Killian.— ¿Dónde me llevas, Akira?— La pregunta abandona mis labios cuando siento que el camino ha durado demasiado. La japonesa niega con la cabeza y sonríe luciendo nerviosa, pero sin querer darme razones— Puedo bajar de aquí...
— Si te bajas te perderás la sorpresa— Lo dice como si no le importara, pero por sus ojos si le importa, su cuerpo está tenso y sus manos tamborilean en el volante, pero su agarre no es para nada fuerte. Se tiene confianza a ella misma siempre que está conduciendo, y me veo interrogándome si nunca tuvo miedo, si todo fue una más de sus mentiras así como nos mintió a todos sobre estar escapando a voluntad y temerle a Masashi.
Sus ojos vuelven a ubicarme.
— Akira, dime a donde vamos o me bajaré— Sostengo y repite su negación. Estoy por hablar cuando acelera y gira a la derecha sin siquiera poner las direccionales— Creo que deberías conducir correctamente...
— No viene nadie detrás.
Detiene el auto en una casa pequeña, que luce moderna. La miro confundido, pero sigo sin decir nada, no tengo idea de que será la sorpresa y la ansiedad comienza a jugarme sucio porque nunca sé dé que se trata cuando Akira tiene que ver. La japonesa podría sorprenderme con cualquier cosa, y es por eso que la sigo hasta la entrada con el cuerpo lleno de expectación.
— Esto es una clase de regalo extraño, porque siempre te ha pertenecido.
— Solo dilo.
— No quiero que te enojes, o sientas que debías ser tu quien lo...
— Akira— La interrumpo y tomó su mano acercándola más a mi, sus ojos se encuentran con los míos y traga saliva lentamente mirándome entre seria y divertida— No voy a enojarme— Las palabras me abandonan y es que así lo siento, no quiero enojarme con ella, no quiero peleas innecesarias que nos hundan más de lo que ya estamos.
Solo la quiero a ella. Quiero su compañía, sus sonrisas, su tiempo, y nada más que eso.
No suelto su mano, la aprieto con fuerza a medida que ella nos guía dentro de la casa, en la cual no presto mucha atención más que al frente para yo tropezar con nada. Llegamos a una puerta marrón y ella decide mirarme, enfrentándome y soltándose de mi agarre.
— Creo que deberías verlo solo...
— Contigo— Vuelvo a interrumpirla— Lo que sea que esté detrás de esa puerta, quiero que estés conmigo para verlo, para enfrentarlo o lo que sea.
Mi mente trabaja a mil por minuto tratando de averiguar que es, porque lo único que sé es que no puede ser nada bueno. Con lo tensa que se encuentra y sin querer mirarme, ella misma me da indicios de que no es algo bueno.
— Abre esa puerta japonesa.
Hace caso a mis palabras y con un suspiro profundo gira el pomo de la puerta dejando ver un cuerpo, una puta persona sentada en una silla con las manos y los pies atados a esta. Respiro hondo, lo hago una, dos, tres y cuatro veces antes de mirar a la japonesa.
Siento que es demasiado, siento que en cualquier momento podría faltarme el aire y me asfixiaría, siento los miedos, que siempre guardo en mi interior, salir a flote, siento mi corazón latir más rápido de lo normal, siento como la sangre se detiene abruptamente para después volver a correr más caliente, más rápido, siento tantas cosas, pero sobre todo siento alivio.
Es un alivio que llena todo mi cuerpo, y que envía sensaciones de adrenalina, las cuales se añaden al miedo y lo dejan atrás.
Si, lo dejan atrás porque ya no soy ese chiquillo al que el hombre que está frente a mi puede golpear. Ya no soy ese chiquillo que le teme a las palabras y maltratos de su padre. Las cosas son diferentes ahora.
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Contra las Reglas. (+21) Editando.
RomansaFuerza, valentía, audacia. Tres cosas que no te pueden faltar en mi mundo. Lastima que algunas veces reemplazamos una de ellas por debilidad, el sinónimo del amor. No estábamos hechos para estar juntos. Mafiosos y justicieros estaban destinados a es...