Diez años de amistad.
Un pasado triste que los une.
Jacob y Leah jamás pensaron que podían ser algo más que amigos pero las cosas cambian cuando se van a vivir juntos.
Todo empezó con una propuesta y no una de esas en dónde la chica al final termina...
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Jacob
Solo faltan menos de veinticuatro horas. Tan solo eso es suficiente para que empiece a estresarme antes de tiempo. Sé que mi teléfono va a explotar el día entero de tanto sonar, por mi madre y mi padre no pondré ponerlo en modo avión e ignorar al resto del mundo.
Lo único que quiero es tener un domingo tranquilo, como si fuese un día más, con mis amigos es suficiente y así será.
Y antes de que el día de mañana sea algo estresante, aunque no esté en New York estoy seguro que será como si lo estuviera, mamá no me dejará pasar el día así por así, lo más probable es que nos pasemos horas hablando en una vídeollamada, por eso hoy compartiré con mis amigos.
A penas son las diez de la mañana y ya le informé a todos los planes que tengo para esta noche, todos estuvieron de acuerdo.
—¿Cuál te gusta más? —entra Leah a mi habitación —Este o este, no sé cuál de los dos me quedaría mejor. Dime cuál te gusta a ti, el negro o el blanco, rojo no es una opción.
En sus manos cuelgan dos percheros con un vestido cada uno. Pasea ambos frente a su cuerpo como si de esa forma pudiera saber cuál de los dos le quedará mejor.
—Cualquiera de los dos te va a quedar bien —digo al fin —Pruébalo los dos y con el que te sientas más cómoda, ese deberías ponerte.
—Si estoy aquí pidiendo tu opinión es porque los dos me gustan pero no puedo elegir entre ellos.
Dejo la comodidad de mi cama y camino directo al sofá de mi habitación una vez cómodo, dirijo toda mi atención a la castaña.
—Pruebatelos entonces para mí —pido.
Deja las dos piezas sobre la cama y con lentitud empieza a desvestirse a unos pocos metros de mí, quedando solamente en ropa interior.
Primero se prueba el vestido blanco, escote en forma de corazón, sin tirantes ni mangas, le queda unos centímetros más arriba de sus rodillas y se ajusta a las curvas de su cuerpo, marcando en especial la zona de su pecho y cadera.
—¿Qué opinas? —investiga.
Le queda bien, pero no creo que sea el indicado para después de la cena en el restaurante que reservé, irnos a la discoteca del mismo sitio a terminar la noche, el vestido es muy formal para bailar.
—Pruebate el otro —resuelvo.
Empieza a desvestirse nuevamente, a este punto estoy más duro que una piedra, quiero pararme y ser yo quien la desvista pero me contengo, ella vino por una opinión, no para terminar acostandonos.