[29: SECRETOS]

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SECRETOS

«Menos personas sepan de un secreto les permite mantenerse mucho más tiempo en la oscuridad, en lo más profundo de un abismo. Sin embargo, cuanto más gente lo sepa es mucho más fácil que ellos lleguen a la luz, con desesperación, con brutalidad. »

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Alicent estaba disgustada esperando que Daemon se dignara a presentarse en sus aposentos, almorzarían juntos para discutir algunos temas.

Llevaba un vestido verde, como casi siempre usaba, una costumbre bien marcada desde hace años de brindar por tener sangre Hightower, en vez de usar los colores de la casa Targaryen, la de su marido y de sus hijos, por supuesto también eran conocidos por ser los colores de la realeza, un color más importante que el verde.

Los sirvientes trajeron y sirvieron vino en cuanto Daemon se dirigió a dichos aposentos, así que para cuando él entró por la puerta ya todo estaba servido, y la reina se encontraba sentada esperándolo.

—Alicent —saludó, por así decirlo, mientras se sentaba frente a ella.

—Daemon —respondió con la misma indiferencia que él, esperó que dijera algo, pero al no hacerlo volvió a hablar—. ¿Te gustaría decirme por qué en menos de un día te has adjudicado derechos que no te corresponden? Sabrás —hizo énfasis la palabra mientras lo miraba— que en lo que respecta al personal y a la distribución en el castillo es puramente mi responsabilidad. Espere días para que tú mismo vinieras a explicármelo, y eso nunca pasó.

—¿Sabes lo que es una mujer embarazada? Un dolor de cabeza, ¿sabes por qué no compartes aposentos con mi hermano? Justamente porque los hombres no soportamos dormir con mujeres, son insufribles y odiosas. Así que le hice un favor a Aemond separándolo de una mujer que se queja al dormir de múltiples dolores y no lo deja dormir.

Era la mejor respuesta que podía darle a Alicent para que no llegue a la verdad del asunto. Poco le importaba si después de eso creía que era un imbécil, lo que pensaran los otros, o alguien como ella, no tenían importancia en comparación con mantener el dolor de Aemond oculto, que nadie supiera que Visenya le había, de alguna manera, roto el corazón.

—Esa mujer es tu hija.

—Y ciertamente está embarazada e insoportable.

—¿Y por qué ejecutaste a cuatro de mis sirvientes?

—Te hice un favor, Alicent, esos cuatro eran unos chismosos e inservibles, estuvieron esparciendo rumores por todos lados, en los que hasta tú estabas incluida —mintió mientras cortaba su comida.

—¿Y desde cuándo eres tan benevolente tú? —preguntó incrédula.

—Atendían a mis hijas, no quiero nadie que no sirva a su lado.

—¿Sabías que se pueden despedir? No es necesario que cortes cabezas.

—Es más divertido así.

Le dejó en claro a sir Arryk que, si alguien preguntaba, diga que esa orden no vino de Aegon, sino de él. Sabía que manejaría mejor el asunto que su primogénito.

—La próxima agradecería que lo consultes conmigo primero en vez de hacer lo que quieras.

—¿Tan desesperada estás para que venga a verte?

—Daemon —habló con voz enojada.

—Estamos sólo tú y yo, en la intimidad de tus aposentos como varías veces estuvimos, creo que puedes olvidar esas estupideces de fingir ser alguien que evidentemente no eres.

Sangre TargaryenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora