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Nadie les quita los ojos de encima, ni se preocupan en disimular, los dos pequeños a bordo tienen la atención de cuatro jóvenes sobre ellos, los miran como si tuvieran un tercer ojo, y ellos van de lo más felices sin darse cuenta de nada

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Nadie les quita los ojos de encima, ni se preocupan en disimular, los dos pequeños a bordo tienen la atención de cuatro jóvenes sobre ellos, los miran como si tuvieran un tercer ojo, y ellos van de lo más felices sin darse cuenta de nada.

Madelaine vuelve a estar en mis piernas y Asly en las de André, Saskya y Tobías se han adueñado de la mitad del asiento.

—¿A dónde vamos?—Se atreve a preguntar el menor de los Jost.

—A mi casa, allá podré enseñarte mi moto, te la pasarás genial.

Un pellizco en mi rodilla me hace soltar un quejido—No le metas ideas—Me habla Madelaine a regañadientes.

—Bien, andando entonces—Antonella arranca después del comentario, y yo me encargo de ponerle cinturón a los niños.

Gastón pone música cómo de costumbre, y se sorprende al ver que Saskya tararea una, más no dice nada, somos desconocidos para ellos, el exceso de confianza puede asustarlos.

Llegamos a casa y los niños son los primeros en entrar, ambos miran todo sorprendidos, nuestra sala es llamativa, y para ellos aún más, no saben que ver.

—¿Les gusta?—Los ánimo a explorar el lugar.

—¡Síí, está de locos!—Saskya corre al televisor—¡Es gigante!

—Aunque solo un poco más grande que el nuestro—Refuta su hermano.

—Pueden ver lo que deseen, están en su casa.

No esperan para tomar el control y empezar a buscar algo para ver, se deciden por Tarzan y todos terminamos yendonos a la cocina.

—¿Ganándose a los cuñados, señor Roux?—Me molesta André.

—No, no digas idioteces.

Me adelanta sentándose en la barra, y yo tomo un banquito ubicándome al lado de Mad.

—Esos obviamente son tus hermanitos—Asly señala la sala—¿De qué tipo de revista de niños guapos los sacaste?

—De las bolas de mi padre—Responde sarcástica.

—Pues déjame decirte que tienen que bendecir esas bolas, ¿sabes lo hermosos que serán en unos años?—Abre un paquete de papas.

—Ya son preciosos—Mad le resta importancia.

—¿Así de rubia eras?—Sigue con las preguntas mientras come.

—Ajá.

—¿Tienes fotos?

—No.

Yo sí. Pienso, más no lo digo.

—Da igual, el rojo te queda de puta madre.

—Gracias—Le sonríe.

Gastón nos pasa una lata de refresco a cada uno, antes de soltar la lengua, como era de esperarse.

Las cicatrices de MadelaineDonde viven las historias. Descúbrelo ahora