Capítulo 42.

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Akira.

Mis ojos se han abierto miles de veces, los abro y los vuelvo a cerrar cuando siento la presencia de la gente. No quiero enfrentar a nadie, no quiero hablar con nadie y prefiero fingir que aún duermo plácidamente.

Los recuerdos de lo que viví en las manos de Masashi me atormentan. No quiero recordar, he tratado de evitar muchas cosas, trato de guardarlas en un lugar perdido de mi mente, pero es imposible. Siempre que cierro los ojos, puedo verlos, a todos:

Esta Hellen, me golpea una y otra vez, y logra lastimarme con sus palabras. No quiere salir de mi mente, y cuando pienso en ella, solo puedo pensar en su reacción cuando me quitaron a mi bebé. Ella estaba feliz, disfrutaba verme sufrir, disfrutaba ver como me arrebatan a mi hija.

Y Armin. Ni siquiera quiero reflexionar en él, hacerlo me trae recuerdos aún más dolorosos. Todos los días, durante mi secuestro, iba a donde estaba solo para decirme palabras hirientes. Lo que más me dolía, era cuando me contaba las cosas que le hacía a Killian, y cuando me mostraba los videos, era lo peor.

Odiaba verlo así, tan joven y tan dañado, recibiendo golpes, siendo obligado a matar, entrenando horas sin parar, llorando. Recordar duele, y trato de alejarlo todo, porque solo fueron videos, pero fue como vivirlo en carne propia, estaba viendo al hombre que amaba, y aún amo, sufriendo.

«Sufrió tanto»
No puedo detener el sentimiento de admiración que va creciendo en mi pecho a cada momento.

Killian ha venido varías veces, me habla de diferentes temas, me dice que todo estará bien, cree que estoy dormida y no sabe que lo escucho, aunque tiene la esperanza de que sí. Al final, siempre dice que tiene que irse por asuntos de la central, que está trabajando en atrapar a nuestros enemigos.

Nuestros enemigos. Suelo suspirar al recordar eso. Él considera a mis enemigos como suyos, y eso me llena de maneras inimaginables.

Abro mis ojos adaptándome a la luz que entra por la ventana, pero los vuelvo a cerrar cuando veo como el pomo de la puerta comienza a girarse, anunciando visita. No tengo idea de quién es, lucho por hacerme la dormida, fingiendo a la perfección, con la respiración calmada y mis latidos suaves.

Puedo escuchar sus pasos, siendo lo único que rompe el delicado silencio de la habitación de hospital.

— Kitten— Es Joel, reconozco su voz, nunca la olvidaría.— Llegue tarde— Musita y toma mi mano llevándola a su rostro.

Me siento mal. Joel no debería de sentirse culpable, fui yo quien me entregue, fue yo quien puse a mi bebe en peligro, y es mi culpa haberlo perdido.

«Fue todo mi culpa»

Todo, desde los maltratos verbales, hasta los físicos y emocionales. Fue mi culpa, absolutamente todo, y lo acepto, porque siempre es mi culpa. La muerte de mis padres fue mi culpa, y ahora la muerte de mi pequeña.

— No sabes lo tanto que quiero volver el tiempo atrás— Lucho contra las lágrimas que se acumulan detrás de mis párpados. No me permito llorar, me hago la fuerte— A cuando nos conocimos en esa fortaleza, a cuando me presentaste a tu familia.

Los recuerdos afloran, y puedo vernos a ambos. Dos jóvenes entrenando, disparando y luego convirtiéndose en dos adultos, peleando contra nuestros enemigos. Si me esfuerzo bien, puedo escuchar nuestras voces en esos momentos.

No lo parecía, pero estábamos bien. Éramos felices, y no supimos apreciar eso.

El silencio que se forma es cómodo. Quiero abrir los ojos y mirar los suyos, pero me contengo. Me contengo como en todo.

Contra las Reglas. (+21) Editando.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora