Capitolo LIII

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Capitolo LIII: Serpiente




Poco a poco, me iba dando cuenta de qué tanto le importaba a Niall. Las cosas habían cambiado, era algo innegable. Ya no podía esconderme en el dolor y en el daño que me había causado, porque ahora, él estaba tratando de curar todas las heridas. No había excusa, ya no había odio, ya no podía volver el tiempo atrás. No serviría de nada tratar de justificar mis actos en algo que pasó hace meses, en algo de lo que Niall parecía estar realmente arrepentido.

Tal vez debía empezar a dejarme curar por él.

Su tibia mano acunó mi mejilla con delicadeza, algo se removió dentro de mí, me sentí extrañamente nerviosa. Quizás incluso, sentí en aquel momento, unas increíbles ganas de acortar la ridícula distancia que separaba nuestras bocas.

Sentí los dedos de su mano hundirse en el cabello de mi nuca, haciendo revolotear mi corazón, erizandome la piel. Inclinó la cabeza, y su nariz tanteó la mía.

Y entonces, me besó.

Mi mundo se detuvo ante aquel gesto.

Sus labios tomaron dulcemente los míos, y una corriente eléctrica azotó todos mis sentidos.

Le besé de vuelta, sin pensármelo ni una sola vez, y me dejé llevar. Mi cuerpo se volvió de gelatina bajo su mágico tacto, su boca, deliciosa como la miel, me encandiló por completo. Noté su mano en mi espalda baja, y me estremecí. Los dedos de su mano apretaron suavemente mi cintura, mientras su lengua se enredaba con la mía y ahogaba un suspiro. Dio un paso al frente, obligándome a retroceder, y mis manos envolvieron su espalda con timidez.

¿En qué momento las cosas habían cambiado tanto?

Mis manos en su cuerpo, mis labios sobre sus labios. Todo aquello se sentía extraño. Era como si nuestras bocas y nuestros cuerpos se estuvieran encontrando por primera vez, como si jamás nos hubiéramos besado o acariciado.

Quizás era la primera vez que verdaderamente anhelaba su gentil tacto, que no tenía miedo de dejarme abrazar, besar... y proteger por él.

Me separé de él, su nariz tanteó la mía tiernamente, y mis ojos se encontraron con los suyos.

Aquello era tan confuso.

Busqué una respuesta en sus nítidos ojos, una señal, algo a lo que aferrarme en aquel momento. Porque estaba tan perdida, tan confundida... y a la vez tan segura.

Me coloqué de puntillas, sin decir nada, y le besé de nuevo. Mis manos escalaron a su cuello, y las yemas de mis dedos delinearon lentamente su mandíbula. Acuné su rostro con cuidado, sus manos se deslizaron bajo mi jersey y acariciaron mi espalda cálidamente, sentí chispas. Mi lengua buscó la suya, con aquella inocente timidez propia de un primer beso, y tomé su boca poco a poco. Las yemas de sus dedos se hundieron sutilmente en mi piel, trazando formas indefinibles. Un fugaz suspiro abandonó mis labios cuando sentí su mano delinear mi ombligo y ascender por mi vientre hasta encontrar el pequeño lazo de mi sujetador.

Sentí electricidad.

Mordió mi labio, y al instante, mi cuerpo se aferró todavía más al suyo. El tacto de sus dedos sobre la loma de mis pechos hizo bombear con fuerza mi corazón.

¿Pero qué puñetas estaba haciendo?

Rápidamente me aparté de él, levemente sonrojada y nerviosa.

El Príncipe de las Tinieblas |n.h| auDonde viven las historias. Descúbrelo ahora