Capítulo #50

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En Jamir, el reparador de armaduras estaba trabajando, reparando una de las sapuris del ejército de Mikia.

Él hacía armaduras y reparaciones por encargo, si lo podías pagar, él lo hacía, no había lealtad ni le debía nada a nadie.

—¡Piensa rápido!—Se le fue arrojada una manzana que atrapó sin voltear—Nada mal para ser un anciano.

—Kiki: Solo soy ocho años mayor que tú, Edén—Soltó el martillo sobre la mesa. 

—Edén: Exacto, un anciano.

—Kiki: Espero que me hayas traído algo para perdonar esa falta de respeto—Mordió la manzana y se cruzó de brazos.

—Edén: Traje peaje, descuida—Señaló su bolso, sacando una botella—Recién hecho, directo desde el monte más alto de Grecia.

—Kiki: Acepto su ofrenda, señor Edén—Quiso fingir seriedad y elegancia al decir eso, pero se les escapó la risa.

Ambos subieron a la punta del castillo, el atardecer se veía majestuoso desde tan alto. Se sentaron en la punta de lo que parecía ser un balcón.

—Kiki: ¿Y qué me cuenta mi sobrino favorito?—Abrió la botella de vino y se sirvió un vaso—¿Y el novio, sobrino?

—Edén: ¿Y el brazo, Tío?—Respondió como contraataque.

—Kiki: Touche, mocoso—Se tomó el vino de su vaso de un trago—Logre mejorarlo, los últimos que vinieron a pelear contra mí casi hacen que se rompa.

—Edén: Ah, Marianne me dijo que pelearon, me disculpo por eso—Se rascó la nuca.

—Kiki: ¿Por qué te disculpas por una desconocida?

—Eden: No es una desconocida, es mi prima.

—Kiki: ¿Y por qué no me dijo?! ¡Me hubiera ahorrado todo el enojo y la pelea!—Exclamó sintiéndose como un idiota.

—Edén: ¿Ella como iba a saber que te conozco? Yo no conozco ni a la mitad de mis tíos de sangre y quieres que ella conozca a uno adoptivo. —Tomó un vaso extra que Kiki había traído para servirse un trago de vino, el pelirrojo hizo el equivalente a alzar la ceja.

—Kiki: Si te haces mierda con eso yo no me hago responsable.

—Edén: No es la primera vez que tomo de esto

—Kiki: Me van a matar si te llevo a tu casa ebrio, pendejo.

—Edén: Entonces no me lleves—Se tomó el trago de una—¡Hagamos pijamada!—Se rio—Dudo que papá te haga algo más que regañarte.

—Kiki: Ya te está pegando—Le alejo la botella—Y me da miedo que tu mamá me mate, Ellen no me preocupa.

—Edén: ¿No te preocupa?

—Kiki: Que sea el ave fénix no le quita lo gobernado—Edén de la risa escupió su bebida.

—Edén: Le diré a papá que dijiste eso—Se tapa la boca con su mano.

—Kiki: Hazlo, y vas a ver cómo no te reparo más esa chatarra fea—Señaló los guantes de Edén.

—Edén: Uy, quieto—Dejo el vaso sobre el suelo.

—Kiki: ¿Cómo vas con eso de ser un caballero? Hace mucho que no vienes a reparar tu cloth de Orión.

—Edén: Eso…—Miro su joya-armadura, era una pulsera morada—Ha sido, más difícil de lo que pensaba.

—Kiki: ¿Y eso?—Su ausencia de cejas hacía difícil descifrar su expresión, Edén asumió que él estaba confundido—No me digas que es difícil para ti, eso es imposible.

Saint Seiya: El Sacrificio de los DiosesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora