Capítulo 34

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Después de mi charla con Donovan regreso a mi despacho con la mente más clara y el corazón más liviano. El fin no justificaba los medios, y aunque mis hermanos quisieran protegerme debían comportarse como personas más maduras sin importar todo lo que les había ocurrido en el pasado. Pero ahora los entendía un poco mejor. Sin embargo, lo que nunca iba a entender era su obsesión con follarse a todo lo que tuviera un agujero entre las piernas. Sobretodo después de saber lo mucho que había sufrido Donovan con el abuso de su compañera. Pero ése era otro tema, y mientras todo fuera consensuado no tenía porqué importarme.

Tomo asiento en mi escritorio y chequeo mi casilla de correo. No tengo ningún mensaje y eso me hace sentir extraña. Mis días en Torres y Asociados consistían en trabajar intensamente desde que llegaba hasta que me iba. Pero ahora, con la nueva modalidad de Christopher, me encontraba a la deriva y sin rumbo fijo. Suelto un suspiro cansado y cierro los ojos obligándome a no pensar en él o en mi futuro incierto. Iba a tomarme el día libre con la mente en los preparativos de la fiesta sorpresa de Monique. Lo demás podía esperar.

Después de enviarle un mensaje de texto a Héctor me arreglo el cabello y me retoco el maquillaje. Luego tomo mi cartera y salgo de mi despacho como una ninja profesional y evito las miradas curiosas. Cuando llego al primer piso no me queda otra opción que pasar por el mostrador donde trabaja Monique, y cruzo los dedos para que ella no note nada raro.

-¿Ocurre algo? -me dice después de estudiarme de pies a cabeza.

-Debo hacer unos recados para el señor Hamilton -miento y sigo caminando para que no me saque más charla-. Hablamos luego.

Le tiro un beso en el aire y la joven sonríe de buen humor. Al parecer mi mentira piadosa funcionó, lo cual me deja un poco más tranquila. Aunque debo admitir que el sólo hecho de juntarme con su hermano hace que mi corazón se ponga inquieto.

Cuando salgo del edificio empiezo a andar a paso ligero dos calles abajo. Podría parecer una paranoica pero prefería caminar un par de cuadras a arriesgarme a que alguien como Monique o mis hermanos nos vieran. Y si eso ocurría no iba a poder librarme de ninguna mentira o excusa medianamente aceptable.

-Buenas tardes, Briana.

Héctor está apoyado sobre su hermoso Mercedes plateado y me regala una media sonrisa cuando me ve. Viste unos pantalones entallados oscuros y una camisa blanca con el cuello abierto y las mangas dobladas hasta los codos. Lleva el cabello húmedo pero peinado hacia atrás y un mechón rubio cae hacia adelante por su frente descubierta. Tiene la mirada limpia, la piel reluciente y los labios más carnosos que nunca. Es todo un bombón que exuda seguridad y sensualidad. E inevitablemente eso ya me pone nerviosa.

-Buenas tardes, Héctor -le digo y juego nerviosa con mis manos cuando llego a su lado.

El joven se acerca un poco más a mí y apoya una mano sobre mi hombro antes de darme un beso fugaz sobre mi mejilla. Aquello me desestabiliza y no sé cómo actuar. Pero logro disimular los nervios a pesar de la puntada de placer que mi vientre sintió con el roce de sus labios sobre mi piel.

-¿Estás lista? -me pregunta mientras abre la puerta del pasajero y asiento.

Me subo a su coche y me pongo el cinto de seguridad. El olor a su colonia me invade los sentidos y grito internamente.

-¿A dónde vamos? -le digo al mirar por la ventana cuando el coche se pone en movimiento.

-Al apartamento de Monique -contesta y me observa de reojo con una sonrisa en su bello rostro.

Me revuelvo nerviosa en el asiento del copiloto.

-No sé si es una buena idea…

-¿Por qué lo dices? -comenta restándole importancia-. ¿Creés que mi hermana va a vernos? Todavía le quedan unas cuantas horas de trabajo.

No Te Enamores De Mi Donde viven las historias. Descúbrelo ahora