problema, porque amo los regalos. — fingió seriedad, para despues reir. — Es broma Charles, puedes enviarme el regalo por correo después.
Volvió a reir, haciendo sonreír a Charles, su risa era divertida y en cierto punto contagiosa, pues le daban ganas de reír tambien al escucharlo.
— Es un lugar lindo. — sonrió el monegasco, mientras observaba a Carlos sentarse en el muelle frente al lago.
— Lo es, es tranquilo, está lejos de la locura de la ciudad. — sonrió, ofreciéndole un lugar a su lado. — Nadie nos molesta aquí.
Charles se sentó tambien, sintiendo el sol calentar su piel, haciendolo sonreír.
— Tienes una linda sonrisa, ¿no te lo han dicho? — Sainz lo miró. — Es igual de bonita que tus ojos.
El monegasco no supo como responder, el no consideraba su sonrisa bonita, era falsa, tampoco creía que sus ojos eran bonitos, estaban apagados, no reflejaban nada mas que absoluta oscuridad, la oscuridad de su alma.
— Gracias. — soltó en apenas un murmullo, haciendo que una ligera sonrisa apareciera en el rostro del mayor.
Carlos no podía explicarlo, no sabía como hacerlo, pero algo dentro de el lo llamaba hacia el menor, solo lo había visto dos veces y habían sido suficientes para no poder sacarlo de su mente.
Lo supo desde que lo vio, Charles era diferente, era una criatura hermosa y asustadiza, sabía que había algo escondido en el y quería descubrirlo, pues sin saber porque, estaba realmente interesado en descubrir los demonios que atormentaban ese dulce ser.
¡Gracias por leer!❤
Los amo, besos ✨🏎
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Ágape ||• Charlos •||
FanfictionEn la cultura griega antigua, la palabra ágape expresa el amor incondicional. Es un amor que tiene como prioridad el bienestar de los demás, es decir, supone aceptar al otro indistintamente de sus imperfecciones. Ágape es un amor profundo y generoso...