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Madelaine Jost:

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Madelaine Jost:

Suelto una larga respiración, y fijo mis ojos en el chico que no para de repararme, a la espera de que diga algo.

Ignoro la manera en que recorre mi cuerpo con la mirada, y saco el móvil para fijarme en la hora.

—Es muy temprano aún—Comento.

—Tú también deberías irte a dormir, Madelaine.

—La verdad es que dudo poder dormir, no voy a parar de pensar en todo lo que está pasando, y me conozco, no pegaré el ojo en toda la noche.

—Entonces ven—Me toma de la mano—Me debes una paliza.

No puedo ocultar la sonrisa—Es cierto.

Dejo que me lleve al patio donde estábamos hace un momento, y ahí lo veo desprenderse de su camisa, intento no mirar más de lo debido, porque podría ser raro.

—¿Lista?—Se pone en posición de ataque.

—Lista—Remedo su posición.

Ninguno lanza el primer golpe, así que decido hacerlo yo, me esquiva con facilidad, y me da esa sonrisa llena de egocentrismo.

Es su turno de intentar pegarme, debo esquivar el golpe que venía a mi cara lo más rápido que puedo, y él aprovecha para lanzar uno a mis costillas que por milagro, logro evitar.

—Buenos reflejos—Suelta otro puñetazo—Pero te siento muy floja, y me aburro.

Acepto el reto soltando la tanda de golpes en los que puedo atinarle dos, uno en el estómago, y el otro cerca del hombro, se ríe con soltura y empieza a buscar puntos estratégicos donde darme, pero no se la dejo fácil esquivando y atacando también.

Estamos al menos treinta minutos peleando entre nosotros, me llevo varios golpes de su parte, y él recibe unos cuantos también, aunque ha logrado darme en puntos sensibles, no me pega con la suficiente fuerza como para lastimarme, agradezco que sea sutil, aunque a veces se le va un poco la mano y el dolor no pasa desapercibido.

Me apoyo en mis rodillas aclamando un poco de oxígeno—Creo que necesito un descanso.

—Que falta de rendimiento físico tan grande—Se burla.

—Ay, cállate—Me dejo caer en el césped.

Puedo sentir mis pulmones arder por la falta de aire.

—No aguantas nada—Se deja caer a mi lado.

—Eres un pesado—Giro mi rostro para poder ver fijamente el suyo, tiene un par de cabellos pegados a la frente, gracias al sudor.

—¿Ah, sí?—Corta cierta distancia entre nosotros—¿Crees que soy un pesado?

—No lo creo, es que lo eres—Intento alejarme, pero es más rápido a la hora de poner una mano en mi cintura, y pegarme más a él.

—¿Por qué te pones tan nerviosa?—Susurra.

Las cicatrices de MadelaineDonde viven las historias. Descúbrelo ahora