Capítulo #51

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—Nagisa: Qué alegría verte de nuevo, Seiya—Saludó cálidamente.

—Seiya: ¡Nagisa!—Corrió a abrazarla, era como volver a ser un niño.

—Nagisa: Qué alegría ver cuánto haz crecido—Sonrió, correspondiéndole el abrazo—Y pensar que ayer eras solo un niño.

—Seiya: Ha pasado mucho, tengo tanto que contarte—Dijo mientras Nagisa lo invitaba a pasar.

Hacía bastante que conocía a Nagisa, incluso antes de la batalla en las doce casas. Ella era de esa generación de caballeros como Shijima, Erina y Odyseo, que cuando llegaban nuevos aprendices los criaba como si fueran sus propios hijos, dándoles una infancia incluso en ese contexto tan violento.

Y aunque Nagisa no fue su instructora, siempre recordaba con cariño las veces que su maestra la llevaba con ella, ya que ella también había sido dichada por ser criada por Nagisa.

Nagisa no estaba sola en esa tarea autoimpuesta, porque que tenía una pareja, Albafica, aunque él y Seiya nunca habían sido cercanos, y menos en la actualidad, el ex santo de piscis le miraba con disgusto, incluso asco.

—Nagisa: Vengan y saluden—Pidió a sus otros pseudo hijos, habían ido de visita, aunque no se veían del todo felices.

—Rydeen: Miren quién llego—Los hermanos intercambian miradas de disgusto antes de dirigirse a Seiya con una frialdad que contrasta con el calor de la habitación—¿Así que has vuelto? Mejor te hubieras quedado lejos.

—Seiya Vaya, Rydeen, ¿no te enseñaron modales en América?—Dijo con una sonrisa, buscando jugarse con ellos.

—Kojiro: ¿Y Seika te enseñó a ti? Porque parece que olvidaste cómo agradecer a quienes te cuidaron.

La tensión se siente en el aire, una mezcla de antiguos lazos y resentimientos actuales. Seiya se encoge de hombros, manteniendo su sonrisa, pero sus ojos no ocultan la sorpresa ante la hostilidad de sus viejos amigos.

—Seiya: Siempre pensé que éramos como una familia—Cuestionó, la traición de ellos al hablar así le pesaba profundamente—¿Qué pasó con eso?

—Rydeen: ¿Familia?—Se levantó y se paró frente a él—¿Qué vas a saber tú de tener una familia?

—Nagisa: ¡Rydeen!—Lo agarró del hombro y lo hizo retroceder.

—Rydeen: Tú puedes tapar el sol con un dedo todo lo que quieras, mamá—Suspiró tomando una actitud calmada—Pero después de todo lo que hizo, ni siquiera tiene permitido verme y decirme hermano, ¿Quedo claro?

—Seiya: Rydeen, yo no-

—Kojiro: Tú menos que nadie eres quién para hablar, Seiya—Se cruzó de brazos—¿Qué vas a decir? ¿Cómo te vas a defender? ¡Si la prueba es tangible! ¡Fue tu carne! ¡Fue tu sangre!

—Nagisa: ¡Basta los dos!—

Nagisa observa la escena, su rostro refleja la tristeza de ver a los niños que una vez jugaron juntos, ahora divididos por palabras afiladas y recuerdos amargos.

—Nagisa: Ven, vamos a hablar en la cocina—Buscó romper la tensión que se había formado en la habitación.

—Seiya: Lo que me faltaba—Suspiró, ya ni ese se podía considerar un lugar seguro.

—Nagisa: Dales tiempo, desde lo de Marillya han estado algo mal—Chasqueo la lengua—Sumado a lo de Aioria.

—Seiya: ¿Qué le pasó a Marillya?

—Nagisa: ¿No te dijeron?—Se rascó la nuca, claro que no le habían dicho, y le habían dado la carga de decirle a ella—Ella falleció el año pasado.

Saint Seiya: El Sacrificio de los DiosesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora