Capítulo 50

122 19 35
                                    

Miro a Alexander y luego a mi madre. Su expresión denota culpa y es evidente que todo había sido parte de un plan en conjunto.

-¿Por qué me haces esto, mamá? -le pregunto ignorando a mi hermano-. Se supone que tienes que estar de mi lado.

-Pasaron tres meses, Briana. Cuatro si no cuentas la última vez que fueron a verte al club de Jack. Ya es hora de que hablen.

-¿Sabes lo del club? -comento sorprendida-. Entonces también sabes que tus hijos se comportaron como unos verdaderos cavernícolas aquella noche y atentaron contra la seguridad de la única persona que me estaba protegiendo.

-Briana...

Suelto un suspiro con impaciencia y miro a mi alrededor. Estábamos en un lugar público y no quería volver a hacer un escándalo a la vista de extraños. Eso era inmaduro y sólo terminaba arruinando un buen momento.

-Entiendo lo difícil que puede ser para tí ver a tus hijos distanciados. Pero créeme, ya intenté hablar con ellos y la distancia es lo único que realmente funciona.

-Funcionará para tí, porque para mí es todo lo opuesto -interviene Alex y me atrevo a verlo por primera vez-. ¿Cuánto tiempo más necesitas para volver a dirigirnos la palabra?

Abro la boca para reprochar pero la mesera llega con nuestros platos. Después de servirnos nos pregunta si queremos algo para beber y nos limitamos a pedir otra copa de vino. La comida luce deliciosa, sin embargo el estómago se me cierra por los nervios de tener a uno de mis hermanos a mi lado después de meses sin saber de ellos.

-Primero come -contesta el joven mientras mira hacia otro lado con molestia-. Luego hablaremos.

-No me des órdenes, Alexander.

-Briana, por favor -interrumpe nuestra madre y fuerza una sonrisa para que corrija mi actitud-. Disfrutemos del almuerzo en silencio y después serás libre de decidir qué hacer. ¿De acuerdo?

Miro mi plato y frunzo los labios con recelo. La verdad es que muero de hambre y sé que la comida puede ayudarme a pensar en otra cosa. Así que sólo por esta vez dejo pasar mi repentino mal humor y me refunfuño en mi asiento antes de llevarme el tenedor a la boca. Mamá sonríe agradecida y nos limitamos a comer. Alex no me molesta y su compañía resulta casi tolerable gracias a las preguntas triviales que contestamos como pasatiempo para que la hora transcurra de manera tranquila. Y cuando finalmente dejamos nuestros platos vacíos apoyo mi espalda en el respaldo de la silla y me cruzo de brazos, satisfecha.

-¿Quieres que te pida el postre? -pregunta Alexander y me mira con ojitos de ciervo moribundo-. Aquí tienen un pastel de fresas que seguro te encantará.

-No vas a doblegarme con comida -reprocho como una niña chica y giro la cabeza hacia otro lado-. Aunque debo admitir que el almuerzo logró apaciguar mi mal humor, y no me molestaría probar ese pastel del que tanto hablas.

El rostro de mi hermano se ilumina y llama rápidamente a la mesera para pedir el postre. Aguardamos no más se cinco minutos y cuando doy el primer bocado cierro los ojos para contener el placer de la mezcla de sabores que explotan en mi boca.

-¿Está bueno, verdad?

-Más que bueno -respondo aún con la boca llena-. Esto es el puto paraíso.

Alexander mira a mamá y ambos sonríen esperanzados. Pero antes de que saquen conclusiones precipitadas me acomodo mejor en mi asiento e intento poner cara de pocos amigos.

-Alex, un postre no va a cambiar las cosas -digo mientras me tomo unos segundos antes de seguir comiendo, y cuando termino dejo el tenedor encima del plato-. Si quieres hablar conmigo vas a tener que cumplir un par de cosas para que eso suceda.

No Te Enamores De Mi Donde viven las historias. Descúbrelo ahora