— Entonces cierra los ojos, no vale hacer trampa. — Carlos rió, tapando los ojos del menor. — El primero que señales será el sabor que comas.
— ¿Y si no me gusta? — hizo un adorable puchero.
— Son las reglas. — soltó una risa divertida. — Apresurate, no tarda en regresar la chica a pedir nuestras órdenes.
— No me gusta este juego. — negó, pasando su dedo por toda la carta, hasta detenerlo en un lugar, chocolate.
— ¿Enserio chocolate? Tienes mucha suerte. — el español quitó las manos de su rostro.
— No es mi favorito pero no está tan mal. — rio, encogiendose de hombros, acercandose hasta poner sus manos sobre los ojos de Carlos. — Tu turno.
— Espero sea algo dulce. — sonrió, deslizando su dedo también, siendo esta vez algo poco común, cereza. — No es cierto...
— Puedo compartir el mío. — ofreció el menor, dándole una pequeña sonrisa.
— Me gusta esa idea. — asintió.
Ambos hicieron su respectiva orden y 10 minutos después dos grandes copas de helado estaban frente a ellos.
— ¿Por qué no te gusta el helado de chocolate? — lo miró con duda el mayor.
— Me gusta, sólo no estoy acostumbrado a él, a ninguno en realidad. — se encogió de hombros.
— Oh vamos, debió haber un favorito cuando eras niño. — entrecerró los ojos curioso.
— Mamá no me dejaba comerlo, no le gustaba, yo era muy torpe y siempre manchaba la camisa, después me castigaba por ello, así que comencé a preferir no comerlo. — soltó, dejando ver un poco de dolor en sus palabras y por un momento Carlos también pudo verlo en sus ojos, pero rápidamente se recompuso, sonriendo y quitandole una cucharada de helado.
El español quería hacer un comentario, pero no lo hizo, solo sonrió ante el acto, robándole un poco de helado también.
— Me gusta mas el de cereza, es menos dulce. — el monegasco sonrió, robándole mas. — ¿Quieres robarme helado también? Así no me siento tan culpable por quitarte el tuyo.
— Me robaste mucho mas que el helado Charles. — sonrió, haciéndolo sonrojar. — ¿Sabes? Tengo una semana libre antes de tener que ir a Brasil y en realidad no se que hacer aquí. ¿Podrías señor super estrella, despejar estos días de tu agenda para mi?
— Mi agenda la lleva Pierre, pero si, podría hacerlo. — asintió riendo. — Aun tengo la tarde libre de hoy.
— Entonces vamos, muestrame algo que te guste. — sonrió, levantándose de la mesa y extendiendo su mano hacia el, mientras dejaba algunos dólares en la mesa para pagar los helados.
— ¿Tienes tiempo? — lo miró sonriendo.
— Tengo toda la vida para ti Charles.
•~•~
— Es por esa desviación. — señaló Charles. — Son solo 100 metros mas y puedes estacionarte.
El español asintió, siguiendo las indicaciones, aparcando en una esquina.
— Ven aquí, es una de las vistas mas hermosas que vas a encontrar. — le sonrió, bajando del auto.
Carlos también sonrió, observándolo acercarse hasta los límites de lo que parecía ser una especie de barranco.
— Oye ten cuidado, puedes caerte. — señaló preocupado, viendo a Charles sentarse sobre una piedra.
— Tonterías, ven sientate aquí. — señaló un espacio a su lado y Carlos obedeció, como siempre cuando estaba con el, era incapaz de llevarle la contraria en nada. — ¿Es lindo no?
— Si, lo es. — el español sonrió, mirándolo únicamente a él, sin prestar atención al paisaje frente a el. — Es lo mas hermoso que he visto.
— Es porque nunca viste Mónaco desde el edificio del señor Lee. — le sonrió, volteando su mirada hasta el. — Carlos, ¿por qué me miras así?
— Es que me gusta como se ve el sol del atardecer en tu rostro. — se encogió de hombros. — Creo que te ves espectacular así.
— Y yo creo que ese helado te confundió los sentidos. — rio, tratando de aligerar el ambiente.
— No, nunca he estado mas lúcido en mi vida. — observó hacia el paisaje. — ¿Por qué este lugar fue el primero que me mostraste?
— Porque es uno de mis lugares favoritos. — se encogió de hombros. — Cuando quiero escapar de todos, incluso de mi mismo, me gusta venir aquí, nadie sabe que existe, solo yo y ahora tu...
— Creí que tu casa era donde escapabas del mundo. — lo miró de nuevo.
— Si, pero a veces quiero escapar de mi mismo y ahí no puedo hacerlo. — murmuró, cerrando los ojos al sentir la brisa. — Es una pena que no pueda escapar del caos en mi mente.
— No puedes escapar, pero puedes compartir la carga. — lo miró el mayor. — Puedes encontrar en mi un refugio Charles, yo ahuyentaría a todos los monstruos por ti.
— Eso lo dices porque aun no sabes conoces a los monstruos que viven en mi. — sonrió con tristeza. — No se puede escspar de algo que es parte de ti, no puedes ahuyentar a esa parte de mi, no importa cuanto desees hacerlo y cuando yo desee que lo hagas.
— Habla conmigo ángel, dejame ayudarte. — lo miró con suplica.
— No, porque si lo intentas siquiera, terminarás lastimado Carlos, yo soy eso, alguien que destruye a los demás y a mi mismo, estoy dañado y no hay forma de cambiar eso. — negó, sintiendo sus ojos llenarse de lágrimas. — Me derrumbaron, me convirtieron en cenizas y no puedes ayudarme a reconstruirme, porque te perderas a ti en el intento y tu eres demasiado valioso para pasar por eso, eres demasiada luz para la oscuridad que soy yo.
— Estas tan equivocado ángel, pero yo voy a ayudarte, yo limpiaré las cenizas y comenzarás de nuevo, pero esta vez estaré ahí para apoyarte, no lo harás solo. — sonrió. — Estaré contigo para enseñarte, para mostrarte el ser tan valioso que eres.
— Te voy a lastimar. — advirtió.
— Está bien. — asintió.
— Soy destructivo. — siguió hablando.
— Destruyeme si es necesario, solo me importa que tu sanes.
— ¿Por qué? ¿Por qué te empeñas en arreglarme? ¿Por qué estas aquí Carlos? — lo miró a los ojos, esperando con ansias escuchar la respuesta.
El español se mantuvo silencio un momento, deseando poder decir lo que su corazón guardaba, pero sabía que no era el momento adecuado, Charles estaba vulnerable, el no iba a aprovecharse de eso, no sería uno de esos.
— Porque eres un ser hermoso Charles, no tengo dudas de ello y quiero que te veas de la misma forma en que yo te veo, quiero que mires al ángel que yo veo, el ángel que tu eres.
¡Gracias por leer!❤
Los amo, besos ✨
ESTÁS LEYENDO
Ágape ||• Charlos •||
FanficEn la cultura griega antigua, la palabra ágape expresa el amor incondicional. Es un amor que tiene como prioridad el bienestar de los demás, es decir, supone aceptar al otro indistintamente de sus imperfecciones. Ágape es un amor profundo y generoso...