Yūna había pedido permiso a uno de los coordinadores del colegio para poder entrenar en el santuario, al menos unos días.
En el santuario optó por no seguir su entrenamiento de todos los días, por lo que se adentró en el recinto sagrado para buscar una zona tranquila y no circulada para hacer practicar sus habilidades.
Encontró en uno de los tantos riscos un sitio calmado dónde entrenar, aunque luego de unos segundos llegó a la conclusión de que no había sido la primera en ir a ese sitio.
—Yūna: —Llevó su puño hacia atrás para poder impulsar su golpe, empezó a concentrar el cosmos en ese punto, recordando lo que su padre le había dicho hace años en su entrenamiento—¡Meteoros!—Se formó un agujero en la pared de rocas debido al golpe, pero ella sentía que no era suficiente.
Aún tenía en su mente su pelea con Edén en Palestra, a pesar de que solo uso una vez su cosmos, tenía un mejor dominio de la técnica que ella, ¡Incluso si era una técnica del santo de Águila, constelación de Yūna! ¡Él en solo una ejecución mostró mejor, dominio! Y la rubia quería comprender por qué era, y que le faltaba para llegar a su nivel.
—Yūna: —Flexionó las piernas para saltar con mayor impulso—¡El destello del Águila!—Su patada impacto, e hizo añicos la superficie de piedra, pero no era suficiente.
En unas semanas, se iba a celebrar en Palestra algo llamado “Torneo Galáctico”, un torneo de caballeros para mostrar sus habilidades, y el ganador iba a ser ascendido de clases, recibiendo un mejor y más completo entrenamiento.
Ella quería ganarlo, las clases del nivel de santo de bronce ya no le servían a ella, necesitaba hacer algo en lo que pudiera probar su fuerza, probar que su esfuerzo de todos estos años no había sido en vano.
Porque ella no había sido bendecida con un gran cosmos en cuanto nació, como si lo había sido Kōga, ni con un talento innato en artes marciales, como lo había sido Marianne.
Ella, desde que empezó a entrenar, se esforzó para estar a la altura, debía probar que merecía ser llamada hija de dos caballeros tan poderosos.
Yūna entrenaba desde los cuatro años, o al menos eso recuerda, al principio no gustaba de hacerlo, lloraba y se quejaba por qué no lograba estar al nivel de los demás.
Sus padres le animaban, le explicaban que en realidad eso podía llegar más tarde de lo que ella esperaba, y que debía seguir intentando, poniendo de ejemplo de como ellos mismos habían despertado su cosmos a diferentes edades y bajo diferentes contextos.
Estas palabras la consolaban, pero aun así sentía que les debía ser la mejor.
Sobre todo cuando oía en el santuario sobre como ella no hacía honor al legado de sus padres, que se “notaba” que no era lo suficiente ni para ser un caballero de bronce.
—Yūna: ¿Por qué no funciona?—Exclamó—No estoy haciendo nada mal, ¡No hice nada diferente!—Se quitó las protecciones de cuero de sus brazos y las azotó contra el suelo frustrada.
—Tal vez ese es el problema.
Ella se giró sobresaltada, buscando al de la voz, encontrándose con un hombre simple con ropas no aptas para entrenar, sus pantalones y chaqueta negros delataban que no era parte de la orden ateniense; su cabello castaño desordenado caía sobre sus hombros, teniendo un fleco que escondía parte de una cicatriz que le cruzaba el rostro. Algo en ese tipo le daba la impresión a Aioros, como esa aura de pureza y determinación.
—Yūna: ¿Quién eres tú?—Encaró y se puso en guardia, esa voz no se le hacía conocida.
—Calmada, Grulla—Dijo con humor, su voz sonaba jovial.
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Saint Seiya: El Sacrificio de los Dioses
FanfictionEn un universo alternativo, la guerra Santa de Hades contra Atenea servía como una forma de saber cuál dios era más apto para proteger a la tierra... Pero por planes de otros dioses Hades ha reencarnado antes de tiempo en el recién nacido de Marilly...