NUEVO HOGAR
«Gael nunca tuvo problemas en pasar de un lugar a otro, mientras estuviera con quién quería era suficiente, no se apegaba a lugares. Saera era otra historia, le costaba tener que trasladarse de hogar en hogar, y cuándo al fin se sentía agusto en un lado era obligada a partir. Ella necesitaba constancia, tranquilidad, privacidad, cada día sentía que no tendría nunca más eso».
Saera había abierto la puerta y ante ella estaba la reina, los Capas Doradas habían cerrado la calle para que nadie se acercara al carruaje de la reina, y al menos tres Capas Blancas estaban asegurándose de que no le sucediera nada.
—Llama a Syra.
—Claro que sí, mi reina.
«¿Por qué todos son tan maleducados?» pensó la jovencita mientras iba a buscar a su madre, ella se acercó a la puerta y se sorprendió de ver a Alicent ahí parada.
La reina abrió la boca espantada de lo que veía, las quemaduras que se asomaban por su rostro eran horribles, y todo su brazo descubierto estaba en peores condiciones.
—¿Qué necesita de mí, su alteza? —Miró a la mujer de manera fría.
—Tu y tus hijos irán a la fortaleza a servir de hoy en adelante —formuló Alicent luego de un rato—. Junten lo necesario, un carruaje los estará esperando para llevarlas.
—Mi hijo aún se encuentra en Dragonstone, espero que eso no haga enojar a la reina, aunque asumo que no, siendo que su presencia aquí no le agradaba. —Y aunque mantenía un tono respetuoso le era difícil contener su molestia.
—Hablaremos de eso cuando las tres estén en la fortaleza —dijo antes de darse la vuelta para irse, no quería pasar ni un segundo más fuera del castillo.
Para la Targaryen fue obvio que Aegon había sido el orquestador de eso, por un lado le hacía feliz lo que estaba dispuesto a hacer por su hija, por otro le inquietaba la idea de ir al castillo sin el cuidado de Daemon.
Saera había ido a buscar a Gael y, después de que juntara algunas cosas, habían ido a la casa con su madre para subir juntas al carruaje. El camino fue pesado, la menor estaba molesta, siempre terminaba enredada en los problemas de su familia, un día de paz parecía imposible, lo peor es que llevaba un dragón del tamaño de un gato obseso sobre su falda.
—¿No es demasiado indecente que vayas? —le habló a su hermana.
—No sé a qué te refieres.
—Claro que lo sabes —insistió aunque no dijo en voz alta lo de Aegon.
—Sea o no indecente es mi problema.
Saera suspiró y se echó en el asiento, su dragón olfateaba a Gael con curiosidad, su olor era de alguna manera similar a su hermana, quizás porque eran mellizas, pero a la vez era muy diferente, como si su olor tuviera la misma base pero cada una tuviera "esencias" agregadas que cambiaban mucho el resultado.
Syra las miró con pesar, le parecía tan triste como se habían distanciado, sabía que aún se querían, sin embargo le habría gustado poder ver hoy aquella hermandad que tenían de pequeñas.
Al llegar los sirvientes les indicaron sus habitaciones, una pequeña para Syra, y una un poco más grande para las dos hermanas, estaban localizadas en el pasillo de los aposentos para invitados, quizás en un intento de dejarlas en aquél término medio, ni siendo de la servidumbre, pero tampoco llegando a la de la familia real.
Bluefyre, el dragón de Saera, no iba a poder permanecer mucho tiempo en los aposentos, no era seguro de ninguna manera, ya había querido morder a varios de los sirvientes que los habían acompañado, así que por orden de la reina la joven llevaría al pequeño a Dragonpit.
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Sangre Targaryen
FanfictionQuizás no lleven el mismo apellido, o no tengan los mismos padres, su historia hasta ese punto fue distinta para cada uno, pero comparten algo irremediablemente más fuerte, la sangre del dragón corriendo por sus venas. Jóvenes, pasionales, volátiles...