Capítulo #32

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Tuvieron una tarde de lo más divertida, se olvidaron por un momento de todos sus malestares, sus dudas y labores como santos.

Pero ya era hora de volver a sus casas, en la mañana siguiente (lunes) tenían que volver a Palaestra.

Haruto volvió a su casa, dónde ya tenía a su mamá con la comida esperándole.

—Shoko: Vaya horas de llegar son estas—Bromeó—Se ve que te divertiste—Señaló el cabello despeinado de su hijo.

—Haruto: Pues si me divertí—Peinó con la mano su cabello—¿Tú cómo pasaste tu día?

—Shoko: Supervise el entrenamiento de unos aprendices, y luego hice la guardia como siempre—Le sirvió la comida a su hijo—Y tu profesor ya me contó que estás castigado, pero quiero oír tu versión de la historia—Se sentó a comer con él.

—Haruto: Estoy castigado por seguir a Edén al observatorio del colegio—Se quitó los lentes, el humo que desprendía la comida los había dejado empañados—Me quería disculpar con Edén, pero no responde mis llamadas.

—Shoko: Tal vez siga molesto, cuando se sienta mejor de seguro contesta tus llamadas.

—Haruto: Lo seguí para ver si estaba bien, se veía tan molesto. Pero uno no debe poner excusas a sus problemas—Reviso su celular otra vez—Veré la forma de arreglar esto con él.

—Shoko: ¿Y qué le pasaba a tu novio?

—Haruto: Estaba entrenando con Yūna, y de la nada se enojó, luego el profesor lo llevó fuera del salón—Bebió un poco de agua—Le quería preguntar por qué estaba molesto, y averiguar una forma de calmarlo, pero lo tomo como que lo estaba espiando, creo.

—Shoko: Con el tiempo él estará listo para hablarte, solo debes darle tiempo—Acarició la mejilla de su hijo—Estoy segura de que él no está molesto contigo.

—Haruto: Gracias, mamá—Siguió comiendo—¿Y por fin lograste hablar con Kyoko?

—Shoko: No, tu tía es una persona introvertida—Se sostuvo la frente—Pero no pierdo la esperanza en que tarde o temprano podré presentártela.

—Haruto: Debe ser una persona increíble si tú estás tan determinada.

—Shoko: Era la santa de liebre cuando nosotras éramos más jóvenes, pero cuando empecé a salir con tu padre ella tomó distancia—Haruto hizo una ligera mueca—Ya sé qué tu papá y todo lo de la aldea ninja te disgusta, pero no niegues que entrenar allá y conocer a Yoshitomi te sirvió.

—Haruto: Nunca lo negaré—Contemplo la joya que ocultaba su armadura—Lo único que extraño de ese lugar, además de a Yoshitomi, es que allá todos eran sinceros, no había secretos.

—Shoko: La gente se guarda cosas, eso es normal—Apoyo la mano en el hombro de Haruto—Hay cosas que no son fáciles de contar, o que nos dan vergüenza. Supongo que estar ahí te acostumbro a que todos fueran abiertos con los problemas, aun si no debían serlo—Sobó el cabello de su hijo—A veces uno debe callar las cosas, hijo.

—Haruto: ¿Qué tipos de cosas son las que debemos callar?

—Shoko: Depende del momento, por ejemplo, cuando los reyes mueren en guerra, se suele ocultar por un tiempo hasta que consigan una solución, o un heredero.

—Haruto: Creo que yo no le tengo secretos a nadie, ni a ti.

—Shoko: Y me gusta nuestra confianza.

—Haruto: —Limpió sus lentes con un pañuelo—Muchas gracias, mamá.

—Shoko: De nada—Levantó los cubiertos—Termina de comer, o se te pondrá frío.

—Haruto: Sí, mamá—Aceptó con una sonrisa.

***

Haru y Soūma volvieron a casa, cada vez se hacía más tarde y si no llegaban a casa.

—Haru: Mamá, ¡Llegamos!—Cerró la puerta—Parece que sigue en el templo.

—Soūma: Entonces yo prepararé la cena—Fue a la cocina y saco varias cosas del refrigerador—¿Qué quieres comer hoy?

—Haru: Cualquier cosa, tú decide—Se sentó en la barra de la cocina—Yo comeré cualquier cosa.

—Soūma: Si voy a cocinar algo, haré algo que nos guste a los dos—Saco una tabla de madera y un cuchillo.

—Haru: Siempre me he preguntado, ¿Cómo logras compartir cuarto con Ryuho?—El Santo de león menor soltó una risa—Apenas puedes hacerlo conmigo, no me imagino con alguien tan pulcro y ordenado como Ryuho.

—Soūma: Pues es difícil, porque aunque yo mantenga las cosas de mi lado, él se pasa acomodándolas—Se quejó—Su t.o.c hace que no encuentre ni mis medias a veces.

—Haru: ¿Y no has intentado ser más ordenado para que no pase eso?—Se aguantó una muy evidente risa—¿O buscar mejor tus medias?

—Soūma: Lo hago, y aun así nunca encuentro mis cosas porque las reacomodo. Bien tiquismiquis que es ese con el orden.

—Haru: A mí también me gusta el orden, ¿Qué tiene de malo?

—Soūma: Tú no jodes, me dejas mi desastre para que me haga responsable—Afirmó—Y es que a veces siento que hay más orden en mi desorden.

—Haru: “Frases que Shakespeare nunca dijo”—Bromeó.

—Soūma: Ahora andas de graciosito—Lo despeinó—Fíjate que hoy no aguanto que te pases de listo.

—Haru: No me pasó, soy listo—Aclaró.

—Soūma: Por cosas así Edén dice que eres un… ¿Cómo era?—Se rascó la nuca.

—Haru: No entiendo cómo ambos hablan español y tú jamás lo entiendes—Movió la cabeza con gracia.

—Soūma: Es que somos de diferentes países, mi estimado panquesito.

—Haru: ¿Como que panquesito? ¿Me viste cara de gay o cómo?

—Soūma: Te veo cara de que Yūna conduce esa relación—Señaló con un gesto de diva.

—Haru: O sea, si manda, pero eso no me hace “panquesito”.

—Soūma: Bueno, la razón por la que no entiendo al turqueso es porque en su país tienen más modismos que electricidad—Reviso su teléfono—Según las noticias de seguro y no tiene luz.

—Haru: Era huir de Latinoamérica, no meterse—Ambos estallaron de risa.

—Soūma: ¡Deshonor! ¡Deshonor sobre toda su familia!—Dijo dramático—¡Deshonrado tú! ¡Deshonrada tu vaca!

—Haru: ¿Mi qué?

—Soūma: Tu vaca.

—Haru: Debo impedir que veas más películas, te hacen mal.

—Soūma: —Levantó su espátula de plástico de forma amenazante—A ver, oblígame.

—Haru: Adoró tu forma de amenazarme con el objeto más inofensivo de la casa—Tomó un trozo de pan y lo hundió en la salsa que estaba haciendo el pelirrojo—Es hilarante- ¡Auch!—Se enojó por el manotazo que le dio Soūma.

—Soūma: ¿Tu mamá no te enseño que no le metas mano a la comida?

—Haru: Obvio, ¿Pero tú crees que le haré caso?

—Soūma: Mal hijo—Le golpeó la cabeza con la espátula—Por algo tu papá te abandonó, tarado.

—Haru: Te pasaste—Recriminó entre risas—Y se murió, no me abandonó.

—Soūma: Lo mesmo.

—Haru: Aunque no me ofende, no me acuerdo mucho de él.

—Soūma: No sé cómo responder a eso.

—Haru: No pasa nada—Se terminó de comer el pan—Pero si haces chistes de mi papá frente a mi mamá, prepárate para ser golpeado con un paraguas o un cucharón.

—Soūma: Anotado, general panquesito.

—Haru: ¡Que no soy gay!—Contestó con algo de molestia.

Saint Seiya: El Sacrificio de los DiosesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora