Capítulo 16

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No sé cómo pero logro sobrevivir a Mike durante las dos primeras rondas de apuestas. Su cercanía, su voz sobre mi oído y su mano tocándome la parte baja de mi espalda fueron una tortura. Sobretodo con los ojos de cuatro hombres que se habían ubicado frente a mí y no se perdían detalle de nada.

Quería que el plan funcionara, pero al mismo tiempo tenía miedo que mis hermanos lo arruinaran todo. Y tuve que emplear al máximo mis encantos femeninos para que Mike no sospechara. Por supuesto, él estaba más pendiente a mi trasero que a mis palabras. Y agradecí que nadie lo notara, de lo contrario Donovan o Alexander estarían sobre él en cuestión de segundos.

Una campana anuncia el ganador de la segunda ronda y el público rompe en aplausos y gritos victoriosos. Sé que no me queda mucho tiempo para seguir engatusándolo. A partir de ahora dejo todo en manos del destino y cruzo los dedos para que se logre el cometido.

-Tengo una sorpresa para tí -le digo al oído y pongo una mano en su pecho-. No olvides mirar en mi dirección mientras juegues, sólo así podrás saber de qué se trata.

Mike sonríe complacido.

-Por supuesto, hermosa -responde y se aleja de mí no sin antes guiñarme un ojo.

Donovan, Paul, Mike y otro jugador toman asiento. La mesa es redonda y los jóvenes eligen las sillas ubicadas como los cuatro puntos cardinales. El arquitecto está al norte, observándome de frente. Al oeste mi hermano mayor. Al este Mike. Y al sur, de espaldas a mí, el cuarto jugador.

Todo el público rodea aquella mesa, incluyéndome. La habitación está a oscuras, como siempre, y la única luz es la que ilumina a los jugadores y a sus cartas. Donovan es el participante con más experiencia y tiene el derecho a empezar la partida. Se desabotona el cuello de la camisa e inclina su cabeza hacia un costado para que los huesos de su espalda suenen con fuerza. Cuando está listo comienza a repartir los naipes y los espectadores contienen el aliento. La primer mano siempre es la más importante porque determina el orden para la segunda.

Observo a los cuatro jugadores con detenimiento. Desde donde estoy puedo ver las cartas de todos menos las de Paul. Pero mi hermano tiene la mejor combinación y empieza el juego con ventaja. El público aplaude y grita eufórico. Y yo suelto el aire que tenía acumulado en mis pulmones por los nervios. Bien, pienso para mis adentros. Es un buen inicio.

El rostro de Paul se mantiene igual a lo largo de la partida. Está serio y con el entrecejo fruncido. Cabreado a mil y luchando para concentrarse en el juego. Mike, por otro lado, parece disfrutar a pesar de no haber conseguido una buena combinación durante la primer mano. Pero es un tipo con experiencia y no se siente intimidado. Mi ex compañero de clases tira sus cartas y es su turno de ganar. Sus ojos me observan por unos segundos y levanta la comisura de sus labios con arrogancia. Le devuelvo la sonrisa fingiendo interés pero por dentro me muerdo la lengua.

Mi hermano mayor no parece contento.

Las siguientes rondas se disputan entre Mike y Donovan. Pero Paul logra un buen puntaje y no queda eliminado. El cuarto jugador se levanta de la mesa a medida que el dinero de la apuesta se hace cada vez más grande y mi corazón empieza a latir con fuerza. Estoy demasiado nerviosa. Y la tensión del público tampoco ayuda. Según mis cálculos no quedan más de dos rondas para que se defina al ganador. Donovan cree que lo que hice en la sala vip alcanzó para asegurarse una victoria pero estoy convencida que si sigue así el ganador va a ser otro.

Juego impaciente con mis manos. El tiempo corre y tengo que hacer mi último movimiento. Mis hermanos van a estar furiosos pero le rezo mínimamente a mil santos para que me sigan el juego y no cometan ninguna estupidez.

Paul toma todas las cartas y empieza a mezclarlas antes de repartirlas. Cuando todos ven sus combinaciones me desabotono el abrigo y espero a que Mike me observe. Una vez que tengo su completa atención me quito el tapado dejando a la vista el provocador vestido que llevo puesto. Es de un rosa pálido, como el tono de mi piel. Está ceñido a mi cuerpo y la tela casi transparente simula una textura espectacular, como si hubiera salido del agua. Aquella prenda acentúa mis caderas, mi cintura y mis pechos, que están pendiendo dramáticamente del escote y no dejan nada a la imaginación.

No Te Enamores De Mi Donde viven las historias. Descúbrelo ahora