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El reloj marca casi las diez, han pasado un par de horas desde la llamada de Kyle, y la tensión puede sentirse a kilómetros, todos parecen nerviosos, más no veo intenciones de acobardarse por parte de ninguno

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El reloj marca casi las diez, han pasado un par de horas desde la llamada de Kyle, y la tensión puede sentirse a kilómetros, todos parecen nerviosos, más no veo intenciones de acobardarse por parte de ninguno.

Estuvimos un rato practicando con diferentes armas, y algunos métodos de defensa cuerpo a cuerpo, la gente de Natanael llegó, y son al rededor de veinte personas, somos un grupo grande, pero no me confío.

Trazamos un plan, estaremos divididos en seis camionetas, junto a un convertible donde iremos Debra, Natanael, Devil y yo, seremos los únicos en bajarnos, el resto esperarán en los carros, de haber algún movimiento sospechoso por parte de Kyle y su gente, tienen la autorización de disparar.

Nadie actuará de manera impulsiva, todo lo que hagan será en defensa propia, cada uno lleva una pistola automática, y una navaja por si la necesitan, la idea es que no salgamos heridos, no queremos una tragedia.

El sonido de la alarma me avisa que ya es hora de reunirnos, termino de vestirme con agilidad, amarrando bien las botas que llevaré, asegurando mi pistola, y dejando la navaja en un lugar estratégico.

Me coloco la chaqueta, y bajo las escaleras mientras ato mi cabello lo mejor que puedo.

Todos me reciben con cálidas sonrisas, y veo a Gastón llegar a mi lado poniéndose unos guantes, me sonríe con ternura y se ubica al lado de Antonella.

—¿Ya estamos todos?

Afirmamos con la cabeza, siento la mano de Devil entrelazar la mía, lo miro rápidamente, y él deja un beso en mi coronilla.

—Bueno, espero que ninguno tenga dudas, repasamos todo varias veces, los demás están esperando afuera, en sus debidas camionetas.

Debra habla con autoridad, es un don que tiene, nació para ser líder.

—Asly, Gastón, Antonella, y André, tienen prohibido separarse, en su camioneta irá uno de los hombres de Natanael, esto solo por si acaso, confío en que pueden defenderse solos. Antonella, más te vale manejar a la perfección, y salir de ahí con vida si debemos huir.

—De eso puedes estar segura.

—Me han dicho por ahí que eres la mejor al volante, demuéstralo.

Antonella asiente, y Debra clava su mirada en André—Eres inteligente y piensas con rapidez, usa eso a tu favor, sé estratégico, el grupo de ustedes cuatro está en tus manos.

—Tranquila, estaremos bien.

—Asly, eres impulsiva, explota eso de ser necesario, fuiste la más precisa a la hora de disparar, tienes esa ventaja, no la desperdicies.

—Confía, lo haré bien—La morena sonríe complacida, y el ego en su tono de voz, me deja tranquila.

—Tienes la cara de ser el más inocente, cuando en realidad puedes llegar a ser el más terrible de aquí, Gastón. Hace rato demostraste que no te daría miedo matar a nadie si de defenderte, o defender a los tuyos se trataba—Debra le habla con calma, se encargó de estudiar a cada uno de nosotros—Tu lealtad puede ser un alma letal, no dudarás en poner el pecho por tu gente, espero que si debes detonar esa arma no sea para asustar, si no para acabar con cualquiera que sea una amenaza para tu familia, porque eso es lo que son estos chicos para ti, ¿no?

—Así es, son más que mi familia, los mantendré a salvo.

—Me encanta esa actitud—Le guiña el ojo, antes de ubicarme en su radar—Madelaine...

—Debra—Subo el mentón.

—Sé que eres astuta, y sensual, solo demuestrame que eres más que una cara bonita, que con belleza no sobrevives y lo sabes. Piensa con calma si es necesario, usa esa malicia que tienes a tu favor.

—No tengo porque demostrarte nada, pero si tu miedo es que falle por no calcular bien las cosas, puedes estar tranquila, no pienso fallar.

—Perfecto, linda—Mira a Natanael—Tú solo no seas un payaso, tienes un nombre en el bajo mundo, déjame ver a ese Natanael del que tanto hablan, te pintan como una escoria, espero y lo seas.

—Soy la peor escoria que vas a conocer, hermosa, yo no necesito que me analices, ni me motives, sé bien que debo hacer.

Pasa totalmente de él, mirando a Devil.

—Tú solo no me defraudes, demuestra que te entrené bien, si la cagas, después tendrás una deuda conmigo, y sabes muy bien como se pagan los errores aquí, y la muerte no es lo peor que podría pasarte si me dejas mal—Lo amenaza.

—No pienso dejarte mal, ¿dudas de tus capacidades como entrenadora?

—Eso jamás, cariño.

—Entonces no digas estupideces.

Se retan con la mirada por unos segundos, y es Debra quien deja de verlo.

—A las camionetas, es momento de partir.

Gastón aplaude, antes de irse detrás de Debra, y eso nos llena de emoción al resto, algunos sueltan largas respiraciones, Natanael da dos palmadas en los brazos de André, Antonella y Asly se abrazan dándose seguridad entre ellas.

Yo por mi parte, busco la cercanía de Devil que me envuelve en sus brazos por un momento, y luego me da un corto beso en los labios.

—Maldita sea, te ves muy sexy vestida así—Me hace dar una vuelta—El negro le va de maravilla, señorita Jost.

—Muchas gracias, caballero, a mi me encanta como le queda el rojo.

—Sí, me luce de puta madre, por eso te ves tan bien conmigo—Sonríe.

Me sonrojo, y está vez soy yo quién lo besa—Eres un idiota, pero sí, te ves increíble a mi lado.

—Lo sé—Deja un beso en mi frente—¿Estás lista?

Asiento convencida y giro sobre mis talones dándole la espalda, antes de que pueda caminar recibo una nalgada de su parte, que me hace voltear a verlo con el ceño fruncido.

—Es de motivación, pelirroja.

Niego con la cabeza, y el por su parte se ríe, tomándome de la mano para caminar conmigo hasta el convertible. Natanael y Debra ya nos están esperando, ella de copiloto, y él al volante, nunca había visto a alguien que manejará como lo hace Natanael, por eso, le dejamos el trabajo a él.

Nos subimos a la parte de atrás, y siento en mis pies las ametralladoras que me provocan un escalofrío, hace mucho no uso una, y debo admitir que muero por tener una entre mis manos.

Me acomodo abrochando mi cinturón, Devil me imita, y cuando acaba pone su mano sobre mi pierna.

—¿Todos listos?—El grito de Natanael resuena en todo el estacionamiento.

Las cornetas suenan enseguida, dejando saber que están preparados, Natanael hace lo mismo pitando tres veces, y las puertas se abren ante nosotros.

Aceleramos a todo motor y el rugir de cada carro es impresionante, la brisa golpea mi rostro moviendo un par de cabellos, y yo dejo de sentir nervios, ahora me domina la adrenalina que me causa la situación, sabiendo que esta noche será una locura.

Las cicatrices de MadelaineDonde viven las historias. Descúbrelo ahora