Capitolo XXX

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Capitolo XXX: Incertidumbre

***

Fijé la vista en la pantalla del televisor y suspiré, moví los ojos a mi alrededor, hasta detenerme en la ventana.

Ya era de noche.

Coloqué los brazos sobre la mesa y apoyé la cabeza en el dorso de mis manos entrelazadas, gruñí con desgana, y fue entonces, cuando escuché cómo alguien desbloqueaba la cerradura de la puerta principal. Me mantuve en mi posición.

- Siento haber tardado tanto. -dijo.

Lo ignoré.

- Me he entretenido por el camino. -se deshizo de su chaqueta.

Ya, con la pelirroja, pensé.

- ¿Cómo -vaciló- Cómo estás?

No contesté.

- ¿Lucy? -preguntó.

De nuevo no respondí. Mis ojos se encontraban puestos en un punto indefinido de la ventana.

- Oye... -suspiró- Ya te he dicho que siento mucho todo lo que ha pasado hoy.

Sentí su mano sobre la mía, la aparté rápidamente.

- ¿Estás bien? -demandó extrañamente preocupado.

Evité su mirada a toda costa y resté en silencio.

- Dios -bufó él- Las mujeres sois tan complicadas... Como quieras, voy a darme una ducha. -continuó.

Pronto escuché la puerta del baño cerrarse de un portazo.

Idiota.

Me llevé las manos al rostro y suspiré. Y en ese preciso momento, una loca idea cruzó mi pensamiento:

Escapar.

Tan sólo debía esperar un par de minutos para no levantar sospecha alguna.

Me levanté de la silla y caminé silenciosamente hasta quedar frente a la puerta del cuarto donde se encontraba Niall. Ladeé el rostro y pegué la oreja a la puerta con el propósito de intentar escuchar tras la tibia superficie; agua, agua y más agua.

Esa era mi oportunidad.

Troté en dirección a la puerta de entrada, mi mano tomó temerosa el plateado y frío pomo, y lo giró con cuidado.

Estaba encerrada. Niall me había encerrado allí.

Maldije por lo bajo y busqué la maldita llave sobre el mueble del recibidor, pero no se encontraba allí.

Recordé la chaqueta de Niall, tal vez sí se encontraba ahí.

Volví al enorme comedor y tomé la prenda de ropa entre mis manos, la agité por unos segundos y busqué desesperadamente el objeto en todos los bolsillos y pliegues posibles.

Nada.

La tenía él, de eso estaba completamente segura. Niall jamás descuidaría tal detalle.

Me dirigí por segunda vez al cuarto de baño y me planté frente a la puerta, llené mis pulmones de aire, y sin pensármelo dos veces, la abrí. Moví el manillar con lentitud y cautela, y observé el lugar detenidamente.

¡Bingo!

Vi cómo aquel juego de llaves asomaba disimuladamente en uno de los bolsillos del pantalón del ojiazul. Toda su ropa yacía amontonada sobre un pequeño taburete de madera que se encontraba a escasos metros de mí, quizás una distancia posible para mi brazo, y también mi hombro.

El Príncipe de las Tinieblas |n.h| auDonde viven las historias. Descúbrelo ahora