Capítulo VII

208 23 37
                                    


Capítulo VII: El mágico mundo interior


Julius

Van den Bogaerde aceptó mi propuesta, y entonces, me agaché para permitirle subir a mi espalda sin dificultad alguna. Sentí su cálido cuerpo sobre mis hombros, y fue extrañamente agradable.

— No te duermas. —bromeé.

— No lo haré, te lo prometo. —le escuché decir.

Pero no fue así, pues no tardó demasiado en caer rendida bajo un profundo sueño; su tranquila respiración se convirtió en un harmonioso sonido para mis oídos. Su cuerpo era fino y delicado, como el de un ángel. O quizás como el de un pequeño pajarito.

Caminé poco a poco, mientras mi alma se aferraba en aquella insólita sensación. Por un instante, la calidez de su cuerpo me hizo sentir ciertamente humano. Solo por un efímero momento, pero pareció real.

Al llegar al exterior de la zona boscosa, el viento despeinó su cabellera levemente.

— Lucy. —pronuncié su nombre— Hemos llegado.

Ella no contestó.

— Lucy. —repetí suave.

No quería asustarla.

— No puedes subirte a la moto así, la gente pensará que llevo un cadáver. —dije.

Se movió un poco sobre mi espalda, pero no contestó. Busqué a mi alrededor algún lugar para sentarme, y vi un solitario banco con un par de pintadas.

— Voy a sentarme, ¿de acuerdo? —murmuré.

Me agaché, y con cuidado, intenté recostarla en el banco. Volteé el rostro hacia atrás para asegurarme que su cuerpo se encontraba sobre la madera, y entonces, mi nariz tanteó la suya. Estaba aferrada a mí como un Koala.

Reí.

— Lucy. —hablé sobre su boca— Me encantaría estar así todo el día, pero deberías soltarme ya.

— Estoy cansada. —dijo por lo bajo.

— La moto no se va a conducir sola. —comenté.

Cuando abrió los ojos y me miró, mi mundo se detuvo totalmente. Un recuerdo lejano se proyectó en mi mente, e hizo temblar mi corazón. Fue como un espejismo. Tan real y difuminado a la vez, tan impresionante y engañoso...

— ¿Estás bien? —inquirió adormilada.

Aparté la mirada rápidamente y carraspeé incómodo.

[...]

Cuando me encontré en el lugar, fui capaz de reconocer su asqueroso olor. Me incliné hacia la parte delantera de la moto, mientras mis labios sujetaban vagamente un cigarrillo, y observé el vehículo con detenimiento. Una sonrisa curvó mi boca.

— Niall es tan predecible... —murmuré.

Me sentí demasiado bien. Pensar que mi hermano se había tomado la molestia de venir hasta mi propiedad para reventar las ruedas de mi moto era increíblemente satisfactorio. Estaba completamente furioso por mi cercanía con Lucy, y además, era un celoso.

Le odiaba tanto, que ni siquiera unas ruedas dañadas me importaban; era mucho mejor saber que él estaba molesto conmigo. Quería destrozarle por todas partes, pero no físicamente. Deseaba —con todas mis fuerzas— despojarlo de su título, y por encima de cualquier cosa, despojarlo de Lucy. Niall estaba perdidamente enamorada de ella, y eso era suficiente para hundirle en la miseria de la soledad. Pero apartarle de van den Bogaerde no era suficiente; quería tenerla a ella, pues anhelaba hacerle sentir la persona más ridícula y avergonzada de la faz de la tierra.

El Príncipe de las Tinieblas |n.h| auDonde viven las historias. Descúbrelo ahora