Capítulo 43.

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Akira.

Han pasado tres semanas desde el secuestro, desde el momento en que me cargo en sus brazos y me saco de ese infierno.

Recordar hace que duela todo, es doloroso y lo odio. Odio todo el dolor que me ha tocado vivir, odio mi vida incluso, pero trato de mantenerme en pie.

No sabía que decir cuando Killian me saco del hospital, aunque después de todo, yo se lo había pedido. Puedo recordar mis palabras, débiles, donde le rogaba que me llevara lejos, y él lo cumplió.

Apenas ayer llegamos a la República Dominicana. No hablamos mucho en el camino, pero nos entendimos con la mirada. Cuando llegamos, una mujer nos recibió con mucha comida y puedo decir que con mucho "amor".
Me hizo sentir como en casa, y dijo que se encargaría de nosotros durante los próximos días.

Me dormí de inmediato, el sueño era demasiado, pero aun así fue consciente de Killian velando mis sueños, cuidándome del único peligro, de mi.

Dejo de recordar cuando observo por la ventana.
Está lloviendo. El agua cae a cántaros, y suena contra el techo, que no es exactamente un techo. Es de zinc.

Killian aún duerme, y son las 3 de la tarde.

¿Cómo puede dormir tanto?

Creo que ayer no lo hizo por cuidarme a mi.

Yo me levanté temprano, estuve donde la mujer, Rosa, si, así era su nombre. Desayune con ella, volví aquí, lo encontré aún dormido, salí de vuelta donde la mujer, la ayude a cocinar algo, tome café a su lado, volví y él aún está dormido.

Me siento inquieta, no puedo quedarme sola, porque los pensamientos quieren atacar cuando lo estoy. He caminado de un lado a otro, una y otra vez, sin ningún descanso. No me atrevía a levantarlo, pero la ansiedad terminará matándome si no lo hago, necesito compañía.

Tomo la comida de Killian y me acerco a él.

— Killian— lo levantó, con la comida en mano. El agua sigue cayendo con fuerza—Killian— duerme como una maldita roca, su pecho desnudó sube y baja, una de sus manos se encuentra en su cara— Cariño, despierta.

Por fin abre los ojos, mirándome soñoliento.

— ¿Qué pasa, japonesa?

Es increíble, pero el apodo pone a vibrar todo mi cuerpo, y me hace sentir bien. Me siento especial siempre que me llama así, amo que lo haga.

— Es tarde— el agua aumenta, suena aún más fuerte— Ven a comer.

— Lo que quiero comer esta justo frente a mi.

— Te refieres a la comida— se la muestro en mi mano, solo para molestar porque si entendí la referencia— Aquí esta— se la tiendo y la acepta con un resoplido, levantándose y dejándola en una mesita para ir al baño.

Escucho el agua caer. Pero no me meto, no quiero salir empapada por esa agua, y mucho menos empapada por mis fluidos. Sonrió ante el pensamiento y me quedo mirando su comida, el tiempo pasando demasiado rápido.

«No pienses»

Él sale, con una toalla en su cintura, y se acerca a besarme, puedo sentir el olor a pasta dental.
Sonrió y señaló la comida.

— Tienes que comer— advierto con voz grave y me levanto, mirando hacia fuera. El agua lluvia no ha parado, veo como las gotas caen, pareciendo destellos.

— Ven a comer conmigo— Pide y se acerca a mí.

— Yo ya comí— confieso con un poco de vergüenza, porque lo hice sin él.

Contra las Reglas. (+21) Editando.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora