Capítulo 4

143 13 27
                                    

Tomo un sorbo de mi botella y la dejo sobre la barra del bar. Después miro a Monique, que me observa con horror.

-Briana... ¿Qué estás haciendo?

-¿A qué te refieres?

-Te traje a este hermoso y elegante restaurante para beber unos cócteles y tú estás tomando una cerveza desde la botella. Creía que tenías más…

-¿Clase? -pregunto con burla-. Por favor, dame un respiro.

Mi amiga me mira con sus bellos ojos verdes y su expresión consternada me hace reír.

-No sé qué te causa gracia, eres una señorita. Deberías actuar como tal, o al menos intentarlo.

-¿Señorita? Monique, tengo veinticinco años…

-No hablemos de la edad -pide rápidamente.

Ella era dos años mayor que yo y le aterraba llegar a los treinta sin esposo e hijos. A mi la edad no me importaba, lo que sí me preocupaba era lo rápido que me estaba terminando la bebida.

-No voy a fingir algo que no soy -digo después de dar otro sorbo-. De chica quería casarme de blanco y tener muchos hijos. Pero el tiempo pasa y pasa y… pasa. Ahora simplemente me conformo con encontrar a alguien que me quiera y disfrutar de mi cerveza mientras espero a que eso suceda.

-¿Y si eso no ocurre?

-Entonces moriré solterona -contesto bromeando.

La verdad era que ya me había resignado a encontrar al pretendiente perfecto. Sobretodo cuando tenía un par de hermanos que espantaban a los pocos hombres que se me acercaban.

-A todo esto... ¿No tienes a nadie para presentarme? -le pregunto curiosa-. Quizás alguno de tus ligues tiene algún amigo disponible…

-No, no. Ni lo sueñes… Mis ligues son todos unos perdedores, por lo tanto sus amigos también lo son.

Suspiro desanimada.

-¿Sabes qué es lo peor? Donovan y Alexander tienen una lista extensa de amigos atractivos y exitosos. Si no fueran tan gilipollas ya podría haber salido con alguno de ellos, pero ni para eso sirven mis hermanos…

Monique empieza a reírse con ganas y me contagia el buen humor. Parecemos dos veteranas en plena crisis amorosa, y aquello era tan triste como gracioso.

-Por la eterna soltería -dice levantando su copa.

Copio su gesto y brindamos. Luego nos quedamos en silencio por unos minutos. Un hombre se sienta a nuestro lado y le pide una bebida al barman. Monique me hace una seña con los ojos para que lo mire; y como si fuéramos un par de adolescentes empezamos a reírnos y a chismear. No estamos borrachas pero alegres, y eso nos lleva a exagerar más nuestras expresiones.

No parece ser ni más joven ni más grande que nosotras. Tiene el pelo de un hermoso negro azabache y la piel blanca como la nieve. Viste un par de vaqueros, una camiseta y chaqueta de cuero, todo haciendo juego con su mismo color de pelo. Y huele delicioso, a jabón y tabaco. Fresco pero masculino.

Inclino mi cuerpo de manera inconsciente hacia él para olerlo mejor pero por desgracia pierdo la estabilidad. Con rapidez él hombre me sostiene y vuelvo a recuperar el equilibrio. Sonrío nerviosa. Demasiado nerviosa. Aquello fue innecesario. Le pido disculpas y me acomodo en mi asiento nuevamente. Luego le doy la espalda y pongo mi mejor cara de bochorno a Monique, que está colorada tratando de aguantar la risa. La miro y le suplico que se recomponga. Pero yo tampoco lo puedo soportar mucho tiempo más y rompo a reír junto a ella.

-Me alegra hacerlas reír -dice con pena sin dejar de mirar su bebida.

Ambas nos damos vuelta y volvemos a mirarlo.

No Te Enamores De Mi Donde viven las historias. Descúbrelo ahora