Capitulo 4.

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Killian.

Observó al hombre de ojos azules con odio, con la necesidad de cobrarle todo lo que algún día me hizo. Tengo deseos de eliminar su mísera vida aquí mismo, sin importarme estar en su territorio.

—¿Me pides una tregua? — preguntó con la sangre hirviendo— Después de matar a mis hijos...

— ¿De verdad no te importaba mi hermana? — me pregunta con ironía. Como si a él le importara, fue él quien acabó con su vida, llevándose su último aliento.

La mato solamente porque se metió conmigo, el hombre a quien él considera su peor enemigo. No tuvo piedad, ni siquiera con su hermano, así como no la tuvo conmigo hace tantos años. Cuando éramos cercanos, cuando yo confiaba en él.

— No lo suficiente para que me duela la cabeza al pensar en ella— espetó entrecerrando los ojos— pero mataste a mis hijos— Respiro hondo, mis manos se envuelven en el cuello de su camisa, estoy exhalando ira. Quiero matarlo.

El recuerdo de mis pequeños llega a mí. Y es molesto sentir dolor frente a él, así que oculto el sentimiento.
En un segundo siento una mirada asustada en mí, levantó la vista encontrando a dos mujeres. Una desconocida que me mira con asombro, sin saber qué decir.

— ¿Tu nueva adquisición? — le pregunto con burla, y aprieto mi agarre en su cuello.

— Mi esposa— la presenta como si fuese un trofeo.

Vaya, vaya.

Me doy unos segundos en poder analizar a la que dice ser su esposa y me doy cuenta de que es Akira Uchima, la hija de los famosos líderes de la mafia japonesa una de las mafias más fuertes y temida. A la central llegó el caso de sus padres muertos. Murieron en una carrera, una muerte provocada.

La chica es guapa, tiene buen cuerpo y el vestido corto que trae puesto se ajusta perfectamente a su cuerpo. Es joven, bastante a comparación de mi edad y la de Abel. No me sorprendo con los gustos del malnacido de Baker. Suele andar algunas veces con mujeres aún más jóvenes y eso es lo que más me repudia de él, después de lo que les hizo a mis hijos y su madre.

Su hermana me importaba poco la verdad. Tuvimos nuestros encuentros, pero solo era para placer y para poder llegar a su hermano. Ambos lo sabíamos, ella lo acepto. Pero no salió como lo espere, la mujer salió embarazada gracias a que tuvo la magnífica idea de romper el condón para quedar preñada de mí. Y lo logro... Ya que tuvo dos niños que llevaban mi sangre y la asquerosa sangre de Abel.

Me negaba a aceptarlos como a mis hijos, pero solo sucedió. Una noche los tuve conmigo, y me di cuenta de que eran mis hijos, y que mi sangre dominaba más que la del mal-nacido a mi lado.

—Dime cuál es tu maravilloso trato antes de que me arrepienta de estar aquí como un jodido imbécil y no aprovechar que te tengo en frente y matarte de una vez por todas—Siseo con brusquedad. Pero él no se inmuta, me enfrenta.

—Suéltame primero—Lo hago haciendo que su cuerpo impacte con la mesa de vidrio que se parte en pedazos por su peso— Bastardo—Susurra, pero lo he escuchado perfectamente—. Váyanse de aquí y hagan algo en vez de estar como unas malditas chismosas—La rubia no duda en retirarse, pero la asiática no. Parece que se marcha, pero vuelve un buen rato, ahí parada viendo entre Baker y yo. Sus ojos se detienen en mí más de lo normal, me inspecciona de arriba hasta abajo para después detenerse en mis ojos.

Sus lindas piedras oscuras me miran fijamente sin una pizca de miedo. Parece que el sentimiento ha sido completamente remplazado por la curiosidad e intriga. Sus expresiones son demasiado fáciles de leer y mucho más para una persona como yo. La milicia me ha dado experiencia, no por eso soy el ministro, teniendo el poder de 6 céntrales en diferentes países.

Contra las Reglas. (+21) Editando.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora