Capitolo XLVIII

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Capitolo XLVIII: La máscara de la mentira

***

Coloqué mi maleta a un lado de la entrada y abroché el último botón de mi abrigo; era hora de volver al palacio. Bajé la vieja hilera de escaleras y me encaminé en dirección al jardín trasero de la mansión. Thornfield era un lugar tranquilo y bonito sin demasiada gente, prefería quedarme aquí, pero pronto se celebraría el baile de máscaras y debía asistir a varias pruebas de estilismo. Costumbres de gente rica, supongo. La relación entre Niall y yo había cambiado, había mejorado, aunque fuera solo un poquito. Estaba claro que Niall tardaría tiempo en abrirse completamente a mí, y probablemente volveríamos a discutir por alguna cosa, pero eso era algo que debía asumir si quería conocer su verdadero 'yo'.

Rastreé a mi alrededor, y entonces lo ví; se encontraba sentado junto a un árbol. Sus ojos yacían cerrados, quizás estaba descansando un poco, aunque él jamás se cansara. Caminé hacia él, pero me detuve a escasos metros, un tanto dudosa.

- Buenos días. -dijo de repente.

- Perdón, no quería despertarte. -contesté rápidamente.

- No estaba durmiendo, tranquila. Puedes sentarte si quieres.

- Oh. -pronuncié- Bueno, el coche llegará en unos minutos.

- Hoy hace buen día, no quiero irme de aquí. -musitó sin abrir los ojos.

Una suave brisa hizo vibrar ligeramente su brillante cabello, provocando una casi invisible sonrisa en él. Me había dado cuenta, que Niall no sonreía nunca, no de una forma tan genuina. De hecho, era mucho más serio que su hermano. Eran totalmente distintos; Julius parecía tan despreocupado y libre en comparación a Niall. Tal vez se trataba de la presión a la que se había visto sometido Niall desde hacía años, o tal vez Niall era más reservado que su gemelo.

- Siéntate conmigo. -habló suave.

Me senté a su lado y apoyé la espalda en el grueso tronco de aquel árbol, entonces, me di cuenta que era el perfecto ángulo. El sol caía sobre nuestros rostros cálidamente, algo de agradecer a aquel tiempo de entrada invernal.

- Quedémonos así un poquito más. -sentí la palma de su mano sobre la mía.

No la aparté.

- ¿No quieres volver a la ciudad? -pregunté.

- Volver al palacio es volver a todas mis responsabilidades y preocupaciones. -respondió- Aquí puedo sentirme alguien normal, puedo olvidarme de todo por un momento.

- ¿Qué es para ti ser alguien normal?

- Es... -vaciló por unos segundos- alguien como tú.

- Mi vida ahora mismo no es demasiado normal. -murmullé.

- Sigues siendo alguien normal, alguien que puede aspirar a cosas que yo jamás podré.

- ¿Cómo cuáles?

- Morir.

Lo miré, sus ojos yacían cerrados.

- Poder envejecer es lo único que me haría realmente feliz.

- Nadie quiere morir, ni tampoco envejecer. -volví la vista al frente y cerré los ojos.

- Yo sí. Desde que me convertí en esto he sentido que no estaba viviendo. Algunos lo consideran una segunda vida, pero a mí me parece -calló por un instante- un verdadero infierno. ¿Se puede vivir en un infierno?

El Príncipe de las Tinieblas |n.h| auDonde viven las historias. Descúbrelo ahora