Capítulo 45.

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Akira.

Cuando conocí a Killian, supe en el primer momento cuáles eran sus intenciones conmigo. Supe que quería usarme, lo veía en sus ojos, los cuales profesaban el odio hacia Abel.

Nunca me preocupe por saber más. Vi a Killian como una forma de diversión, como el entrenamiento, como la única forma de escapar por momentos de mi cruel destino. No contaba con que el maldito iba a enamorarme hasta los huesos, porque si, estoy enamorada, demasiado.

Killian me tiene hechizada.

—¿No me dirás hacia dónde me llevarás? — Salgo de mis pensamientos, y decido hacer la pregunta por enésima vez, logrando arrancarle una tenue sonrisa ante mi insistencia por saber el destino de esta noche.

Cuando llegamos devuelta de la laguna, Killian me dijo que iríamos a un lugar, pero no me dijo dónde.

La angustia va a matarme:

—No.

He pasado todo el día rogándole que me diga dónde iremos y por qué me pidió que me arreglara y vistiera de blanco. Sé que lo que sea que esté planeando, no lo hace con malas intenciones, no es nada que pueda lastimarme, sino todo lo contrario. Sé que quiere verme feliz y relajada a su lado, siempre. Sé que lo desea.

Estos días, horas, minutos y segundos que he pasado junto a él han hecho que lo que siento por él crezca de una manera inexplicable. Amo estar a su lado, amo ser la única que recibe sus caricias y sonrisas. Amo compartir todo tipo de momentos con él. Con el hombre que juró nunca enamorarse de la mujer de su enemigo. Y aquí estamos, juntos en un país completamente diferente a los que solemos visitar.

Acomodo por última vez mi cabello y luego coloco una diadema blanca entre mis cabellos negros. Verme de este color resalta mi lado inocente, aquel que no conozco desde hace mucho tiempo. Aquel que refleja a la Akira inocente, a esa, tal vez de 15 años.

Me gusta cómo me veo, no me veo tan mal como pensé que sería. A Killian también parece gustarle cómo luzco , ya que lleva un rato mirándome fijamente. Me mira con deseo, con ganas, pero sobre todo con esa palabra que ahora anda en mi cabeza todo el tiempo, con el amor.

Los recuerdos de ese lago siguen en mi mente, proyectándose a cada momento, recordándome que soy amada por el hombre al que amo.

Killian sigue mirándome. No disimula en absoluto, la forma en que me mira muestra todo lo que esta sintiendo. Sé que ha estado conteniendo sus deseos cada vez que estamos juntos. Él no quiere que vuelva a tener una crisis como la que tuve cuando le rogué que lo hiciéramos sin condón.

«Querías obligarlo»

No- contradigo a esa maldita voz en mi cabeza. Me tiene cansada, siempre queriendo hacerme caer. Es como si yo misma fuera mi mayor enemiga, y ya no quiero más.

«Solo acepta que casi lo obligas»

No. No. Y no. Maldita-mente no.

Realmente no quise obligarlo, nunca lo haría. Simplemente, todo se volvió en mi contra: los sentimientos, la culpa, los recuerdos de cómo perdimos a nuestra hija, de cómo me la arrebataron. Todo se volvió contradictorio y me llevó a decir y hacer cosas que jamás haría, no con mis 5 sentidos. Sin embargo, Killian me entiendo y supo cómo controlarme.

Y se lo agradezco. Agradezco que no me dejara caer por los impulsos, y las decisiones estúpidas a las que me arrincona el dolor.

—Puedes dejar de mirarme así —una ronca risa escapa de su boca, poniendo todo mi cuerpo en alerta. Sé porque se lo estoy pidiendo, y es que siento que su mirada quema mi cuerpo y puede ver a través de mi.

Contra las Reglas. (+21) Editando.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora