[15: CARIÑO]

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CARIÑO

«Aegon no tenía idea de lo que era recibir cariño, al principio porque ninguno de sus padres estuvo muy dispuesto a dárselo, luego porque se cerró lo suficiente como para alejar a quiénes pudieran ofrecérselo. Sin cariño se volvió también una persona que no sabía darlo, que tampoco quería hacerlo, parecía algo ajeno a él; hasta qué, sin querer, aceptó tan sólo una gota y su corazón comenzó a latir diferente»

El día en que Ceryse se marchó de Dragonstone.

—Ten cuidado. —Morgan acarició su mejilla.

—Claro que sí, volé cientos de veces, estaré bien. —Sonrió mirándolo.

—Daemon le ordenó a un guardia que te acompañe, si no está lo esperarás ¿entendido?

—Sí, sí, entendido. Y si alguien me molesta le corto el cuello.

—Exactamente. —Besó su frente, aunque ambos hubieran querido que fuera en otro lado.

—Te extrañaré. —Daemon se había acercado y abrazado.

—Nos veremos como en dos lunas, papá —musitó correspondiendo el abrazo.

—Me gustaba verte todos los días. —Se separó y acarició su cabeza antes de dejar un beso ahí.

Rhaena la abrazó con fuerzas, realmente se sentiría muy sola si ella se iba.

Por otro lado, Rhaenyra se estaba despidiendo de Jacaerys que, tan pronto como había vuelto, se iría nuevamente. Era algo necesario ya que ninguno de ellos estaba en la capital y escuchó que los verdes habían conseguido más poder del que deberían tener, su hijo era inteligente y algún día también se sentaría en el trono, era bueno que se acerque a la corte. Por supuesto que su padre estaba encantado con la idea de que enviara a su nieto, lo adoraba con todo su corazón.

Lo bueno de viajar en dragones diferentes era que no era necesario compartir palabras, estaban lo suficientemente alejados para que no fuera incómodo el silencio, que tampoco sería posible hablar, excepto que quisieran gritar, y claro que no querían.

Al bajar fue en el único momento que se dirigieron la palabra, o bueno, Jace lo hizo.

—Nos veremos pronto en la fiesta, guardaré tus pertenencias en mi cuarto pero te aseguro que no tocaré nada.

—Lo sé, Jacaerys, no era necesario que lo aclares —respondió mientras se acercaba al capa dorada que estaba esperándola—, nos vemos.

Se puso su capa negra, una que su padre le regaló antes de viajar, tenía dragones rojos bordados en el borde inferior que parecían volar uno tras otro, se veía costosa, claro que no pasaría desapercibida, y no era necesario, no usaba una capa para eso, ocultaba sus cabellos plateados simplemente para que no la vean raro, fuera de los rumores la gente no andaba viendo a una Targaryen, sino a una extranjera, una joven de Lys, y fuera de que en los burdeles era exóticas y deseadas, en la calle eran los bichos raros, a veces dudaba si no prefería que la vean como una Targaryen, que lo era, aunque en su defecto la veían como una bastarda nada más.

Se había dirigido al Dragón Rojo, no pretendía ir a la casa de su hermana cuando vivir en ese lugar siempre fue cómodo para ella; seguramente su madre iría dentro de un rato, la llegada de su dragón era notoria.

Se bajó la capucha mientras entraba, el lugar se veía mucho mejor que la última vez que estuvo ahí, uno de los cantineros le regaló una cerveza al reconocerla, evidentemente por sus rasgos y la capa que se veía a un típico regalo de Daemon, todos reconocían sus regalos porque se veían similares a cosas que Syra tenía; ahora que su apetito sexual se había despertado el burdel se veía aún más excitante que antes, las mujeres bailando en poca ropa, los hombres con mujeres en su falda, algunos que iban a medias ropas buscando una habitación, todo eso la hacía sentir un calor abrasador por dentro.

Sangre TargaryenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora