42 (Capítulo largo)

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Las tazas de café van y vienen, la ansiedad flota en el ambiente, y el olor a sangre empieza a volverse repugnante

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Las tazas de café van y vienen, la ansiedad flota en el ambiente, y el olor a sangre empieza a volverse repugnante.

Ya no queda nada del chico apuesto que había hace unas horas, Kenay ahora luce irreconocible, por los golpes que le han proporcionado durante las horas que han pasado.

El reloj marca las ocho de la mañana, y mi celular vuelve a timbrar, anunciando la llamada de Kyle, que no ha dejado de llamar en ningún momento.

La llamada se va al buzón, y yo me levanto en busca del hombre que sacará a Kenay de aquí, para llevarlo al sitio donde lo vamos a ejecutar.

—Llévalo a la camioneta, nos vamos en cinco minutos—Doy la orden al hombre de Debra, que no tarda en hacer lo que se le pide.

Los chicos me ven desde la cocina, y les hago una seña para que se alisten, antes de irme al segundo piso, donde recojo mi arma, y me encuentro con Devil.

—¿Está todo listo?—Inquiere.

—Sí—Extiendo la mano—Vamos.

Bajamos encontrándonos con los demás que ya están abordando la mini band, que nos llevará a la casa abandonada que nos consiguió Debra.

Subimos sin emitir palabra, cada quién está en su mundo, y hay quienes aprovechan para dormir, yo no puedo hacer tal cosa, estamos en el ojo del huracán, no sabemos si Kyle ya mandó a que nos buscarán, así que no puedo desconcentrarme.

Salimos de la ciudad, abandonando las zonas dónde se encuentra la multitud, sigo queriendo conocer Cuba, pero siento que está no será mi oportunidad, así que en el camino, me dediqué a observar lo poco que había.

La fachada de una vivienda visiblemente desgastada nos recibe, bajamos viendo los alrededores, y como dijo Debra, no hay ni una sola casa cerca, la última que vi, está a unos veinte minutos de aquí, lo cuál es conveniente para nosotros.

—Tiralo en la segunda habitación a tu derecha—Le indica al tipo que trae cargado a Kenay—No lo ates, dudo que pueda moverse.

—Sí, señora—Dice antes de desaparecer por la puerta.

Nos separamos para revisar el área, en busca de posibles amenazas, y para descartar que haya personas cerca.

Junto a Devil llegamos a un lago, el agua tiene un azul precioso, tanto que me veo cayendo en la tentación de nadar ahí un rato, sacudo la cabeza alejando la idea.

—Por aquí está todo bien, regresemos—Asiento.

Nos reencontramos con los chicos, que confirman que todo está en orden, dejándonos más tranquilos a la hora de adentrarnos en la casa.

El olor a humedad, y orina, provoca una mueca por parte de todos, si por fuera está deteriorado, aquí adentro es peor, el moho se extiende por las paredes, y la madera cruje con cada paso que damos.

Las cicatrices de MadelaineDonde viven las historias. Descúbrelo ahora