Capítulo 48.

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Killian.

— ¿Dónde me llevas, Akira?— La pregunta abandona mis labios cuando siento que el camino ha durado demasiado. La japonesa niega con la cabeza y sonríe luciendo nerviosa, pero sin querer darme razones— Puedo bajar de aquí...

— Si te bajas te perderás la sorpresa— Lo dice como si no le importara, pero por sus ojos si le importa, su cuerpo está tenso y sus manos tamborilean en el volante, pero su agarre no es para nada fuerte. Se tiene confianza a ella misma siempre que está conduciendo, y me veo interrogándome si nunca tuvo miedo, si todo fue una más de sus mentiras así como nos mintió a todos sobre estar escapando a voluntad y temerle a Masashi.

Sus ojos vuelven a ubicarme.

— Akira, dime a donde vamos o me bajaré— Sostengo y repite su negación. Estoy por hablar cuando acelera y gira a la derecha sin siquiera poner las direccionales— Creo que deberías conducir correctamente...

— No viene nadie detrás.

Detiene el auto en una casa pequeña, que luce moderna. La miro confundido, pero sigo sin decir nada, no tengo idea de que será la sorpresa y la ansiedad comienza a jugarme sucio porque nunca sé dé que se trata cuando Akira tiene que ver. La japonesa podría sorprenderme con cualquier cosa, y es por eso que la sigo hasta la entrada con el cuerpo lleno de expectación.

— Esto es una clase de regalo extraño, porque siempre te ha pertenecido.

— Solo dilo.

— No quiero que te enojes, o sientas que debías ser tu quien lo...

— Akira— La interrumpo y tomó su mano acercándola más a mi, sus ojos se encuentran con los míos y traga saliva lentamente mirándome entre seria y divertida— No voy a enojarme— Las palabras me abandonan y es que así lo siento, no quiero enojarme con ella, no quiero peleas innecesarias que nos hundan más de lo que ya estamos.

Solo la quiero a ella. Quiero su compañía, sus sonrisas, su tiempo, y nada más que eso.

No suelto su mano, la aprieto con fuerza a medida que ella nos guía dentro de la casa, en la cual no presto mucha atención más que al frente para yo tropezar con nada. Llegamos a una puerta marrón y ella decide mirarme, enfrentándome y soltándose de mi agarre.

— Creo que deberías verlo solo...

— Contigo— Vuelvo a interrumpirla— Lo que sea que esté detrás de esa puerta, quiero que estés conmigo para verlo, para enfrentarlo o lo que sea.

Mi mente trabaja a mil por minuto tratando de averiguar que es, porque lo único que sé es que no puede ser nada bueno. Con lo tensa que se encuentra y sin querer mirarme, ella misma me da indicios de que no es algo bueno.

— Abre esa puerta japonesa.

Hace caso a mis palabras y con un suspiro profundo gira el pomo de la puerta dejando ver un cuerpo, una puta persona sentada en una silla con las manos y los pies atados a esta. Respiro hondo, lo hago una, dos, tres y cuatro veces antes de mirar a la japonesa.

Siento que es demasiado, siento que en cualquier momento podría faltarme el aire y me asfixiaría, siento los miedos, que siempre guardo en mi interior, salir a flote, siento mi corazón latir más rápido de lo normal, siento como la sangre se detiene abruptamente para después volver a correr más caliente, más rápido, siento tantas cosas, pero sobre todo siento alivio.

Es un alivio que llena todo mi cuerpo, y que envía sensaciones de adrenalina, las cuales se añaden al miedo y lo dejan atrás.

Si, lo dejan atrás porque ya no soy ese chiquillo al que el hombre que está frente a mi puede golpear. Ya no soy ese chiquillo que le teme a las palabras y maltratos de su padre. Las cosas son diferentes ahora.

Contra las Reglas. (+21) Editando.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora