Capitolo VI

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Capitolo VI: Sonata


No podía parar de darle vueltas a la conversación entre Niall y Marco que había escuchado horas antes, y quizás, no debí hacerlo. Intentaba creer que Niall no era así, que no pensaba ni actuaba como Marco, pero estaba totalmente equivocada.


"¿No eres tú, el que le gusta enredarse en la cama con jovencitas inocentes y soñadoras? "

Marco soltó una pequeña carcajada ante la sarcástica pregunta de Niall.

"¿A qué hombre no le gusta una carita angelical? Al fin y al cabo eres como yo, Niall."


Su cordialidad a la hora de hablar, sus modales frente a los demás, su elegancia, todo esto era tan solo una fachada que escondía una truncada o casi inexistente moralidad, y un carácter frío como el hielo.

¿Acaso todos los vampiros eran iguales? ¿Era Harry igual que Niall, o era la excepción?

No sabía nada, ni tan solo en quién debía confiar. Todo era una gran farsa, Niall era tan solo una cara bonita, nada más. Lo peor de todo, era, que yo no tenía ni voz ni voto, que mi libertad y derechos habían sido arrebatados, y que ni tan solo podía escuchar la voz de mi familia tras el auricular de un teléfono. Tenía mucho miedo, no sabía lo que el futuro me deparaba, no era más que una marioneta, una simple e insignificante humana bajo las órdenes de un poderoso vampiro.

No me podía permitir la idea de escapar, no sabiendo que mi familia se vería expuesta a las consecuencias de mi huida, aunque el corazón, la mente y el alma me lo pidieran a gritos. Sacrificarme por mi familia, a la que tanto quería, me parecía correcto, y sentía que era la única razón por la que seguía en vida. Debía medir mis palabras y mis actos, debía actuar con prudencia frente a Niall, porque este, era una caja de sorpresas. Nadie era capaz de anticiparse a él, sus movimientos y palabras eran impredecibles. Esos preciosos ojos azules escondían algo tan profundo que la percepción humana no era suficientemente apta para desenvolver y extraer con exactitud.


—Señorita van den Bogaerde, Su Majestad quisiera verla. —anunció Alfred.

— Oh. -me limité a contestar.

— La acompañaré. —indicó la puerta, y me regaló una cálida sonrisa.


Caminaba detrás de Alfred, nerviosa, con la vista clavada en su espalda y la mente en otro lugar. Pensaba en Niall, y en lo que quería decirme. ¿Iba a... regañarme por haber usado el maldito teléfono? Quién sabe, fuera lo que fuera, viniendo de él, no iba a ser demasiado agradable. 

Genial.

Alfred me guió hasta un lugar que desconocía, como casi todo el enorme edificio, no debí sorprenderme. Llamó a la puerta, los nudillos de su mano impactaron suavemente contra la madera, y al instante, escuché su voz.

— Adelante. —ordenó.

Tragué saliva, y suspiré, en un intento en vano de calmarme.

Alfred abrió la puerta, con cuidado, y se colocó a un lado, entonces, entré en el lugar. Mis ojos se deleitaron ante la belleza de aquella elegante sala decorada sutilmente e iluminada por una tenue luz. Pude reconocer fácilmente la figura de Niall, este se encontraba de espaldas a mí, frente a uno de los ventanales. Vestía de negro, formal, como las últimas veces que lo había visto, y eso lo hacía parecer aún más misterioso e imponente.

El Príncipe de las Tinieblas |n.h| auDonde viven las historias. Descúbrelo ahora