Capítulo #45

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La semana había sido una mierda, las misiones, el estrés constante y las preguntas incómodas abundaban.

Solo quería que lo tragase la tierra, callarlos a todos, ¿Era tanto pedir que lo alejaran de todo ese mundo?

¿Cuál era la necesidad? Era un humano a fin de cuentas, ¿No?

Había nacido como todos los humanos, la única diferencia entre él y algunas personas era en lo económico, pero de resto él se sentía igual a todos los demás.

Pero no podía huir de su realidad por siempre, por más que quisiera, su cuerpo se encargaba de recordarle que era un despropósito fingir ser humano, porque no lo era. Era un lobo vestido con piel de cordero.

No podía cumplir su trabajo sin pensar en los susurros ajenos, cuando iba por los pasillos, cuando acudía al Santuario a entregar los informes de sus misiones. Incluso cuando sus familias iban a hablar con su padre, sentía las miradas puestas en él.

¿Era tanto pedir que lo ignoraran? No era tan especial más allá de su linaje, ¿Por qué tantos murmullos al rededor de su persona?

Y ese ataque de ira de hace algunas semanas, ¿Cómo era tan incompetente al controlar su cosmos?

Pero la realidad era, que ese maldito collar era una desgracia, tener en el cuello, el maldito recordatorio de lo que odias, de lo que es, de dónde viene.

Era una carga, él era una carga.

Solo un error.

Algo que el destino jamás tuvo planeado, ¿Y como estaba tan seguro de eso? Pues su cuerpo se lo decía: La sangre ébano, los poderes, la maldición que lo perseguía.

Había sido un largo día, debido a problemas estructurales, sus amigos y él habían salido temprano del colegio, hace unos meses habían iniciado el tercer año, estaban a la mitad del bachillerato y él no debería estarse preocupando por la guerra en el santuario, era solo un chico de catorce años ¿O no?

—Oliver: ¡Ey! ¡Edén!—Lanzo hacía Edén un balón de fútbol, que el chico atrapó sin inmutarse.

—Pan: Creo que se descompuso—Paso la mano frente al rostro del chico.

—Caín: ¡Tierra llamando a Edén Kido!—Exclamó entre risas.

—Edén: Cállate la boca, hamburguesa sencilla—Le devolvió la pelota a Oliver.

—Caín: Oh, ya veo—Se río—¿Qué tienes?

—Edén: Estoy agarrando señal—Se cruzó de brazos—¿Qué crees que estoy haciendo?

—Oliver: No fijarte en el camino.

—Edén: ¿Qué?—Pregunto antes de llevarse por delante un poste de luz—Maldita sea, pa lo único que sirven estás vergas—Se quejó, se sostenía la cabeza adolorida.

—Pan: Edén, nos preocupas—Los tres amigos ayudaron a Edén a levantarse.

—Oliver: ¿Ves lo que pasa cuando no nos haces caso? Podrás tener todo el poder que quieras, pero eso no te quita lo estúpido.

—Edén: No soy estúpido, soy lo siguiente—Se sobó la cabeza mientras seguía caminando.

—Cain: Al fin se dio cuenta.

—Pan: Solo le tomo catorce años.

—Edén: Si quisiera tu opinión, la hubiera pedido, Cenicienta.

—Oliver: ¡Relájate!—Se subió a la rama de un árbol—Volviste a tu vida normal… Relativamente—Agregó—Esas cosas del “Santuario” se quedaron en el pasado.

Saint Seiya: El Sacrificio de los DiosesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora