56. Lo que dejé por ti.

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Carlos llegó agitado al hospital, pensando lo peor, Isa había salido tan molesta, que le preocupaba que algo le hubiese sucedido por su culpa.

Se recriminaba, ¿como se le ocurrió decirle algo como eso? Estaba a días de dar a luz a su hijo, decirle todo de esa forma fue cruel.

Claramente no esperó entrar en la habitación y ver a Charles dándole de comer a Isa, mucho menos que ambos estuvieran riendo, mientras hablaban amenamente.

— Oh dios, estas bien. — se acercó hasta la rubia, abrazándola.

— Estoy bien. — le sonrió, mirando al ojiverde. — Gracias a Charlie estoy bien.

— ¿Charlie? — preguntó Carlos confundido e intrigado por el mote cariñoso.

— Charlie está bien, es un apodo cariñoso. — sonrió el monegasco. — Creo que tienen mucho de que hablar, yo los dejo solos...

Carlos lo observó fijamente, hasta que cruzó la puerta y cerró tras él, dejando a ambos en completo silencio.

— Oliver nació. — Isa le informó. — Aunque había un polizón, se llama Marina.

— ¿Gemelos? — preguntó con una sonrisa.

— Mellizos en realidad. — lo miró a los ojos.

— ¿Por qué Marina? — preguntó curioso.

— Porque tiene los ojos mas azules que he visto, son como el mar. — le sonrió. — Y porque a sus padres les gusta el mar.

— Odias la playa Isa. — rio.

— Lo se, pero Charles la ama. — se encogió de hombros.

— ¿Como... Como dices? — su risa se detuvo, dándole paso a un semblante de seriedad.

— Hoy conocí a Charles, entendí porque lo amas, yo pude comprender al fin porque el está en tu corazón. — tomó su mano. — Y entendí muchas cosas mas, la primera es que te amo y te amo mas de lo que me amo a mi...

— Isa yo...

— Dejame terminar de hablar ¿si? — lo detuvo. — Yo dejé muchas cosas por amarte y no te estoy culpando, pero ahora que te perdí, me di cuenta de todo lo que hice solo por amor y yo en realidad me perdí a mi misma...

Hizo una pequeña pausa, tratando de encontrar el valor que necesitaba.

— Yo odio el clima cálido, odio vivir contigo en Florida y odio la playa, tanto como odio los días soleados, odio sentir la arena en mi piel, pero aun así iba contigo y me sentaba en ella, solo para estar junto a ti, ¿entiendes lo que digo? Hice cosas que odiaba por ti y ahora que Charlie volvió, yo quiero retomar mi vida. — acarició su mejilla. — Nunca quise tener hijos Carlos, nunca estuvieron en mis planes y cuando los cargué por primera vez, sentí un cariño enorme, pero me di cuenta que no puedo hacerme cargo de ellos...

— ¿De que hablas Isa? Claro que puedes, lo haremos juntos. — la animó.

— No puedo y no quiero Carlos, yo puedo ser la tía que los visite una o dos veces al año, tal vez los lleve de vacaciones y les compre todo lo que deseen, puedo llevarlos a hacerse su primer tatuaje e invitarles su primer cerveza, pero no soy su madre. — negó. — No estoy lista para llevar ese nombre y no creo estarlo pronto... Yo quiero volver a ser yo, quiero recuperar mi vida y quiero ser feliz, pero se que no lo seré si me quedo.

— No te entiendo.

— Es fácil de entender, firmaremos un documento donde yo renuncio a todos mis derechos de la custodia de ambos niños y me iré, tal vez a Londres, cumpliré mis sueños y tu los tuyos. — tomó sus manos. — Ambos seremos felices, cada uno donde pertenece, porque así debe ser, así debió ser siempre.

— Pero...

— Es egoísta que me pidas que me quede Carlos, yo aun te amo y tu no me amas a mi, pedirme que me quede a ver como eres feliz con alguien mas es cruel. — negó.

— Está bien. — asintió, no quería discutir más.

— Es lo mejor, para todos.



•~•~

Las siguientes semanas fueron difíciles, Isa se marchó y Carlos se llevó a ambos niños a vivir con el, estaba volviéndose loco.

Marina lloraba por todo, una parte de él creía que ella en realidad lo odiaba, era imposible que una bebé pudiese llorar tanto sin deshidratarse.

Y Oliver, el lloraba porque su hermana lo hacia, aunque claro, el se tranquilizaba si Carlos lo arrullaba y lo llevaba a una habitación distinta.

— Mar por favor, ya no llores cielo. — pidió, arrullandola, meciéndola de un lado a otro entre sus brazos. — Ya no se que hacer, lo siento, perdón...

El timbre lo interrumpió, haciendo a la pequeña llorar más, mientras el español se apresuraba a abrir.

Y ahí estaba él, el hombre por el cual no podía dormir, ni pensar, ni reír, ni disfrutar nada, todo porque no estaba con el.

— Rachelle usaba estos pañales y tal vez ella tiene cólicos y por eso llora. — comenzó a hablar, dándole una pequeña sonrisa. — ¿Puedo entrar?

El español asintió, haciéndose a un lado y Charles entró, tomando inmediatamente a Marina de los brazos de Carlos, escuchando como el pequeño Oliver comenzaba a llorar también.

— Ve con él, yo puedo hacerme cargo de ella. — le sonrió.

Charles acurrucó a la pequeña entre sus brazos, comenzando a parar su llanto, siendo arrullada por el.

10 minutos fue lo que tardó en volver, Oliver estaba en su cuna, dormido nuevamente, cuando entró en la sala y se encontró con la imagen de la pequeña dormida entre los brazos del monegasco, quien acariciaba con dulzura su carita, limpiando los rastros de lágrimas.

— Llevaba tres horas sin parar de llorar, ¿como lograste que en diez minutos se calmara? — preguntó asombrado.

— Creo que se cansó lo suficiente. — sonrió.

— La llevaré a su cuna. — el español tomó a la pequeña con cuidado, llevándola hasta el cuarto que había medio-adaptado para ellos.

Se demoró mucho mas tiempo a propósito, necesitaba pensar, aclarar sus ideas, algo que en realidad no había podido hacer, no hasta ese momento, en el que el estaba en su casa de nuevo.

Solo tenía tres cosas en claro, la primera era que lo amaba, de la misma forma que antes, con la misma intensidad.

La segunda era que quería estar con el, tanto como no quería, era complicado y extraño, lo quería tener cerca, pero su corazón ya no confiaba en él, no podía evitar pensar que en cualquier momento iba a abandonarlo de nuevo.

Y la tercera, era que necesitaba saber, escuchar todo y probar si el amor en realidad era suficiente.

¡Gracias por leer!❤

Los amo, besos 🫶🏻✨

Ágape ||• Charlos •|| Donde viven las historias. Descúbrelo ahora