Capitolo VII

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Capitolo VII: Concerto di musica


Sobre la gran cama de la habitación, que ocupaba "temporalmente", se encontraba un elegante vestido de color negro y de corte clásico, junto a una gran caja blanca. Victoria, como siempre, se había encargado de organizar todo.

Me deshice de la ropa que traía puesta y me embutí en ese vestido, literalmente, se ceñía perfectamente a mi cuerpo, quizás demasiado. Nunca me había percatado de cómo podía llegar a lucir con otro tipo de prenda que se alejaba de lo habitual en mi vestimenta diaria, la cual era sencilla y poco llamativa. Destapé la caja, esta ocultaba un par de zapatos de tacón fino a conjunto con el vestido que cubría mi cuerpo. Me calcé, y resté sentada en la cama por unos minutos, sumida en mis pensamientos, hasta que alguien llamó a la puerta.

— Mi preciosa Lucy. —la dulce voz de Victoria me devolvió a la realidad.

— Hola, Victoria. —saludé.

— A ver señorita, deje que la vea. —me tendió la mano.

La acepté, y me erguí, frente a los cálidos ojos de la rubia, que me observaba con una sonrisa en los labios.

— ¡Estás espectacular! —exclamó.

Me sonrojé, y le regalé una pequeña sonrisa.

— Gracias, eres tú, la que está espectacular, te queda muy bien el azul. —agradecí su cumplido, Victoria se veía genial.

— Eres un cielo —suspiró enternecida— pero ahora no hay tiempo que perder, es hora de darte los últimos retoques finales. —me guiñó el ojo divertida.

Después de pasar por las manos de Victoria, me miré en el espejo por última vez, y no pude evitar sonreír ante mi reflejo, me gustaba lo que veía.

— Eh voilà. —dijo Victoria emocionada.

—Gracias por esto —señalé mi cara— oh y, por esto también —esta vez señalé mi cabello—A mi estas cosas no se me dan bien. -admití avergonzada.

— Creo que "no se te da bien" porque nunca has sentido la necesidad de empolvorearte la cara, porque eres preciosa al natural, y estoy segura que no soy la única que se ha dado cuenta. —levantó una ceja.

— Señoritas. —su característica voz me tomó por desprevenida.

Recostado en el marco de la puerta, se encontraba Niall, contemplando la escena indiscreto. Vestía formal, como de costumbre, un traje oscuro y distinguido que le quedaba como un guante. Caminó hacia mí, acompañado por un mayordomo que seguía todos sus movimientos, y se detuvo a escasos pasos de mi posición.

Tranquilízate, Lucy.

— Buenas noches. —incrustó sus penetrantes ojos color agua en los míos.

— Buenas noches. —alcancé a decir.

— ¿Qué se le ofrece, Su Majestad? —inquirió Victoria cordialmente.

— Quisiera hablar con la señorita Lucy, a solas, si no es molestia. —sonrió de lado.

— Claro, como usted guste. —contestó, y desapareció por la puerta.

Niall dio un par de pasos al frente, y acortó así, la distancia que nos separaba.

— Dichosos mis ojos. —entonó, sin desviar la mirada de mí, ni por un mísero segundo— Esta noche voy a ser la envidia de todos.

El Príncipe de las Tinieblas |n.h| auDonde viven las historias. Descúbrelo ahora