Capítulo 41

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Al día siguiente me levanto con un dolor de cabeza monumental pero intento disimularlo porque Héctor aún se encuentra a mi lado y no quiero que nuestra despedida sea incómoda o frívola. Le ofrezco mi baño para que tome una ducha rápida mientras preparo algo de comer. No solía desayunar, sin embargo tenía que tener algo en el estómago si quería que el ibuprofeno me hiciera efecto.

-No tenías que preparar todo esto -murmura sorprendido cuando llega a la cocina.

-Oh, vamos. Sólo es café con un poco de fruta y tostadas. De seguro desayunas mejor que esto.

-No te creas -responde de buen humor y prueba el café-. No suelo comer nada en las mañanas porque salgo a correr y luego me preparo para ir a mi estudio.

-¿Trabajas en ayuno? Vaya, yo jamás podría hacerlo.

-Mi secretaria siempre me lleva algo a mi despacho una vez que llego.

-No sabía que los abogados podían tener secretarías.

-Los que trabajan de manera independiente quizás no. Pero la firma para donde trabajo sí. Somos unos cuantos abogados y es necesario que alguien que nos ayude a manejar a los clientes, sobretodo con la organización para repartir nuestros días entre juzgados, prisiones y centros del estado.

Asiento impresionada por aquello y charlamos un poco más de su trabajo mientras desayunamos. Héctor podía ser pícaro y seductor, pero también tenía una faceta encantadora que le permitía a uno sentirse cómodo a su lado, porque siempre encontraba algún tema de conversación y sabía cómo mantener el interés. Cuando terminamos de comer llevo todo para el lavabo y el joven me ayuda a lavar los trastes. Por su manera rápida y eficaz de hacerlo me doy cuenta que es una persona que disfruta de los quehaceres domésticos y aquello me sorprende.

-¿Qué ocurre? -pregunta divertido al ver mi expresión contrariada-. ¿Nunca viste a un hombre limpiar su propia taza?

-Bueno... Si te soy completamente sincera, no. En mi casa papá siempre se encargó de cocinar y mamá de limpiar. Y mis hermanos parecen alérgicos a la limpieza, creo que nunca los ví encender el lavarropas o pasarle un trapo al piso.

-¿Y tus novios?

Levanto una ceja con desaprobación pero sonrío de manera burlona.

-¿De verdad quiere tocar ese tema, joven abogado?

Héctor se seca las manos y me regala una sonrisa de oreja a oreja. Luego se acerca a mi lado y pone sus manos sobre mis caderas.

-Nunca tuve novios -respondo antes de que diga algo-. Y no me quedaba el tiempo suficiente con mis ligues porque por lo general los mandaba a volar una vez que me acostaba con ellos.

El joven suelta una pequeña risa espontánea y me acaricia el rostro con ternura.

-Inesperadamente tú y yo somos más parecidos de lo que creía.

-¿Por qué lo dices?

-Porque tampoco tuve novias. Y mis encuentros sexuales son superficiales.

-¿Nunca tuviste novias? Me suena imposible de creer.

-¿Qué es lo que te resulta imposible de creer? ¿Acaso tu falta de compromiso o desapego romántico no hace que pongas un muro emocional para proteger tu corazón?

Sus palabras me dejan con la boca abierta. No sé qué decirle porque por primera vez en mucho tiempo alguien describe mis sentimientos a la perfección.

-Yo soy igual, Briana. Jamás estuve en una relación seria porque no creo en el amor. Nunca me lastimaron pero es algo que llevo arraigado y por alguna inexplicable razón no siento deseos de sufrir por una mujer.

No Te Enamores De Mi Donde viven las historias. Descúbrelo ahora