Capítulo 20

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Falta una hora para el mediodía cuando me subo a un taxi y dejo atrás mi apartamento para pasar el día entero con mi familia.

Por un lado me emociona. Es el único momento de calidad que tengo con ellos, sobretodo con mi madre que es la persona a la que menos veo. Pero por otra parte hubiera preferido quedarme en la cama hasta el lunes por la mañana. Después de la caótica noche del viernes, Paul se quedó conmigo toda la mañana del sábado y se fue de casa un poco antes de la hora del almuerzo. Sus caricias, sus besos y sus abrazos se sintieron como un bálsamo para mis nervios. Sin embargo, sentí un vacío en el pecho en el momento que volví a quedar sola en mi apartamento.

Cuando llego a la casa de mis padres abro la puerta con una copia de sus llaves y lo primero que hago es guardar en el refrigerador un pastel de chocolate con fresas que compré para comer después del almuerzo. Luego voy hasta el patio trasero, donde suele estar mi madre la mayor parte de su tiempo.

-¡Cariño! ¡Qué alegría verte! -me dice tirada en el piso rodeada de flores, tierra y macetas-. Ven, ayúdame por favor.

De joven mi madre había sido maestra, y con los años ascendió a directora. Pero recién este año se jubiló y decidió usar su tiempo libre para dedicarse a la jardinería, su segunda pasión.

Camino en su dirección y le sostengo el brazo mientras ella se levanta. Después se quita los guantes sucios y me da un abrazo fuerte y apretado. Huele a jabón de rosas y a pasto recién cortado. Y su cabello desprende un aroma a brisa de primavera y a sol. Las arrugas alrededor de sus ojos se hacen más pronunciadas y me sonríe con la dulzura de una madre que extraña a su hija.

-¿Cómo estás, cielo? -me pregunta aún en sus brazos.

-Muy bien -respondo con sinceridad, el vacío de mi pecho se había llenado con su sola presencia-. ¿En qué te puedo ayudar?

-Recoje esas hortensias -me dice mientras guarda una pequeña pala en su caja de herramientas-. Y entremos a la casa.

Hago lo que me pide y le sigo los pasos hasta la espectacular y gigante cocina de mi madre.

-Toma -me llama después de sacar un jarrón de vidrio-. Llénalo de agua y deja las flores allí.

-Briana, cariño.

Mi padre aparece y me da un beso en la mejilla derecha, luego abre el refrigerador y saca un poco de carne y verduras para llevarlas a la barbacoa del patio trasero. Me río por dentro al verlo vestido con unas bermudas blancas, un suéter de lana y pantuflas de abuelo. Pero no le digo nada. Mi padre es una persona simple que disfruta de la ropa cómoda los días en los que no tiene que usar traje y corbata.

-¿Qué vas a preparar? -pregunto con curiosidad.

-Costillas de cerdo con la salsa especial de tu bisabuelo -me responde de buen humor-. Y tu madre quiere hacer el puré preferido de Alexander con algo de ensalada.

-Suena bien -comento y termino de poner la última hortensia en el jarrón-. ¿Quieres que te prepare algo de beber?

Mi padre asiente antes de desaparecer de la cocina y se lleva todo los ingredientes para cocinar afuera.

-¿Donovan y Alex? -le pregunto a mamá, quien lava minuciosamente un par de zanahorias y tomates de su pequeña huerta.

-No lo sé -responde concentrada en su tarea-. Deben estar por llegar.

-¿Dónde dejo las flores?

-Ahí están bien -contesta y levanta su cabeza hacia mi dirección-. Ahora ven y siéntate a mi lado mientras preparo la ensalada.

No Te Enamores De Mi Donde viven las historias. Descúbrelo ahora