Después del beso subimos a mi apartamento y lo primero que hago es quitarme el abrigo y los tacones. Luego me dirijo hacia mi pequeña cocina y abro el refrigerador.
-¿Quieres un poco de agua? -le ofrezco mientras saco dos pequeñas botellas.
Paul no me contesta, sólo se acerca en mi dirección y me da un repaso de muerte.
-Ése vestido -murmura con desaprobación-. Quisiera romperlo en mil pedazos.
-¿Tanto lo odias? -contesto cansada pero divertida y le paso una de las botellas de agua sin gas-. Lo lamento, no puedes romperlo. Me salió bastante caro.
-Puedo compensarte económicamente.
El joven termina de decir aquello y se refresca la garganta con su bebida. Cuando deja la botella vacía se scerc un poco más y me mira con recelo.
-Sólo dime cuánto te costó así te lo arranco de una vez.
Bebo un poco de agua y lo miro desafiante. Luego cierro la pequeña botella y la vuelvo a guardar en el refrigerador.
-No vas a arrancarme nada -respondo y camino en dirección a mi cuarto-. Me gusta demasiado como para arruinarlo, así que vas a tener que conformarte con quitármelo.
Paul acorta la distancia entre nosotros caminando lento pero seguro. Parece un felino a punto de atacar a su presa. Pero cuando llega a mi lado se limita a poner sus manos en mi cintura para apoyarme delicadamente sobre el marco de la puerta que divide mi habitación con el baño.
-No es lo que quiero -comenta serio y sin dejar de mirarme-. Pero me sirve.
Sonrío y me quedo observándolo mientras sus dedos empiezan a desabotonar la parte de delante de mi vestido. Sin embargo un suspiro de frustración se escapa de sus labios a medida que me va desvistiendo.
-De verdad quería romperlo -susurra y sus manos suben rápidamente a mis pechos desnudos cuando el vestido cae al suelo.
Cierro los ojos y recuesto mi cabeza en el marco de la puerta al sentir una sensación de alivio mezclada con placer. Su cuerpo se pega al mío y comienza a besarme con dulzura.
-Paul…
-Lo sé, lo sé -responde a regañadientes-. Nada de sexo.
Me muerdo el labio cuando su boca baja por mi cuello y tengo que reprimir las ganas de tocarlo.
-Necesito darme una ducha -digo de pronto pero hago una mueca de placer cuando sus dedos pellizcan gentilmente mis pezones.
-¿Quieres bañarte sola o…?
-Sola -respondo rápidamente-. Voy a bañarme sola.
El joven suelta una pequeña risa en la zona de mis clavículas y junto mis piernas con impaciencia para calmar la excitación que me provoca el tacto de sus manos sobre mi piel. Paul deja de jugar con mis pechos y me toma el trasero para pegarse aún más a mí para comerme la boca con pasión. El contraste de su ropa fría contra mi caliente desnudez me eriza de pies a cabeza y trato de controlar mis pensamientos más impuros.
-De acuerdo, nena -dice después de besarme a su antojo y toma asiento en mi cama-. Te esperaré aquí.
Lo miro mientras intento calmar mi respiración. Una vez que se sienta apoya una de sus manos en mi cama y abre las piernas. Aquello imagen deja muy poco a mí imaginación y aprieto mis puños antes de darme la vuelta y encerrarme en el baño.
-Maldita sea -mascullo cabreada mientras abro el grifo de la ducha.
Lo deseo. Lo deseo a pesar de haberle pedido que no quería acostarme con él. Pero no puedo hacerlo. Primero, porque me siento adolorida y necesito al menos unas horas para recuperarme antes de ir a por todas con el arquitecto. Y segundo, porque aún sigo pensando en Jack y en todo lo que me hizo en la casa de los Montgomery. Su manera de hablarme, de tocarme, de mirarme, de follarme. Hasta su maldita manera de rechazarme. No quería admitirlo pero mi boca se había quedado con un gusto agridulce en el momento que me despedí de él.
Me meto en la ducha y dejo que el agua fría me ayude a olvidar todo por unos minutos. No es verano, tampoco hace calor. Pero me gusta hacer temblar a mi cuerpo con un poco de adrenalina por el shock de temperatura.
Tomo mi esponja preferida y la lleno de jabón. Luego empiezo a lavar cada rincón de mi piel. Hago una mueca de dolor cuando levanto mis brazos para limpiar mis axilas. Siento los músculos tensos y agarrotados por haberme aferrado con fuerza a Jack mientras me montaba sin descanso. Mi abdomen y mis piernas se sienten igual de adoloridos. Pero ese dolor es insignificante comparado al que tenía entre las piernas. Apoyo una mano sobre los azulejos de mi ducha y me muerdo la lengua para evitar que se me escape un gemido de sufrimiento cuando tengo que limpiar mi intimidad.
-Me cago en la puta mierda -exclamo y dejo que el agua fría corra por mi espalda.
Necesito tomar algún relajante muscular y dormir hasta que se me raje el trasero. Es la única manera de sobrellevar el dolor físico.
-¿Estás bien?
La voz de Paul me toma por sorpresa y levanto mi rostro en su dirección. Tiene el entrecejo fruncido y me mira con preocupación mientras sostiene la cortina de la ducha. Asiento y trato de quitarme los restos de jabón pero de pronto alguien llama a la puerta y mis ojos se abren de par en par.
-¡Briana! ¿Estás ahí? -siento la voz de Donovan gritándome desde el lado de afuera del edificio y la sangre se me congela.
-Mierda, mierda, mierda -maldigo y salgo rápidamente de la ducha ignorando el dolor que siento con cada paso que doy.
Tomo una toalla y me cubro el cuerpo con ella. Luego le doy un rápido vistazo a mi habitación para evitar que alguna pertenencia de Paul delate a mi compañía de la noche.
-Métete ahí -le digo en un susurro nervioso mientras lo empujo hacia la ducha aún abierta-. Y por el amor de Dios, no te muevas.
Salgo del baño disparada hacia la sala de estar cruzando los dedos para que no se les ocurra entrar a mi apartamento.
-Peque…
La voz de Alexander suena casi desesperada y empuja a Donovan para poder acercarse a mí y abrazarme con fuerza. Arrugo la nariz con disgusto. Tanto él como mi hermano mayor huelen a humo de cigarrillos, sudor, alcohol y dinero. A apuestas. A pelea. A todo lo que deseo olvidar de mi memoria.
-¿Te encuentras bien? ¿Alguien te ha hecho daño? -pregunta Alex tomándome del rostro con preocupación mientras Donovan empiezan a mirar cada rincón libre de mi casa.
-¿Qué estás haciendo? -le pregunto intentando ocultar mi miedo.
-Me aseguro de que Jack no esté contigo.
-¿De qué estás hablando? -aquellas palabras salen honestamente sorprendidas de mi boca-. ¿Jack no está con ustedes?
-No estoy de humor para tus bromas, Briana -me advierte mi hermano mayor.
Me suelto del abrazo de Alex y voy directo hacia donde Donovan.
-No estoy bromeando -contesto igual de cabreada que él-. Jack me dejó en un taxi y volvió a lo de los Montgomery.
El joven deja de buscar con la mirada y relaja los hombros. Luego me observa, sientiéndose un poco más tranquilo.
-Eso mismo me ha dicho. Pero después salió en busca de su coche y no volvió.
-No sé qué quieres que te diga, Donovan. Pero Jack ni siquiera sabe dónde vivo, al menos que tú se lo hayas dicho.
-Por supuesto que no -responde poniendo las manos en sus bolsillos y frunciendo el entrecejo-. Jamás le daría tu dirección a ningún hombre, por más amigo mío que sea.
-Perfecto, ahora váyanse.
-¿Qué? Recién llegamos. ¿No quieres que te contemos sobre la pelea?
-No, Alex. No quiero que me cuenten nada. Sólo quiero irme a dormir.
-¿Por qué te bañaste?
La voz de Donovan suena desconfiada y mira por encima de mi hombro en dirección a mi habitación.
-Porque apestaba a tabaco y a whisky -respondo con exasperación.
Pero no parece convencido, lo cual me ofende muchísimo porque a pesar de tener a Paul escondido en mi cuarto de baño soy una persona limpia y siempre tomo una ducha antes de acostarme.
-Voy a chequear tu habitación.
La voz de Donovan suena intimidante y decidida. Y no lo puedo culpar. Él es el zorro más viejo de todo el condado y conoce todos los trucos y engaños cuando de relaciones casuales se trata. Es imposible mentirle, pero trato de hacer mi mejor esfuerzo antes de que descubra a Paul.
-¡No! -le digo y me pongo en su camino.
-Briana, déjame pasar.
-¡No, no puedes entrar allí!
Donovan mira a Alex y le hace una señal para que vaya él en su lugar.
-¡Me bajó la regla! -grito muerta de la vergüenza sabiendo lo mucho que odian hablar de asuntos femeninos.
Alexander deja de caminar y Donovan abre los ojos con incomodidad así que aprovecho eso para seguir hablando.
-Manché mi vestido y mi tapado…
-De acuerdo, te creo -comenta el más grande.
-Mi cama también está manchada de sangre…
-Peque, por favor.
-¡Mucha sangre! ¡Litros y litros de sangre oscura y espesa!
-¡Maldita sea, Briana! ¡Deja de hablar de eso! ¡Ya lo entendí!
Donovan parece asqueado y a punto de desmayarse, al igual que Alexander. Quien se cubre la boca y empieza a caminar en dirección a la puerta. Sonrío triunfante para mis adentros. No hay nada mejor que desestabilizar la frágil masculinidad de dos alfas hablando de vaginas y ciclos menstruales. Sin embargo me siento afortunada, porque perfectamente podría haberse ido todo al demonio en cuestión de segundos.
-Te dejaré limpiar… Limpiarte… Eso… -comenta el mayor con incomodidad antes de irse-. El domingo… El domingo…
-¿Qué ocurre el domingo?
-Almorcemos juntos en la casa de papá y mamá.
-De acuerdo, los veo allí.
Mis hermanos toman rápidamente elevador y cierro la puerta con doble seguridad apenas desaparecen de mi vista. Luego recuesto mi espalda en ella y cierro los ojos sin poder creerme lo cerca que estuvieron de descubrir a Paul.
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No Te Enamores De Mi
RomanceBriana Torres es una hermosa y brillante joven que cambia su antiguo trabajo por un puesto como la secretaria de su padre en la empresa de construcción Torres y Asociados. Allí tendrá que pasar sus días soportando los celos y la intensidad de sus he...