[10: JINETE DE DRAGÓN]

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JINETE DE DRAGÓN

«Varías cosas hacían notoria a la casa Targaryen, sus ojos violetas, sus cabelleras plateadas, su impulsividad, el incesto, su resistencia al fuego y más importante su capacidad de ser jinetes de dragones, una cualidad que nadie más tenía. Poco se sabía de Valyria o del pasado antes de que Daenys, la soñadora, trajera a su familia a Westeros, así que hasta el momento era un misterio la conexión que dragones y Targaryen tenían, pero era asombroso verlos volar en sus criaturas, como también era aterrador ver las fauces de sus dragones apunto de lanzar fuego, pero algo que sólo un jinete podría entender era aquella unión tan intensa y profunda que se creaba al vincularse con un dragón. »

—¿Puedes ayudarme a trenzarme el cabello?

—Claro, ven.

Él siempre había ayudado a su madre con sus hermanas así que sabía hacer esas cosas, antes era Saera quien siempre se preocupaba por su cabello, cada vez que podía le compraba broches de colores para sus peinados; pensar en esas cosas le daba un poco de melancolía, pocas veces veía a su hermana, siempre que iban a ver a su madre ella estaba afuera o durmiendo, y sin dudas cuando hablaban no parecía haber nada en común entre ellos, como si fueran desconocidos o aún peor, a veces creía que los detestaba. Extrañaba los viejos tiempos, su familia unida, su padre vivo, su vieja casa, sus cosas, quería volver el tiempo atrás.

—¿Me veo bien?

—Te ves preciosa. —Acarició su cabeza.

Ella sonrió levemente.

Habían subido la colina para llegar a Dragonpit, generalmente iban otro día pero ese día era el que Aemond los había citado para enseñarle a volar a Ceryse, ella estaba prendida al brazo de su hermano, como siempre.

Hablando del príncipe, estaba algo nervioso, no solía hacer esas cosas, no hablamos de volar en su dragón, sino el no seguir las reglas, tenía prohibido ver a sus primos, juntarse con ellos o hablarles, pero ese día había decidido romperla, lo merecía, siempre hacía lo que su madre quería, estudiaba, entrenaba, se comportaba, hacía todo lo que Aegon no.

—¡Morgan! —Expresó con una amplia sonrisa, una que ya no era tan común en él.

¿De dónde había salido esa manía con él? Quizás porque había sido amable con él, y aunque era más amigo de Aegon nunca dejaba que su hermano lo trate mal en su presencia, lo escuchaba y solía adularlo, aunque había pasado un tiempo eran cosas que no olvidaba.

—Has crecido bastante. —Puso su mano en uno de sus hombros y le sonrió.

—Tú también, estás muy alto.

—Sí, pero creo que tú vas a conseguir lo que Aegon no, ser más alto que yo, a tu edad nosotros mediados menos.

Sus mejillas se pusieron levemente rosadas, miró entonces a la pequeña que estaba aferrada a su primo.

—¿Cery?

Hablando de ser altos ella lo era, había aún una distancia prudente entre ellos pero parecía tener su edad y no dos años menos.

—Aemond. —Ella asintió y le sonrió tímidamente.

Eso si era distinto, la última vez que la vio era mucho más dada y confiada. Le extendió su mano, ella se soltó despacio de su hermano y la tomó, comenzaron a caminar, Morgan iba a lado de él.

—Dicen que le pusiste Bloodmoon a tu dragón —comentó Aemond mirándola, a Morgan se le escapó una risita y el rostro de Cery se volvió rojo—. ¿Qué pasa?

Sangre TargaryenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora