Capítulo 14

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Leah

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Leah

Jacob no llora.

Jacob nunca llora.

No desde hace diez años y eso es lo que más me alarma y es el causante del descontrol de las lágrimas que bañan mis mejillas, la pelea ni siquiera importa, tampoco que me dejara y se fuera solo en ese estado, me importa el motivo de esas lágrimas que me hacen ir diez años atrás cuando lo conocí y en vez de tener una hermosa sonrisa en sus labios, solo tenía los ojos rojos de tanto llorar.

Jonathan se estaciona en el parqueo del hospital y no pierdo ni siquiera un segundo para bajar dejándolo dentro del auto. Cuando Jacob se fue sin mí llame a Elena y después a Andrew pero ninguno de los dos contestó el teléfono, mi única opción era Jonathan y lo llamé, las palabras casi no me salían cuando contestó el teléfono y llegó por mí al poco tiempo.

Me pidió que me calmara y sin lograrlo del todo le expliqué que tenía que volver a New York, esa llamada que recibió Jacob tenía que ver con Jenny y por su reacción solo lo peor pasó por mi cabeza, un recuerdo amargo que todos hemos querido dejar atrás y que pensamos que nunca más volvería.

Jonathan sin pensarlo se ofreció a traerme sin importar la hora en la que salimos de Boston y que llegamos de madrugada a mi ciudad.

—Oye espera —el agarre de su mano en mi antebrazo me hace detenerme —Tienes que calmarte, no resuelves nada en ese estado y tampoco sabes lo que pasa. Primero nos enteramos y si es de preocuparse lo haces cuando lo sepas y no te adelantes a los acontecimientos.

Me safo de su agarre y sigo mi camino. Claro que tengo que preocuparme, es Jenny, la princesita, la niña de todos, no importa la edad que tenga siempre nos preocuparemos por ella.

—Leah detente —demanda estacionándose frente a mí impidiendo mi paso —No sabes a dónde ir. Vamos a recepción y preguntemos por Jenny. Mírame —pide sujetando mis hombros —Va a estar bien, ten fé.

Fé. Siempre he tenido fé.

Entonces no dudes que todo va a estar bien.

Tengo miedo, mucho.

Me dejo guiar por Jonathan a recepción donde le da los datos de Jenny a la enfermera que busca en la computadora y nos da el piso y el número del cuarto donde se encuentra.

Subimos al ascensor en completo silencio. Cuando las puertas se abren en el segundo piso caminamos unos pocos minutos hasta que detengo mi paso provocando que Jonathan choque contra mi espalda.

Las lágrimas que había controlado hace un instante son renovadas por unas nuevas al ver a mi amigo apoyado en una pared, sentado en el piso, abrazando sus piernas contra su pecho. A unos metros están la señora Jessica y el señor Antonio sentados en uno de los muebles de espera, me ven y solo asienten para luego abrazarse.

Solo somos amigos ¿Verdad?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora