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—Ven aquí, hermosura—Natanael jala a Madelaine por los hombros pegándose a ella—¿Te sirvieron esas clases de disparo, no?

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—Ven aquí, hermosura—Natanael jala a Madelaine por los hombros pegándose a ella—¿Te sirvieron esas clases de disparo, no?

—Pude haber estado mejor—Resopla—No tuve que exponernos así, para empezar.

—¿Y quedarte con la que ese idiota te hizo? Imposible—La regaña—Además, siempre puedes contar conmigo, si quieres causar un poquito de desorden.

¿De dónde se conocen? No entiendo de donde sale tanta confianza, Madelaine parece más que cómoda abrazada a él.

—Lo sé, pero lo de hoy no estuvo bien.

—¿Pero que dices? Estuvo genial, nunca había visto volar una puerta así, ¿tú sí?

—No tuvimos que mandar a volar nada, Nael, mira lo que nos costo, esa huida pudo haber terminado muy mal.

—Ay, hermosa, te noto tensa, debes relajarte, todos estamos bien, y nosotros solo jugamos un poco, podemos hacer cosas peores cuando desees—La codea.

Decido intervenir —No le metas ideas.

—Otro aburrido más, no puede ser—Rueda los ojos—Mis llaves.

Extiende su mano hacía mí, y yo le entrego las llaves, con una sonrisa fingida.

—Más te vale que esté perfecta—Amenaza—Ahora vengan, sus amigos parecen estatuas ahí en la sala, me asustan, alguien que les diga que pueden tomar asiento.

Alzo una ceja, me devuelve la mirada antes de empezar a caminar tranquilamente a la sala, donde hace que todos se sienten.

—¿Estás bien?—La pelirroja dirige su atención a mi.

Y por primera vez en la noche, siento que solo va dirigida a mi, no hay terceros, solo me mira a mí.

—Sí, aunque creo que eso fue demasiado para mi—Pone un mechón de cabello detrás de su oreja—Nunca me imaginé estar en una moto, disparando a otras cinco motos más.

—Bueno, ya me contarás el porque de que terminaramos en esa situación—Acaricio su brazo.

—Te va a decepcionar la historia.

—Escuche que una puerta salió volando, dudo que sea decepcionante saber como hicieron eso.

Suelta una risa que me relaja, mientras manejaba solo pensaba en que debía ser más rápido, ser bueno esquivando las balas, y mi agilidad debía ser superior a la de ellos, porque ella debía salir ilesa de ahí.

—Yo no hice mucho realmente, Natanael hizo la mayor parte del trabajo, yo solo di una pequeña ayuda.

—Ustedes son muy amigos, ¿no?—Pregunto sin pensar.

—Sí, algo así. Lo conocí hace aproximadamente un año, me ayudó mucho, fue él quién me enseñó a pelear, decía que yo era muy frágil, y se encargaría de volverme invencible—Explica—No sé si lo logró, pero parece bastante complacido.

Las cicatrices de MadelaineDonde viven las historias. Descúbrelo ahora