Capitulo 8

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Akira

— He visto que gastaste casi 150,000 dólares— asiento en dirección a Abel. Trae puesto un traje de empresario en color negro, siendo la corbata blanca lo único que desentona— Akira, no me pediste permiso para salir.

— ¿Tenía que preguntar?— inquiero dudosa, entornando mis ojos— Creí que era tu esposa, no tu esclava Abel.

Sus ojos azules no me transmiten nada, es una mirada transparente, sin nada que mostrar. Doy dos pasos hacia atrás cuando lo siento acercarse, igualando a un depredador queriendo atrapar a su presa. Mis pasos no son suficientes, su mano se envuelve en mi cuello, en un agarre duro.

— Soy tu esposo— me advierte— Para la próxima pídeme permiso si piensas salir de mi casa.

— No soy una prisionera— me defiendo— Puedo hacer lo que me dé la gana...

— Estas a punto de serlo— amenaza con voz grave— Mide tus palabras, la forma en cómo te diriges a mí— aprieta su agarre, intento tragar saliva, pero me lo impide— Respétame.

Siento mis ojos humedecerse, su agarre es férreo y dejará marca. Me remuevo, trato de soltarme, pero es en vano.

— Abel— llevó mis manos a sus brazos, peleando por soltarme de su agarre asesino— Por favor...

Mi cuerpo impacta con la pared de atrás cuanto me tira, por fin libertándome de sus manos.

— No me saques al monstruo, pequeña Akira— lo miro con asco, odio y todos sus sinónimos— Estás aquí porque me necesitas; no lo olvides.

— Siempre puedo irme— aclaro, y sé que me equivoco al segundo. Da grandes zancadas hasta llegar hasta mí. Me toma fuerte por el nacimiento del cabello y chillo— Suéltame Abel, te lo advierto.

No lo hace. La ira comienza a formarse en mi sistema, acrecentándose con los segundos en que sus manos no liberan mi cabello. Respiro rápido, agitado. Mis manos se aprietan en puños.

— Eres mi esposa y haré contigo lo que quería— me tira en la cama. Y no, no, no. No hará eso.

No lo hará.

Mi espalda choca con el suave colchón, y veo sus intenciones. Quiere tomarme a la fuerza; quiere imponerse sobre mí. Quiere demostrar quien es el macho, pero se ha equivocado. Preveo sus movimientos, respiro profundo y levando ambos pies al mismo tiempo en que se tira a la cama, mandándolo fuera. Cae al piso, su ceño se frunce e intenta levantarse.

— Te estás equivocando conmigo— amenazo poniéndome en pie. Sus ojos me retan, un reto peligroso— Soy tu esposa, pero ambos salimos beneficiados de esta alianza. Quien no tiene que olvidar su lugar eres tú...

— Eres una maldita...

Impacto ni puño con su rostro antes de que diga la palabra. Estoy hastiada, hasta la madre de él.
Hasta la madre de todos. Trastabilló cuando siento que devuelve el golpe, muerdo mi labio antes de devolverle a él el golpe.

Su nariz empieza a sangrar.

— Respétame Abel, que soy tu esposa— sus ojos reflejan enojo— Soy tu igual.

«Superior»

— Mi igual y una mierda— Sale de mi habitación dejándome sola, y con un montón de pensamientos. Mi pecho sube y baja.

Me miro al espejo, viendo la marca que quedó por su agarre. Yo misma me he condenado a un infierno mientras intentaba escapar de otro.

•••

— No debió hacer eso— alejo mi rostro cuando Lara coloca alcohol— Mira como te dejo.

— Tienes que verlo a él— digo para que ella no crea que me deje— Le di dos golpes.

Contra las Reglas. (+21) Editando.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora