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Seguimos a la casa, y el olor a canela me invade, es espaciosa, pero tienen tantas cosas en la sala, que el ruido visual es impresionante, hay unos muebles en círculo, una mesa de billar, el televisor, equipo de sonido, y una esquina llena de libr...

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Seguimos a la casa, y el olor a canela me invade, es espaciosa, pero tienen tantas cosas en la sala, que el ruido visual es impresionante, hay unos muebles en círculo, una mesa de billar, el televisor, equipo de sonido, y una esquina llena de libros, un lugar lleno de entretenimiento para una persona que no quiera salir de casa.

Cierran la puerta a mi espalda, y yo no presto atención a lo que hacen, el lugar hace que mi curiosidad salga a flote.

—Bienvenida a nuestro humilde hogar—André señala el segundo piso.

¿Dijo humilde?

—¿Viven juntos?—La pregunta me sale sin pensarlo.

—Lamentablemente—Todos ven mal a Antonella—No se crean, los quiero.

Evito reírme, aún no me siento cómoda, y el que todos me den miradas desconfiadas, no me ayuda.

—Bien, ya estamos aquí, puedes hablar, Devil—Gastón aparece con dos latas en la mano—¿Quieres, Madelaine?

Asiento por educación y él lanza una hacia mí, la atrapo por suerte—Gracias.

Me sonríe antes de acostarse en el sofá, y yo destapo el envase llevándolo a mis labios, el sabor de la cerveza me despierta un poco, bebo un poco más sintiendo la satisfacción de probar algo que no sea agua.

—Madelaine y yo nos conocimos hace unos años, fuimos buenos amigos en aquel entonces, ¿cierto, Mad?—La picardía en su tono me fastidia.

—Ajá—Le resto importancia.

—Y ahora que nos reencontramos, pueden haber unos cuantos problemas, digamos que nuestra separación no fue la mejor.

—Sigo sin entender que tenemos que ver nosotros, y porque la haremos parte del grupo—Replica Asly.

—Es necesario, cualquier cosa puede pasar, y no puedo dejar que le hagan daño. Sí la joden a ella, me joden a mi.

La última oración me pone los pelos de punta, es la misma que me dijo antes de la tragedia, esa noche cuando confesó que la debilidad no era algo propio de él, pero cuando de mi se trataba, algo cambiaba.

—Las verdades a medias aquí no sirven, y lo sabes, hay una historia que no estás contando, y sí no lo dices tú, pues que lo diga ella—Todos ponen su atención en mi.

—Yo ni siquiera quiero estar aquí, no me metan en las cosas de Roux, no necesito protección, ni a un grupo de desconocidos detrás de mi—Aclaro—Sé cuidarme el culo sola.

Las cicatrices de MadelaineDonde viven las historias. Descúbrelo ahora