Capítulo XXIV

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Capítulo XXIV: Una ducha fría


Lucy

Después de confesarle que no me importaría tomarme algo más fuerte, sus ojos me admiraron ciertamente sorprendidos.

— ¿Quieres una copa...? —inquirió sorprendido.

Simplemente asentí.

— Está bien. Voy a prepararte una, entonces.

— Iré al baño mientras la preparas. —dejé la copa sobre la pequeña mesa.

— ¿Sabes dónde está, verdad? —hizo un gesto con la cabeza.

Tomé mi teléfono móvil rápidamente.

— Sí, no te preocupes. —me levanté del sofá, y él hizo lo mismo.

Cuando me erguí, me di cuenta de lo tan cerca que me encontraba de él, y sentí mi corazón repiquetear con fuerza contra mi pecho. No me atreví a encarar sus ojos, y simplemente caminé hacia el otro lado del sofá, en dirección al baño. Dentro, cerré la puerta tras de mí, y recosté la espalda en esta. Un largo suspiro abandonó mi garganta.

Entonces, desbloqueé mi teléfono, y abrí el mensaje de Niall. Había más de uno.

"¿Qué tal tu día?"

"¿Ya estás en casa?"

Respondí a ese último mensaje con un mentiroso "Sí, estoy en casa.".

Entonces, una pequeña lágrima humedeció mi mejilla; en aquel momento, me estaba sintiendo tan alejada de Niall, era como si no supiera nada del amor de mi vida. Me sentía... Tonta.

Me incliné hacia el lavamanos, abrí el grifo del agua y me mojé las manos. Luego, me mojé la cara. No quería que nadie descubriera mis lágrimas. Cuando terminé de limpiarme el rostro, me sequé las manos en una de las pequeñas toallas y abrí la puerta. Entonces, mis ojos se encontraron con los suyos.

— No iba a robarte el móvil. —dijo.

— ¿Eh? —pronuncié.

— ¿Estás bien? —inquirió.

— Sí. —mentí.

— Te has llevado el móvil al baño.

— Oh. —él era más listo de lo que pensaba. O yo era muy obvia— Sí, no sé...

— Tranquila. —me permitió el paso.

Pasé por su lado, y de repente, su mano sobre mi brazo me obligó a detener el paso.

— Lucy, no tienes por qué esconderte de mí. No te voy a juzgar por haber contestado sus mensajes.

Sus palabras parecieron no sorprenderme, pues Julius siempre había encontrado la forma más acertada de acercarse a mí.

— Lo sé. —me giré hacia él y le respondí.

Por un instante, creí sentir una extraña necesidad de buscar consuelo en sus palabras, pero no quería pensar más en lo sucedido.

— Por cierto, todavía llevas puesto el abrigo. —señaló de repente.

— Oh. —observé mis brazos— Cierto.

Me quité el abrigo, y antes de que pudiera preguntarle dónde dejarlo, él lo había tomado suavemente entre sus manos.

— Vamos. —indicó con un leve gesto de cabeza.

El Príncipe de las Tinieblas |n.h| auDonde viven las historias. Descúbrelo ahora