Capítulo #33

20 0 0
                                    

—Yūna: Papá, ya regresé—Dejo sus cosas sobre un sofá y se acercó a la bebé—Hola Seira~—Cargó a la bebé con voz juguetona—¿Cómo estás, cosita linda?—Levantó del suelo un muñeco de trapo con el que la bebé estaba jugando.

—Seiya: ¿Cómo te la pasaste en casa de tu tía? ¿Te divertiste?

—Yūna: Sí, mis amigos fueron y ella nos hizo una merienda—Se sentó en el sofá con la bebé—Fue muy divertido.

—Seiya: ¿Y de qué hablaron?—Le sobo el caballo al bebé.

—Yūna: Pues hable con el sobrino del señor que me grito el otro día.

—Seiya: ¿Hablas de Heros? No lo tomes personal, él desde su adolescencia es un enojón—La bebe tiro el peluche al suelo, como un juego para que Seiya la levantara—Era un gruñón, y parece que lo sigue siendo.

—Yūna: ¿Y tú lo conoces?

—Seiya: Sí, lo conozco—Recogió el juguete de Seira—Cuando yo llegue al santuario cuando era niño, una mujer me acogió en su familia, estaba formada por niños que llegaban al santuario y ella los hizo sus hijos, uno era Heros.

—Yūna: ¿Hablas de la señora Nagisa?—Seiya asintió—¿Y ese tal Heros por qué es así? Kōga me contó que no lo deja salir de su casa, ni tener amigos.

—Seiya: ¿“Kōga”?—Yūna asintió con la cabeza, sagitario sacudió la cabeza y lo dejo pasar—Sé que Heros, Rydeen y sus hijas eran muy felices, pero el maestro de Heros los torturo—Explico.

—Yuna: ¿Y tú conoces a todos los hijos de Nagisa?

—Seiya: Sí—Hizo una ligera pausa—Actualmente no se nada de ninguno, solo de uno de los menores, porque aún vive con Nagisa y su marido.

—Yūna: Te tengo una pregunta, papá.

—Seiya: Dime, hija.

—Yūna: ¿Por qué tanta gente tiene cosas contra ti? Me encuentro demasiada gente que parece odiarte, como el santo de Andrómeda.

—Seiya: Hija, no soy moneda de oro para caerle bien a todo el mundo—Abrazó a su hija—Cometí errores, muchos y me arrepiento mucho—Apartó el flequillo de Yūna—Por estupideces perdí a varios amigos, pero hice nuevos. Aunque me duela mucho, tengo que aceptar que ellos ya no me quieran.

—Yūna: Pero no parece justo, se ve como si odiaran por odiar.

—Seiya: Yūna, entiende que yo no soy normal—Señaló en su rostro el queloide—Esta cosa ya no es lo que era cuando era un niño.

—Yūna: ¿Y no te cansas de ser tratado así?

—Seiya: Me canso, pero están en su derecho—Admitió con pesar—Les duelen las cosas que yo les hice, y no pueden verme a los ojos. Cuando puedan expresarlo en palabras, yo podré demostrarles lo mucho que lo lamento—Miró la tela que colgaba de su cuello—De todas formas, los actos, buenos y malos, nos definen.

—Yūna: ¿Es saludable estar dolido tanto tiempo?

—Seiya: La verdad no lo sé—Sonrió débilmente—Pero me gusta pensar que puedo enmendar mis errores, aunque sea con pocos.

—Yūna: —Sonrió y le devolvió él abrazó—Solo no te atormentes con culpas, papá.

—Seiya: Veré que puedo hacer—Le sobó el cabello por un rato.

—Yūna: ¿Mamá sigue trabajando?

—Seiya: Así es, en un rato iré a Atenas a comprarnos algo para cenar—Miro una foto familiar—¿Tu mamá te contó cómo nos conocimos alguna vez?

—Yūna: Creo que no, cuéntame—Acurrucó a la bebé—Seira también quiere oír, ¿Verdad, Seira?

—Seira: Shi—Empezó a aplaudir sin entender nada.

—Seiya: Si ustedes lo dicen—Le hizo cosquillas a ambas—Cuando yo gane mi armadura, tu mamá me perseguía porque le había ganado a su alumno.

—Yūna: ¿Mamá tenía un alumno?

—Seiya: Sí, Cassios, era un hombre muy alto y con un montón de fuerza, más fuerte que yo físicamente—Yūna abrió los ojos con sorpresa, no conocía hombre que tuviera más fuerza física que su papá.

—Seira: Fuerte—Puso la mano sobre la de Seiya mientras se reía.

—Seiya: Correcto, Seira—Yūna le pidió que continuará—Tu madre fue mi primer enemigo, era intimidante y muy fuerte, pero yo logré romper su máscara.

—Yūna: Eras hombre muerto, ¿Cómo mamá no te mato?

—Seiya: Déjame terminar—Pidió—Dejamos la pelea hasta ahí, y luego tuvimos otras peleas, la mayoría no llegaban a nada, o eran interrumpidas. La última vez que nos enfrentamos fue cerca de la fundación de la familia de Saori.

—Yūna: Alguien me habló de esa fundación en el colegio, Enma menciono una tal “Fundación Guraad”.

—Seiya: La fundación Guraad era como una O.N.G., tenía hospitales y orfanatos al rededor del mundo.

—Yūna: ¿Era? Me contaron que sigue existiendo.

—Seiya: Está bien, okey.

—Yūna: Perdón por interrumpirte.

—Seiya: No pasa nada—Sonrió—Bueno, tu mamá me explico que ella y yo nos habíamos conocido cuando éramos niños, y me contó sobre la ley de la máscara, aunque yo ya la conocía.

—Yūna: ¿Cómo así? ¿No se conocieron en esa pelea por la armadura?

—Seiya: Pues no, mi ciela—Contestó con tono de diva—Me aclaro que nosotros nos habíamos visto de niños cuando yo perseguía a un conejo. Aunque fue más clara con sus sentimientos cuando interceptó la trayectoria del ataque de Aioria.

—Yūna: ¿Y luego de eso fueron novios?

—Seiya: No, mi primera novia fue la caballera de Grulla.

—Yūna: ¿Tenías una ex? No me lo creo.

—Seiya: Pues sí, ella era un caballero de plata bastante agradable, en todo el tiempo que la conocí jamás uso máscara.

—Yūna: ¿Eso no era una falta a la ley de las Santas? ¿O era una saintia y tú te confundiste?

—Seiya: Tu papá no es un tonto, sé de que hablo—Afirmó con un gesto de berrinche—La ley de las máscaras era una ridiculez, tenía demasiadas trabas.

—Yūna: Sigue siendo un poco ridícula, en mi opinión—Dijo mirando el trozo de metal—Usualmente no la utilizo.

—Seiya: Bueno, tu madre y yo fuimos novios luego de que encontramos a tu tía Seika.

—Yūna: Despues de que despertarás de tu coma.

—Seiya: Ah bueno, te gusta interrumpirme, jovencita—Le jalo un mechón de cabello—Lo heredaste de tu mamá.

Continuará...

Saint Seiya: El Sacrificio de los DiosesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora