Capitolo XI

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Capitolo XI: Le zanne della bestia


Abrí los ojos poco a poco, la cálida luz del amanecer aterrizó sobre mi rostro suavemente, observé a mi alrededor, todo parecía correcto, salvo yo misma. Me sentía aturdida y desconcertada, perdida, como si alguien hubiera extraído una parte de mí. Giré la cabeza hacia un lado, y al instante, mi cuello se resintió notablemente. Un dolor punzante se apoderó de mí, gemí en un hilo de voz, y volví a mi posición inicial.

Algo no iba bien.

Me erguí sobre la cama, y me levanté con cuidado. Mi cuerpo se balanzeó ligeramente, di un paso hacia el frente, y poco después, fui recobrando la estabilidad. Caminé hacia el cuarto de baño, entré en silencio, y me acerqué al espejo. Contemplé mi reflejo por unos segundos, y me horrorizé.

No puede ser. —Pensé.

Mi mano fue a parar rápidamente a mi cuello, y todo cobró sentido; Niall. Me deshize del vendaje que cubría mi piel, y me sobé la zona con mucha delicadeza.

Él, él me había hecho esto.

Observé la marca de sus colmillos en mi cuello, y entonces, entré en pánico.

— N-No, no puede ser. —balbuceé nerviosa.

No podía, no podía convertirme en un ser tan despreciable como él.

No viviría así.

Salí del baño, con el corazón latiendo a mil por hora, examiné el lugar, y mis ojos se detuvieron en el balcón de la habitación. Corrí, impulsada por el miedo, y abrí la ventana del balcón bruscamente. Accedí al exterior, y sin pensarlo dos veces, me subí a la gruesa varandilla.

Era ahora o nunca.

— ¡Lucy!

Cerré los ojos, y me dejé caer al vacío. Por fin iba a ser libre.

Sentí unos delgados brazos rodearme fuertemente, y mi cuerpo, ser tironeado hasta colisionar contra el torso de alguien.

— ¡Lucy, Dios mío! —exclamó una familiar voz.

Abrí los ojos, y la vi.

Victoria.

Me contempló terriblemente afectada por lo sucedido, buscando una respuesta en mi mirada, algo que puediera aliviarla.

— ¿Qué me ha hecho? ¿Qué es lo que me ha hecho? —sollozé desesperada.

— Lucy, cielo, ¿qué sucede? —atrapó mi rostro entre sus manos, y me miró preocupada— ¿Qué hacías subida ahí?

— ¿Qué voy a hacer ahora? —dije con lágrimas en los ojos.

— Cariño, tranquilízate, ¿qué es lo que pasa?

— Me ha mordido. —murmuré carente de ánimo, y entonces, rompí en llanto— ¡Me ha mordido, me ha mordido!

— ¿Quién? —demandó preocupada.

— Niall. —respondí.

La rubia me abrazó, y me estrechó contra su pecho, suspiré.

— No quiero convertirme en un vampiro, no podría vivir así. —gemí.

— Sh. —siseó— Estoy aquí, tranquila.

(...)

— ¿Recuerdas algo de lo ocurrido después? —preguntó.

El Príncipe de las Tinieblas |n.h| auDonde viven las historias. Descúbrelo ahora