Capítulo #29

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Kōga se levantó temprano, su tío seguía empacando las pertenencias junto con su hermana.

—Amour: Hermano, ¿A dónde vas?—Abrazó la pierna de Kōga al ver que se acercaba a la puerta—¿Vas a practicar?—Kōga la cargó.

—Kōga: Voy a despedirme de unos amigos antes de irnos a Asgard, prometo volver en la tarde a jugar contigo—La niña sonrió, su hermano mayor siempre cumplía sus promesas—Hasta pronto tío, hasta luego Raion—Despeinó al infante a la vez que bajaba a la niña.

Se dirigió esta vez sin capas ni nada que ocultara su identidad a la parte del santuario en la que entrenaban Haruto y Yūna, se percató que había personas que cuchicheaban cuando pasaba, pero para no perder la cortesía saludaba y sonreía.

—Kōga: Este debe ser el Coliseo—Miro esa enorme edificación, parecía que llevaba siglos en pie—Se ve majestuoso—Entró al coliseo muy relajado, realmente no le prestó atención a su ambiente hasta que un ataque casi lo roza, pero como siempre le sucedía, algo hacía que se devolvieran.

Esa extraña fuerza misteriosa la tenía desde que era pequeño, era como si algo externo lo protegiera. Devolvía hasta los ataques de su poderosa madre.

—Kōga: ¡Soūma!—El moreno había caído al piso gracias a esa táctica de defensa—Déjame ayudarte—Le tendió la mano al león menor.

—Soūma: Gracias Kōga, te lo agradezco—Se levantó mientras los demás chicos se le acercaban—¿Y eso qué estás fuera de tu casa? Pensé que eras un ermitaño o algo así.

—Ryuho: No lo molestes, Soūma—Apoyo su mano en el hombro de Kōga—Nos alegramos de que estés aquí, ha pasado mucho tiempo.

—Kenyo: ¿Qué te hace salir de tu burbuja de introversión, compadre?—Kōga se echó a reír por el vocabulario que uso su amigo, a Kenyo ya se le había pegado las malas mañas de Edén.

—Kōga: Pues…—Se rascó la nuca buscando una forma de expresarlo—Me tendré que mudar—Dijo apenado, y con unas gotas de sudor corriendo por su frente.

—Soūma: ¡¿Te mudarás?! ¡¿A dónde?!—Zarandeo un poco a Kōga.

—Kōga: A Asgard—Se agarró la cabeza, el abrupto movimiento lo había mareado—Prometo escribirles y hablar con ustedes por mi celular.

—Kenyo: Sabes que en cuanto a ti, te visitare unque vivas en Corea del norte—Abrazó a Kōga—En cuanto a ellos… Lo veo medio difícil.

—Ryuho: ¿Tú no podrías llevarnos a visitarlo, Kenyo?

—Kenyo: Su familia no se asocia bien con extraños, son bien ermitaños. Me juzgaron hasta el alma antes de poder ir a casa de Kōga por primera vez—Sonrió al recordarlo, eran amigos desde hace bastante tiempo.

—Soūma: Pues supongo que la opción del celular es lo más viable—Se cruzó de brazos algo frustrado—¡Pero te vamos a extrañar, Koguita!—Le dio una palmada amistosa en la espalda, le saco el aire por error.

—Kōga: Agradezco la intención, pero más pasito la próxima vez—Se sobó la espalda—¿Dónde están Haruto, Haru y Yūna?

—Soūma: Ellos venían en camino con Haru, no entiendo por qué tardan tantos—Miraron hacia la entrada del coliseo, sin muchas noticias—Pero podemos escaparnos del entrenamiento e ir a Rodorio.

—Ryuho: Buena idea, ahí hay una dulcería muy buena—Agarró a Kōga de la mano—Vámonos, será divertido.

—Soūma: —Reviso en su bolsillo a ver si tenía dinero—Pues vayamos antes de que se nos haga tarde.

Se escabulleron hasta Rodorio, ye entre los cuatro se compraron diversos dulces y unos batidos de chocolate, planeaban ir a un parque cercano para comer y tal vez divertirse un poco en los juegos.

—Kenyo: No sé ustedes, pero yo veré si aún tengo el tamaño para subirme en los columpios—Dijo entre risas.

—Soūma: ¡Te reto!—Exclamó—Dudo que tú quepas en esa cosa.

—Kenyo: ¿Me estás diciendo gordo?—Hizo un exagerado gesto de sorpresa, para luego verse ofendido—¡Este acto de traición no será perdonado!—Ryuho casi escupe su batido de la risa.

—Ryuho: ¿Te estás divirtiendo, Kōga?—Preguntó mientras ignoraba hasta cierto punto la discusión de Soūma y Kenyo.

—Kōga: Bastante, a decir verdad—Tomo un sorbo del batido—Es como un sueño hecho realidad—Sonrió de oreja a oreja.

—Ryuho: Me alegro de que te hallamos conocido—Le sonrió—De verdad lamento que tengas que mudarte tan lejos.

—Kōga: No es su culpa, ustedes no son la causa de que yo me esté mudando—Puso su mano en el hombro—Además de que si consiguen buenos abrigos podrían irme a visitar.

—Ryuho: Y dime, ¿Por qué te mudarás?

—Kōga: Por unos viejos enemigos de mi mamá, nos vienen siguiendo desde que tengo memoria—explicó mientras jugaba con un mechón de su cabello—Aunque mi padre ya sabe de mi existencia en este santuario, parece que no le ha importado.

—Ryuho: Según Yūna, mi papá y el tuyo son hermanos—Kōga asintió serio—¿Y por qué no nos conocíamos? Parece que en tu familia la unidad es muy importante.

—Kōga: Si lo hacen, aunque algunos no sean parientes de sangre, aun así nos queremos mucho—Recordó a muchos de sus familiares maternos con una sonrisa—Es solo que la conexión con mi padre, que sería mi tía, no quiere saber nada del santuario. Por lo que tu padre para mí no existió hasta que Yūna lo menciono.

—Ryuho: Mi papá fue el caballero de dragón, luchó en muchas batallas por Atena junto a otros miembros de la familia Kido.

—Kōga: Mi madre y tía participaron también en esas guerras, mi mamá era valiente, usaba la psikoquinesis de manera impresionante. A lo mejor mi mamá y tu papá se conocieron—Planteó emocionado.

—Ryuho: Es muy probable—Miro a su alrededor—Estamos cerca de Yūna, siento su cosmos, puede ser que haya visitado a su tía.

—Soūma: ¿Hablas de la señorita Seika? Pues si Yūna está con ella, podríamos pasar a visitarlas.

—Kenyo: ¿Quién es Seika?—Pego un mordisco a uno de los dulces.

—Soūma: Es familiar de Yūna, es bastante amable.

—Kōga: Si es amable, entonces no tendremos problemas.

Continuará...

Saint Seiya: El Sacrificio de los DiosesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora