Diez años de amistad.
Un pasado triste que los une.
Jacob y Leah jamás pensaron que podían ser algo más que amigos pero las cosas cambian cuando se van a vivir juntos.
Todo empezó con una propuesta y no una de esas en dónde la chica al final termina...
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Jacob
La noche avanzaba sin ningún problema. La alegría estaba impresa en mis amigos y todos los presentes. El hecho de que Leah le haya pedido a Loretta que nos hiciera compañía me alegró el doble. Teniendo en cuenta que solo mencionar su nombre le da celos, que la rubia nos haga compañía en este momento solo quiere decir que sus inseguridades poco a poco se están extinguiendo.
Eso es exelente, de esa forma ese jodido tiempo se acaba de una vez por todas.
Andrew había ido a llevar nuestros títulos universitarios a su carro para no dañarlo mientras estuviéramos aquí y cuando regresó nos hizo ponernos a todos de pie para bailar.
—Iré por más bebidas —habló Jonathan lo suficientemente alto para que todos oyeramos.
—Yo te acompaño —me ofrecí, ya estaba cansado de estar bailando.
Bien, no éramos los mejores amigos, pero al menos ya habíamos dejado el pasado atrás.
Nos alejamos unos metros hasta llegar a una mesa amplia con diferentes tipos de bebidas.
—Coctel para las chicas y cerveza para nosotros —comunicó Jonathan.
A pesar de que su tono de voz fue alto y lo escuché, solo asentí en respuesta, pero mis ojos estaban puestos en la castaña que bailaba al ritmo de la música. Loretta tenía un vestido amarillo y Savannah uno en rojo, a pesar de esos colores que llamaban tanto la atención, varios de los presentes tenían fija su vista en la chica del vestido negro.
Bailaba con Elena y Andrew, mientras que la otra pelirroja rizada lo hacía con la rubia.
—¿Todo bien? —cuestionó.
Desvíe la vista hacía él cuando me hizo la pregunta, solo asentí.
—Los dos no podemos llevar bebidas para todos —digo como si no fuese obvio —Aunque pensándolo bien es mejor que nosotros no bebamos. No podemos conducir a altas horas de la noche y con alcohol en el sistema.
—¿Estás seguro que todo está bien? —vuelve a preguntar.
No.
—Sí.
—¿Quieres hablarlo? Si no lo quieres hacer conmigo está bien, pero ahí están tus amigos —apunta a donde están bailando —Ellos te van a escuchar.
—¿Tan obvio soy? —cuestiono, hablo alto para que pueda escucharme —Este jodido tiempo es una tortura. Yo intento alejarme de ella, respetar su espacio y su decisión, pero es tan jodidamente difícil concederle lo que pide. Tratarla como solo una amiga después de la historia que tuvimos es asfixiante.
—¿Por qué no le dices esto a ella? Probablemente también se sienta como tú.
Tal vez tenga razón, pero terminar ese tiempo es decisión de ella. Cuando esté segura de lo nuestro, de que lo que siento por ella es real y sin sentirse presionada.
