38. Las heridas que dejó el pasado.

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Habían pasado 20 minutos desde que Charles había subido al auto junto a Pierre, no había hablado desde entonces, no se había movido siquiera de lugar, solo iba mirando hacia la ventana, sin hacer ningún gesto, ningún sonido.

— ¿Charles? Yo lo siento, no sabía que ella... Yo no lo sabía. — negó apenado el francés, sintiéndose completamente culpable.

— Está bien Pierre. — soltó en voz baja,  manteniendo el mismo semblante inexpresivo, sin mirarlo siquiera.

El mayor trataba de adivinar lo que cruzaba por la mente de Charles en ese momento, pero simplemente no podía hacerlo, el monegasco no le estaba dando ni siquiera una pista sobre como se sentía, solo estaba ahí, presente pero ausente al mismo tiempo.

— ¿Le contaste a todos que desaparecí? No debiste hacerlo, estoy bien, solo tuve un momento de debilidad. — seguía sin mirarlo. — Prefiero estar solo al llegar a casa, estoy muy cansado y no quiero que nadie me moleste.

— Pero Charles...

— Es una orden Pierre, no una sugerencia, quiero descansar. — al fin lo miró, dejando al francés perplejo, había absoluta frialdad en sus ojos. — Pospon el concierto en México, inventa cualquier tontería, necesito tomarme unas vacaciones.

— ¿Estas seguro? — lo miró confundido.

— ¿Te volviste estúpido de pronto? Es una maldita orden, no quiero dar conciertos, estoy cansado de toda esta mierda, quiero irme de vacaciones a cualquier maldito lugar. — levantó la voz, bajando del auto después de eso.

George corrió hacia el preocupado en cuanto lo vio llegar, abrazándolo con fuerza, mientras el menor se retorcía en sus brazos.

— Ya sueltame, estas asfixiandome. — lo empujó ligeramente.

— Lo siento, es que estaba tan preocupado por ti. — lo miró. — ¿Estas bien? ¿Como te sientes?

— De maravilla George, la mujer que arruinó mi maldita vida junto a su esposo están de vuelta y Pierre me llevó a verlos. — soltó con amargura. — Ahora si me permites, quiero dormir.

Lo quitó del camino, dándole un pequeño empujón, antes de voltear nuevamente a ver al francés.

— Cumple con lo que te pedí Pierre y por favor ya no me molesten, te llamaré cuando esté listo para dar conciertos de nuevo. — cerró la puerta tras el, adentrándose en la enorme casa, misma que ahora le parecía tan pequeña, pues no encontraba un lugar donde poder esconderse y hacerse bolita para llorar.

Corrió directo al baño y se sacó la ropa con rapidez, entrando en la regadera, dejando que sus lágrimas se camuflajearan con el agua, mientras tomaba la esponja y tallaba con fuerza cada parte de su cuerpo, todo lo que había sido ensuciado por el.

Quería arrancarse la piel, quitarse la suciedad de su toque, se sentía sucio, asqueroso, sin importar cuanto tallara, sin importar que su piel ya estuviera tan maltratada por la fuerza que empleaba en lavarla. 

Tardó dos horas ahí, tratando de quitarse la sensación de que había sido usado de nuevo, claro, no lo logró, pero el cuerpo estaba ardiendole, tenía toda su piel enrojecida y maltratada, le dolía, pero ni siquiera era un poco comparable con el dolor mental, ese si que lo estaba destrozando.

Su teléfono timbró, llamando su atención, era un mensaje, un número desconocido pero el sabía perfectamente quien era.

“Mi Charlie, mi niño perfecto, me encantó estar dentro de ti nuevamente y recordar nuestro pasado, te he extrañado por tantos años...

Espero verte mañana, sabes lo que pasará si no asistes.”

Un nuevo mensaje llegó casi al instante, con una ubicación de algún lugar que Charles estaba seguro no conocía.

— No quiero volver a pasar por esto. — negó, recibiendo otro mensaje.

“Charles, mi ángel, Pierre me dijo que no te encuentras bien, estoy volando a casa en este momento, solo duerme mi amor, estaré contigo cuando despiertes”.

Lo leyó una y otra vez hasta memorizarlo, pensando en él, él hombre que lo había sacado de la horrible oscuridad en la que había caído nuevamente.

Carlos no se merecía vivir con alguien como el, era luz, no debía ser consumido por la oscuridad, no debía dañarlo de esa forma.

Porque Charles estaba seguro de algo y era de que tarde o temprano lo iba a lastimar, ahí estaba la prueba, el no iba a poder dejar atrás su pasado.

Observó el anillo en su dedo anular, había sido hermosa esa fantasía, esa burbuja donde solo había felicidad, había sido encantadora, pero no podía seguir ahí.

Era irónico, Carlos solía llamarlo angel, pero en realidad el único ángel era el, quien le había mostrado la forma mas pura de amar, aquel amor que cruzaba barreras, porque Charles estaba seguro que sacrificaría todo por ese español, incluso a si mismo, pero también sabía que el haría lo mismo por el y Carlos no se merecía eso.

No, el merecía un amor bonito, sin ataduras, ni trampas mortales, sin tener que lidiar con todo lo que conllevaba Charles, no podía condenarlo a estar a su lado de esa manera, no podía condenar a nadie, ya habían estado con el mucho tiempo, era hora de que cada persona a su alrededor hiciera su vida sin tener que preocuparse por el.

No supo cuanto tiempo estuvo dándole vueltas a todo, pero de pronto escuchó el sonido de la puerta abrirse y a varias personas conversar, pudo distinguir a cada una de ellas, eran su familia y Carlos.

La puerta de la habitación fue tocada con delicadeza, para posteriormente ser abierta por el español, quien se acercó lentamente a él.

— Charles, mi amor. — murmuró, sentándose a su lado en la cama. — ¿Estas bien?

— No. — admitió, aguantando las ganas de llorar.

Carlos trató de tocarlo, pero Charles se alejó, sin permitírselo.

— No me toques por favor. — dijo sin mirarlo a los ojos, pensando en que el también iba a ensuciarse si lo tocaba.

— Angel, habla conmigo, dime que fue lo que pasó. — lo miró dolido por su rechazo, pero tratando de comprenderlo.

— Lo que tenía que pasar Carlos, yo tenía que despertar de esta estupidez en la que estaba viviendo, en la que ambos vivíamos, jugando a la casita feliz, simplemente ridículo. — no lo miraba, no porque sabía que estaba mintiendo y sabía que si lo miraba a los ojos, se pondría a llorar como un chiquillo en busca de consuelo. — Ayer aparecieron nuevamente en mi vida Suzette y William, lo hicieron para recordarme quien soy, para hacerme saber que yo nunca podré avanzar realmente, porque yo soy un monstruo, un asqueroso monstruo.





¡Gracias por leer!❤

Los amo, besos ✨

Ágape ||• Charlos •|| Donde viven las historias. Descúbrelo ahora