Capítulo XXVIII

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Capítulo XXVIII: Todas tus sombras

Lucy

Tomé las escaleras rápidamente, como si mis pensamientos me persiguieran junto a una extraña emoción; sentía que Niall había roto mi confianza. De nuevo, todas las mentiras del pasado volvieron a mi mente como una potente ola que arremete contra cualquier cosa que se encuentre a su paso.

— ¡Lucy! —habló Julius a mis espaldas.

Seguí caminando hacia la salida del edificio y lo abandoné apresuradamente.

— ¡Lucy, espera! —insistió.

Lo ignoré, y entonces, su mano atrapó mi brazo y me obligó a detenerme.

— ¿Estás bien?

Me giré hacia él y lo encaré:

— ¿Por qué no me lo has dicho? —demandé.

— Lucy...

— Sabías lo del geolocalizador, o lo que sea que es eso —lo interrumpí— Pero has preferido callártelo.

— Tienes razón, y lo siento. —se disculpó— Pero es Niall quien debería habértelo contado desde el principio.

— Tal vez, pero tú eres mi amigo y sabes... —vacilé— Sabes que yo confío en ti.

— No quería contártelo porque sabía que pasaría algo así, por eso te lo he ocultado. —soltó mi brazo— Pero cuando he visto a Niall tan molesto contigo no he podido contenerme.

— Necesito saber que puedo confiar en ti. —hablé.

— Claro que puedes confiar en mí. —hizo ademán de decir.

— Lo del ascensor. —solté de repente— ¿Por qué no has hecho nada?

Dio un paso al frente, quedando peligrosamente cerca de mí.

— ¿Quieres que sea sincero?

Asentí.

— Por qué quería quedarme contigo un rato más.

Sus palabras me golpearon fuertemente en el corazón.

— ¿Podrías haber abierto las puertas del ascensor? —le cuestioné.

— No estoy del todo seguro, pero quizás sí. Supongo que podría haberlo intentado. —confesó.

Aparté la mirada hacia un lado.

— Sé que ha sido muy egoísta por mi parte, pero cuando el ascensor se ha averiado, yo... —sus palabras, por una vez, parecieron atascarse en su garganta.

Mis ojos volvieron a él.

— Por Dios, Lucy. Me gustas. —espetó de pronto— Nunca has dejado de gustarme.

— Julius... —di un paso hacia atrás.

— No pretendo incomodarte con mis palabras, pero quería ser completamente sincero contigo. —explicó.

Entonces, él dio un paso hacia mí.

— Y aunque me gustes muchísimo, siempre seré tu amigo. —me tendió la mano.

Ciertamente nerviosa, la tomé.

— No voy a dejarte de lado, ni siquiera por mis sentimientos hacia ti. Pero necesito que confíes en mí.

Fue en ese momento, cuando sus brazos me envolvieron en un cálido y tierno abrazo.

{...}

Escuché la puerta de la sala abrirse lentamente, casi como un leve suspiro. Y cuando volteé hacia esta, mis ojos se encontraron con un par de hermosas gemas color cielo. Le observé por unos segundos, y entonces, volví la vista a la partitura.

El Príncipe de las Tinieblas |n.h| auDonde viven las historias. Descúbrelo ahora