Contra las Reglas. (+21) Editando.

Extra Killian.

Este es un extra sobre Killian en su juventud.
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Omnisciente.

— Prométeme que nunca te volverás como ellos.

Era solo la súplica de un pequeño hacia otro. La súplica de un niño que no quería perder a su amigo.

— Te lo prometo— dijo el chico de ojos verdes. Ambos eran muy jóvenes, apenas 15 años de edad— Aunque seamos separados por la diferencia entre nuestros mundos, nunca te dejaré. No te veré como a un enemigo, Killian.

Killian asintió. Sintiéndose bien ante la promesa de su amigo. A pesar de que todo fuera en contra de ambos. A pesar de que estaban siendo entrenados para diferentes mundos.

— Abel— Llamó Killian con inocencia, y el aludido lo miró— ¿Crees que algún día podremos salir de aquí?

La pregunta estaba cargada de esperanza. Era un sueño lograr hacerlo, era un sueño muy difícil de cumplir. Aún así, la esperanza de ambos se mantenía. En especial la de Killian, que miraba hacia fuera de la prisión con ojos brillantes.

— Saldremos— sentenció Abel. Sin decir más, ambos se fueron a dormir.

Eran mejores amigos. Unidos por un plan perverso, un plan de dos hombres que eran como hermanos.
La noche pasó dándole paso a un hermoso día.
Hermoso para todos, menos para Abel y Killian, quienes fueron levantados con fuertes gritos.

Armin, el padre de Killian, entró gritando a su habitación. Con una soga dispuesto a golpear a quien no siguiera sus órdenes. Killian se levantó, viéndose en sus ojos.

Quería decirle "padre, estás aquí", pero se contuvo, producto de las veces que lo intentó y obtuvo malos resultados.

— Despierten y vayan al salón de boxeo— fue una orden que nació desde su garganta con voz estridente.
Armin estaba cansado de entrenar a su hijo, y a Abel, hijo de su hermano adoptivo, Carlos.

Él sabía que con la muerte de Carlos, tenía que enviar a un sucesor, y ese era Abel. Ambos chicos corrieron hasta el salón de boxeo. Encontrándose con el hombre encargado de entrenarlos.

— Quiero 200 vueltas al salón— ordenó severo—¡Ahora!

Para las 178 vueltas, Killian sentía que no podía, y Abel ya estaba cansado. Killian continuó, haciendo la vuelta 179.

— No te detengas— invitó a su amigo a continuar— Te lastimarán si no lo logras.

Sin que nadie viera, se asomó hasta el envase con agua y pasó su mano para llevarla al rostro de Abel, dándole un poco de ánimos.

— Gracias Killian— musitó el chico de ojos azules, y continuó.

Ambos lo hicieron, cumpliendo las 200 vueltas que exigía Andrés, su entrenador. El hombre era capaz de torturarlos si no cumplían con lo requerido.

— Mañana pelearán a muerte— dictaminó y Killian bajo la mirada. No le gustaba matar, aunque tuvo que hacerlo la primera vez para salvar a su amigo de las manos de otro chico que también luchaba por su vida.
Esa vez, Killian amaneció teniendo pesadillas. Su padre se dio cuenta y lo obligó a matar a 5 hombres más, estaba torturando a Abel para que Killian sucumbiera.

Para la muerte número 10, las pesadillas comenzaron a desaparecer, pero ambos tenían esperanzas de escapar de ese mundo de mierda al que estaban siendo sometidos.

— Quiero que entrenen...

— Pero estaremos débiles para mañana.

— La vida es una lucha constante, Killian— respondió Andrés— Si peleas hoy, tienes que estar listo para mañana, y después de mañana— el pequeño hombrecillo asintió, decidido a luchar— En este mundo no es ganar o perder, es mantenerse.