Capítulo X

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Capítulo X: Rivalidad


Justo en el momento en que me di la vuelta para calzarme con unas zapatillas, escuché la madera del suelo rechinar fuertemente. Me giré, y pronto mis ojos toparon con los suyos.

— ¿Acabas de...? —señalé la ventana.

— Lo de la ventana no era broma. —sonrió.

— Vaya, estoy impresionada. —dije para mí misma.

Lo contemplé discretamente, vestía casual; unos tejanos oscuros, una camiseta gris y una chaqueta de piel negra. Caminó hacia mí y de repente, me tendió algo. Mis ojos se abrieron de par en par. Se trataba de un pequeño pez.

— Fui a una tienda de animales porque estaba aburrido... —comenzó a explicar— Y cuando vi los peces pequeños y de colores pensé que te gustarían.

— Oh. —musité— Gracias, no me lo esperaba.

— Se llaman Peces Guppy. —continuó.

— Es bonito. ¿Tiene nombre? —le pregunté.

— Todavía no. —dijo— Está un poco mareado... Además, ha estado en la bolsa más tiempo de lo recomendado, así que no sé si es buena idea ponerle nombre. Quiero decir, por si se muere mañana. —aclaró.

Una sonora carcajada se escapó de mi garganta.

— Perdón. —me disculpé— Lo has dicho tan seriamente...

— Solo aviso, el trabajador me advirtió que estas cosas pueden pasar. Si no tiene nombre, es más fácil eliminar pruebas del homicidio. —añadió.

— ¿Debería tener miedo? —bromeé.

Él rio.

— Ashton trabaja en una tienda de animales. Lo contrataron hace unos días.

— ¿De veras? —demandó suave.

— Sí, me alegro por él. Se encuentra mucho mejor. —mis labios se curvaron en una pequeña sonrisa.

— Me alegra que se encuentre bien. —Julius me devolvió el gesto.

— ¿Cómo te vas a llamar? —alcé la bolsa de plástico sobre mis ojos.

— ¿Tienes una pecera? No había pensado en eso. —preguntó de repente.

— Eh... —lo miré— Creo que todavía conservo la pecera de mi primer pez.

— ¿Cómo se llamaba?

— Burbujas, creo. —me encogí de hombros.

Con cuidado, dejé el pequeño pez sobre la mesa de noche y volví la vista al rubio. Este observaba curioso las fotos, colgadas en las paredes, que recopilaban hermosos recuerdos de infancia.

— ¿Esa es tu amiga Mikayla? Qué graciosa, parece una zanahoria. —señaló una de las fotos enmarcadas.

— Eso fue en mi cumpleaños. —me acerqué a él.

Cuando nuestras miradas se encontraron, él me sonrió cálidamente.

— Tenía siete años. —le expliqué.

— Así que sois amigas desde siempre.

— Algo así. —concreté.

— Qué envidia. —musitó para sí mismo, pero fui capaz de escucharle.

— Tú... —dudé— ¿Tienes muchos amigos?

— No muchos, realmente.

Comenzó a curiosear el resto de objetos en mi habitación.

El Príncipe de las Tinieblas |n.h| auDonde viven las historias. Descúbrelo ahora