El Príncipe de las Tinieblas |n.h| au

Capitolo XXXIII

Capitolo XXXIII: Il mio angelo

***

Caminé -con ayuda de las muletas- hacia la única máquina expendedora de la planta donde me encontraba, la comida del hospital había provocado en mí una sensación de ansiedad, necesitaba alimentarme de cualquier cosa que no fuera aquel insípido y aburrido menú. Di un rápido vistazo a las opciones que ofrecía la máquina: chocolatinas, bolsos de patatas, zumos, bebidas gaseosas, golosinas. Metí la mano torpemente en uno de los bolsillos de mi pijama y busqué un par de monedas, dinero suficiente. Introduje una moneda y tecleé el número de una apetitosa chocolatina, esperé impaciente a que las barras metálicas se movieran y dejaran caer mi preciado chocolate, pero nada se movió.

Bufé.

- Esta máquina suele estropearse muy a menudo. -habló una voz desconocida.

Me giré, y mis ojos se encontraron con un rostro pálido nada familiar. Un joven atractivo, de melena oscura y ojos verdes, yacía parado junto a mí, con una pequeña sonrisa pintada en los labios.

Me sonrojé.

- Oh, no lo sabía. Es la primera vez que la utilizo. -dije.

- ¿Harta de la comida del hospital? -inquirió divertido.

- Bastante. -hice una mueca.

Él rió.

- Quizás con un par de golpes... -murmuró mientras alzaba la mano.

Golpeó la máquina repetidas veces, bajo mi atenta mirada, hasta que la maldita chocolatina cayó en el hueco de la parte inferior. Me incliné para recogerla, pero él me detuvo.

- Espera. -escurrió la mano en la máquina y tomó la barra de chocolate- Toma. -me la tendió.

- Gracias. -agradecí tímida.

- Luke. -alargó la mano frente a mí.

- Lucy. -la estreché- Encantada.

- Lo mismo digo. -sonrió- ¿Llevas mucho tiempo aquí?

- Casi un mes. ¿Tú... estás de visita? -contesté.

- Sí, verás, tengo un amigo muy torpe. -bromeó.

Reí por lo bajo.

- ¿Cómo te hiciste lo de la pierna? -señaló.

- Oh, la pierna. -desvié la vista hacia la escayola- Un accidente de coche, bueno, -corregí- me atropellaron.

- Vaya, pero has tenido suerte, podría haber sido peor. -comentó.

- Sí, en ese sentido creo que he tenido bastante suerte. -guardé la chocolatina en mi bolsillo.

- ¡Lucy! -escuché una voz a mis espaldas.

Me di la vuelta, y vi la pequeña Claire corretear hasta mí.

- Claire. -pronuncié, y sus ojos se iluminaron al instante- ¿Has venido a verme? -le pregunté.

- Sí. -asintió ella.

- ¿Y mamá? -con dificultad, alargué la mano y acaricié su mejilla.

- No he venido con mamá. -sonrió traviesa.

- ¿No? -inquirí- ¿Y con quién has...? -alcé la vista, y entonces, lo vi.

Mi corazón se detuvo.

- Hola. -saludó.

Se acercó a mí un tanto nervioso, sus manos se encontraban escondidas en los bolsillos de su pantalón, sentí mi interior revolverse en un frenesí de alegría y felicidad.